¿Sabías que la II Guerra Mundial terminó en una base secreta nazi cuatro meses después de que terminara realmente? Todos tenemos en nuestro imaginario el hito que marcó el final de la contienda: la bomba atómica. Aquel haz de luz enorme recorriendo kilómetros de tierra, para destrozar todo lo que encontraba a su alcance.
Tras esto, siguieron unos últimos coletazos que terminaron con acuerdos que dieron lugar a la configuración del mundo tal y como la conocemos hoy. Sin embargo, como suele ocurrir en todas los conflictos, siempre quedan reductos. Las últimas trincheras de quienes se niegan a perder. Este es el caso de la base secreta nazi encontrada en el Ártico.
Una estación metereológica, la última trinchera del ejército nazi
Hitler era muy consciente de que el espacio aéreo tenía una importancia fundamental en la victoria, así como el estado del mar. Para ello, era necesario conocer las condiciones climatológicas. No solo para planificar sus ataques, también para prever lo que las acciones del enemigo. La derrota de Napoleón había enseñado mucho a los futuros generales: algo tan sencillo como el frío podría terminar con una campaña ejemplar.
Por tanto, el Führer ordenó la implantación de base secreta nazi, ocupada por los científicos más eminentes del régimen. Estos enviaban informes diarios sobre la evolución del clima. Pero un día se encontraron con el final de la guerra, en aquel lugar recóndito de Groenlandia.
Tras la rendición, estos soldados hicieron esfuerzos para reconquistar lo que ya habían perdido. Sus intentos fueron en vano, ya que el mundo estaba cansado de tanta muerte y los crímenes de nazis dejaron de ser un secreto a voces, que copaba las portadas de los periódicos, para consternación de todo el mundo.
No obstante, nunca se había sabido a ciencia cierta si la existencia de aquella base secreta nazi era real o una leyenda. Nunca hasta que un equipo expedicionario del Ártico Ruso dio con ella en el 2015, pero ¿qué encontraron exactamente?
La base secreta nazi fue destruída en los años 50
Al parecer, alguien quiso que las huellas de los fascistas en el Ártico desaparecieran. En este sentido, ordenaron su derrumbe, pero aún quedan restos. Estos nos ayudan a saber qué ocurría allí. Como es lógico, se hallaron utensilios de cocina e higiene, ¿no te cuesta imaginar a estas mentes diabólicas siguiendo tus mismas rutinas?
Lo cierto es que así era. Comenzaban sus análisis a las siete de la mañana y terminaban a las seis de la tarde. A las ocho, enviaban los informes a Berlín, para disfrutar después de su tiempo de ocio con sus camaradas. Un día de trabajo normal.
Asimismo, el lugar estaba lleno de munición, que en principio estaba destinada a la defensa propia. Esto cambiaría cuando se vieran solos en la derrota, en mitad del Polo Norte. Asimismo, el hecho de que fueran un grupo de intelectuales se percibe en la gran cantidad de artículos de valor histórico que reunieron. En concreto, se han inventariado 500 objetos.
¿Lo más curioso? Al parecer, la base secreta nazi estuvo en activo hasta cuatro meses después de la armisticio. La noticia de la derrota no llegó hasta entonces, cuando decidieron destruir toda pista de su presencia en el Ártico, antes de abandonarlo.
Descubrimientos como este nos sirven para sumar piezas a uno de los episodios más inquietantes de nuestra historia. La II Guerra Mundial sirvió para acelerar un genocidio que hoy en día nos parece inexplicable. Quizá las razones hay que buscarlas en lo que Hannah Arendt llamó banalidad del mal. Consiste en renunciar a pensar por ti mismo para convertirte en un engranaje más de un sistema. Yo solo cumplía órdenes, solo hacía mi trabajo, solo respetaba la ley…
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Imagen: Loris Paleari y fw190a8