Salvador Alvarenga es un náufrago de verdad. Su historia resulta tan prodigiosa como increíble, según muchos producto de una muy fértil imaginación. Conoce lo que le sucedió a este pescador salvadoreño en 2012.
Salvador Alvarenga, un pescador que pasó 438 días a la deriva
Nació en El Salvador, en Ahuachapán, en 1975, y en 2000 se lanzó a la aventura migratoria: se mudó a México, específicamente a Chiapas, para vivir como pescador. Allí trabajaría en una pequeña aldea de pescadores, en la playa de Costa Azul cercana al pueblo de Pijijiapán, en la costa chiapaneca, cara al Pacífico.
Un día como cualquier otro, el 21 de diciembre de 2012, salió en su pequeña embarcación de fibra de vidrio de 7 metros de eslora acompañado de Ezequiel Córdoba, otro joven pescador. A pesar de algunos avisos de tormenta, decidieron hacerse a la mar igualmente, pues no era la primera tormenta con la que él, Salvador Alvarenga, se topaba. Era muy diestro en la pesca y en la navegación, pero el vendaval los alcanzó, y enormes olas se estrellaron contra el bote mientras los vientos huracanados los zarandeaban; a las pocas horas de haber salido, y habiéndose dañado la radio, el motor y el GPS gracias a la tempestad, el bote quedó a la deriva, desviando su ruta.
Como buen marinero, Salvador Alvarenga había llevado más provisiones de las que necesitaría, pues en más de una ocasión había tenido que quedarse en alta mar más de lo previsto. Una vez acabadas las provisiones, y ya convencido de que un rescate no sería posible en el breve plazo, comenzó a pescar tortugas, peces y a hacer trampas para aves.
No pudo hacer fuego nunca, por lo que la carne siempre estuvo cruda. Tuvieron mucho cuidado en no beber agua salada, y así, al comienzo bebieron su propia orina; pero Salvador se dio cuenta de que le producía mucha sed y, como no llovía no podía recolectar agua de lluvia. Tuvo una idea: beber la sangre de las tortugas, y eso hizo, pero el otro joven, Ezequiel, se negó a hacerlo.
Pasaron cuatro meses, y la salud de Ezequiel se vio seriamente comprometida, porque se negaba a comer; se rebelaba contra aquella dieta, incluso ante la idea de su propia muerte. Dejó poco a poco de consumir las carnes crudas, y si no llovía no tomaba agua. Hasta que el desenlace fatal e inevitable sucedió: aquel joven pescador murió, y dejó solo a Salvador Alvarenga sobre aquella inmensidad marina.
Transcurrieron nueve meses más, y al fin vio tierra; pisó de nuevo una playa el 30 de enero de 2014, en el atolón Ebon en las islas Marshall, a 12.500 kilómetros de Chiapas. El periodista norteamericano Jonathan Franklin, colaborador de algunos periódicos como The Boston Globe, The Guardian y The New York Times, decidió escribir su historia y entrevistó largamente a Salvador Alvarenga, a los que estuvieron presentes en las islas Marshall cuando éste apareció y a quienes acompañaron al pescador durante su hospitalización. El libro se llama Salvador: la increíble historia de Salvador Alvarenga y sus 438 días a la deriva, y en él relata toda la aventura de su naufragio, de su angustia, de su locura al quedarse completamente solo, de su desesperanza.
Sin embargo, y por si fuera poco, tiempo después de volver a El Salvador, a su pueblo natal, sus vecinos le acusaron de ser narcotraficante y charlatán, y los familiares de Ezequiel presentaron una demanda en su contra por caníbal, porque de ningún otro modo habría podido sobrevivir tanto tiempo.
Frente a todo esto, Salvador Alvarenga contrató a un abogado, pero luego rechazó sus servicios y contrató un bufete norteamericano; el ex abogado contactó a los familiares del otro joven y lo han demandado por un millón de dólares. Ante las acusaciones, Alvarenga decidió someterse a cualquier polígrafo y a exámenes psicológicos, y los resultados dicen que no hay mentiras, que la versión de Salvador es verdad.
“Nunca pensé en el canibalismo; para entonces ya era diestro en atrapar peces y tortugas, y siempre teníamos un suministro para cinco días. Ezequiel se desesperó, pensó que no nos salvarían y no comía. Al final estaba tan débil que ya no podía ni hablar”.
Caníbal o no, Salvador Alvarenga ahora le teme al mar y su salud no es tan buena como antes. Si comió carne humana o subsistió por las tortugas y los peces, jamás lo sabremos con certeza; sobrevivió a una aventura extrema, eso es lo cierto. Estuvo en el mar 438 días, sobre su pequeña barca, solo.
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