Uluru o Ayers Rock es una de las rocas más fascinantes del mundo, un monolito rojo que podemos encontrar en Australia, y que se extiende a lo largo de una inmensa y mágica llanura del «Parque Nacional Uluru-Kata Tjuta».
Es un lugar que causa un peculiar embrujo a quien lo visita, a quien tiene la suerte de ver un amanecer en esta tierra sagrada para los aborígenes, donde se alza esta roca de no más de 9 metros de extensión y 300 metros de altura. Lo llaman el «ombligo del mundo» porque según las leyendas locales, fue aquí de donde surgieron los primeros hombres y el primer sendero donde caminó por primera vez la vida tal y como la entendemos.
A Uluru, se la debe mirar con humildad y respeto, nadie puede escalar esta montaña sagrada o «Tiempo del Sueño», desde donde surgió todo lo que nos es conocido, ahí donde se esconde una magia que solo los aborígenes entienden, un misterio antiguo nutrido por leyendas y religiones que la mayoría, no podemos ni adivinar. Solo nos queda la imagen de este escenario único que hoy te invitamos a conocer con nosotros.
Uluru, el escenario sagrado de Australia
Se dice, que cada grieta, cada recoveco, cada marca de humedad, muesca o saliente de Uluru, tiene un significado. Hablan de un pasado en el cual, la Tierra estaba aún habitada por dioses antiguos, por los llamados «Hombres serpiente» que llevaron a cabo en esta llanura una feroz batalla, a la que llamaron «La guerra del tiempo».
Si observas pequeños huecos en la roca de Uluru, deberás saber que para los aborígenes representan los ojos de aquellos dioses ahora dormidos y petrificados. Las manchas de humedad, por su parte, son en realidad su sangre ya reseca, formas sugerentes donde a día de hoy, llevan a cabo también sus rituales de respeto y también de viajes iniciáticos. Es por ello que quien visita a diario Ayers Rock, puede encontrarse a estos nativos escenificando sus ceremonias y sus cantos, esos misterios que se transmiten de generación en generación para seguir honrando a Uluru y a lo que sea que aún duerme en su interior desde tiempos inmemoriales.
Es interesante saber también que a excepción de los propios aborígenes, nadie supo de la existencia de Ayers Rock, hasta que en 1873, llegó hasta aquí el primer occidental, un explorador llamado William Gosse. Lo primero que vio que fue un montículo del color del fuego alzándose en el vasto horizonte, una especie de monolito que parecía unirse con ese cielo de estaño configurando un lienzo natural tan impresionante como misterioso. Parecía otro mundo, un mundo antiguo y de naturaleza ancestral, casi mística. Para los nativos, aquella montaña tenía el nombre de Uluru, pero a partir de aquel día, obtuvo otro nombre para «el hombre blanco»: Ayers Rock.
¿La razón? William Gose quiso hacer un homenaje al primer ministro australiano de aquellos años, Henry Ayers. Aunque afortunadamente, en 1995, quiso mostrarse de nuevo el merecido respeto a los nativos australianos, y en especial, a los aborígenes Anangu. A día de hoy, se conoce a este maravilloso escenario como el «Parque Nacional Uluru-Kata Tjuta». Ahí donde siguen respirando mil leyendas, mil esencias de tiempos remotos donde los dioses australianos, iniciaron aquí la vida y el aliento que dio luz a la humanidad. Ya sabes, Uluru fue y sigue siendo, el ombligo del mundo.
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