Japón cuenta con leyendas y tradiciones que no sólo nos sorprenden, sino que también te cautivan por su profundidad y delicadeza. Seguidamente te presentaremos un caso que lo demuestra a la perfección. Tanabata es una de las festividades más famosas en Japón, a la que también se la conoce como «La festividad de las estrellas». Esta celebración parte en realidad de una cautivadora leyenda que ha creado toda una composición de rituales y tradiciones. Es una historia a partir de la cual las calles y viviendas niponas se orlan de papeles de colores una vez al año, siempre coincidiendo con el séptimo día del séptimo mes del calendario lunar.
¿Intrigado/a? Te invitamos a conocer más de Tanabata y su historia.
La leyenda de la princesa tejedora, origen de Tanabata
Esta historia se nutre en realidad de un cuento de origen asiático muy conocido titulado «La princesa y el pastor». En ella conocemos a la joven Orihime, hija de Tentei, el Rey Celestial. Esta muchacha lleva una vida algo monótona. Tiene como única tarea la de tejer y tejer bellísimas telas siempre a orillas del río Amanogawa (la Vía Láctea).
Esta responsabilidad le ocupaba gran parte del día, lo cual le impedía poder conocer a otras personas y en especial, enamorarse. Su padre, advirtiendo la callada tristeza de su hija, acuerda un encuentro. Sabe de un buen muchacho, un atractivo pastor llamado Hikoboshi, que vivía al otro lado del río Amanogawa.
Al verse, los jóvenes se enamoran de inmediato y como en todo cuento romántico, no tardan en contraer matrimonio. Pero también, como en toda leyenda, no falta su parte triste. Orihime, nuestra bella princesa, ha descuidado sus tareas como tejedora, su nueva situación de casada le ha quitado mucho tiempo y ya no recuerda su obligación para con su padre, que recordemos, es ni más ni menos que el Dios celestial.
En cuanto a Hikoboshi, ocurrió lo mismo. Tal fue su despiste y tan sumido estaba en su plácida felicidad de hombre casado, que había descuidado a su ganado, que se hallaba ya perdido por el Cielo. Tal era la dejadez de la pareja que el Rey Celestial acabó enfurecido. ¿Y cuál fue su reacción? separar a los dos amantes. Dejó a cada uno de ellos a un lado del río Amanogawa. Sin poder tocarse, sin poder verse, sin poder hablarse…
La pobre Orihime, desesperada por ya no tener con ella a su marido, pidió a su padre el poder verse una vez más. Aunque fuera solo una vez al año. Y así fue, su padre accedió con una única condición, que ella siguiera con su trabajo como tejedora, solo entonces podrían verse y siempre en el séptimo día del séptimo mes lunar. Pero aquel acuerdo encerraba además una pequeña trampa. Porque podían verse, desde luego… pero no tocarse. La pareja estaba separada por el río, el cual no podían cruzar porque el puente no era seguro.
Orihime lloró y lloró desconsoladamente, y lo hizo tan fuerte que una bandada de urracas acudió en ayuda de la joven. ¿Y qué hicieron los nobles animales? Formar un puente con ayuda de sus alas. Y así lo siguen haciendo cada año para que los amantes sigan encontrándose, pero eso sí, siempre y cuando no llueva. Porque de hacerlo, deberán aguardar hasta el año siguiente.
Costumbre en Japón
El día en que los dos amantes logran encontrarse tras cruzar ese puente de plumas, es el día de Tanabata, o la «festividad de las estrellas». Es decir el séptimo día del séptimo mes del calendario circunsolar japonés. Para celebrarlo, en Japón es muy habitual que la gente escriba deseos en pequeñas tiras de papel también llamadas tanzaku o tanzaku. Una vez escritas, se cuelgan en las ramas de los árboles de bambú y muy cerca de los ríos.
También es tradición quemar esas tiras durante el propio festival, o al día siguiente, con la esperanza de que tales anhelos, tales esperanzas se conviertan en realidad. Una atractiva tradición que extiende sus raíces en esta bella leyenda que tiene como protagonistas a dos estrellas en lugares opuestos de la Vía Láctea: Altair, las estrella de los vaqueros (el joven Hikoboshi), y Vega, la estrella de las tejedoras (la princesa Orihime).
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