El otoño de 2003, una fuerte tormenta barrió las ruinas de Teotihuacán, la pirámide-tachonada. Los sitios de excavación se llenaron de agua; un torrente de lodo y escombros cubrió la entrada principal. Entonces, una mañana, Sergio Gómez, un arqueólogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, llegó a trabajar para encontrar en una cerca de tres pies de ancho, un socavón que se había abierto a los pies de una gran pirámide conocida como el Templo de la Serpiente Emplumada. Se trataba de un túnel oculto en Teotihuacán.
Un túnel OCULTO en Teotihuacán que podría aclarar mucho
«Mi primer pensamiento fue: ¿Qué es exactamente lo que estoy viendo?» dijo Gómez «El segundo fue:» ¿Cómo vamos a arreglar esto? »
Gómez ha pasado las últimas tres décadas, casi la totalidad de su carrera profesional, trabajando alrededor de Teotihuacán, lugar que una vez, hace mucho tiempo, fue un centro cosmopolita del mundo mesoamericano. Tanto tiempo estudiando este fascinante enclave ha hecho que se diga de él que hay muy, muy pocos seres humanos vivos que conozcan el lugar tan íntimamente como él.
Y en lo que a él respecta, no había nada bajo el Templo de la Serpiente Emplumada más allá de suciedad, fósiles y rocas. Gómez fue a buscar una linterna de su camión y apuntó hacia el sumidero. Nada: sólo la oscuridad. Así que se ató el extremo de una pesada cuerda alrededor de la cintura, y el otro al exterior de la entrada, y con varios colegas descendió a la oscuridad.
Gómez se encontró en medio de lo que parecía ser un túnel hecho por el hombre. En el diseño de Teotihuacán, los arquitectos de la ciudad habían dispuesto los principales monumentos en un eje norte-sur, con la llamada «Calzada de los Muertos» que une la estructura más grande, el templo de el Sol, con la Ciudadela, y el patio que albergaba el templo de la Serpiente Emplumada. Gómez sabía que los arqueólogos habían descubierto previamente un estrecho túnel debajo del Templo del Sol y según su teoría, ahora estaba mirando a una especie de túnel espejo, que lo llevaba a una cámara subterránea debajo del Templo de la Serpiente Emplumada. Si estuviera en lo cierto, sería un hallazgo impresionante de proporciones magníficas.
«El problema era,» dijo, «que uno no se puede simplemente sumergir y empezar a desgarrar la tierra. Tienes que tener una hipótesis clara, y tienes que obtener el permiso». Gómez se puso a hacer sus planes. Levantó una tienda sobre el deslizamiento de tierra, para mantenerlo lejos de las miradas indiscretas de los cientos de miles de turistas que visitan Teotihuacán cada año, y con la ayuda del Instituto Nacional de Antropología e Historia se colocaron un dispositivo de alta resolución, de radar de penetración terrestre. A partir de los primeros meses de 2004, él y un equipo selecto de unos 20 arqueólogos y trabajadores escanearon la tierra bajo la Ciudadela, regresando cada tarde para cargar los resultados en las computadoras de Gómez. Para el 2005, el mapa digital fue completado.
Como había sospechado Gómez, el túnel corría aproximadamente 330 pies de la Ciudadela al centro del Templo de la Serpiente Emplumada. El agujero que había aparecido durante las tormentas de 2003 no era la entrada real; que descansaba unas yardas atrás, y que al parecer había sido sellado intencionadamente con grandes rocas, hacía casi 2.000 años. Lo que estaba dentro de ese túnel, estaba destinado a permanecer oculto para siempre.
En 2009 las excavaciones del túnel empezaron, pues consiguieron los permisos necesarios, y lo que se ha encontrado en él por el momento es ya, de por sí, un tesoro. En él pudieron encontrar huesos de gato, cerámica, fragmentos de piel humana, collares de manufactura muy compleja, anillos, figuritas… Todo dispuesto de un modo que hacía sospechar que no era aleatorio, si no, quizá, algún tipo de ofrenda, dando a entender que se trataba de algún lugar de culto, sagrado, al que sólo unos elegidos podían acceder. Como Gómez y su equipo, pero en otra era.
Gracias a una pareja de robots cedidos por la Universidad de Ciudad de México, Gómez hizo su mayor hallazgo. Una cámara con forma de cruz que contiene joyas y algunas impresionantes estatuas.
¿Lo más increíble? El trabajo todavía no ha terminado y ya han hallado 75.000 piezas que estudiar, catalogar y analizar, cada una de un valor incalculable para el estudio de este misterioso enclave.
Algunos estudiosos miran esperanzados el túnel de Gómez, esperando que cumpla su teoría de que Teotihuacán oculte, de hecho, las tumbas de antiguos gobernantes, pero por el momento no se ha hallado nada que pueda llevar a esta conclusión.
De hecho, Gómez se inclina más hacia una lectura mitológica. En el túnel se han hallado trazas de mercurio y de pirita. Éstas, vistas bajo una luz de una antorcha, brillan de un modo que recuerda a las estrellas, llevando a pensar que sus diseñadores quizá quisieron representar el brillo de galaxias lejanas con estos materiales, dentro del túnel. Al fin y al cabo, ¿y si este pasadizo representara la noche, con sus estrellas? Un lugar no apto para los vivos, sino para los que ya no están en este mundo. Esta teoría coincidiría con las que apuntan a que Teotihuacán era un lugar para venerar a los dioses creadores del mundo y de la ciudad, un lugar en el que practicar rituales, ¿quizá dentro de este túnel de la «noche»?
Mientras la parte final del túnel permanece inexplorada, algunas teorías ya mezclan las ideas de la tumba y lo mitológica y apuntan a que Teotihuacán pudo ser un lugar de enlace con un submundo al que se accedía por el túnel y por el que los gobernantes de esta antiquísima sociedad partían para no volver jamás, por eso tantas ofrendas. ¿Habrá realmente alguien enterrado? ¿Será una tumba únicamente simbólica?
Sea como sea, despeje esos misterios o no, los hallazgos de Gómez son un auténtico prodigio.
Permaneceremos atentos a nuevas noticias.
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