Christopher McCandless es uno de esos extraños héroes que simbolizan el valor de la superación, el amor a la naturaleza y, por qué no, ese punto de admirable rebeldía que muchos adoran, pero que pocos se atreven a poner en práctica.
¿Dejarlo todo, una prometedora carrera, los amigos, y un buen futuro a cambio de una vida humilde y sin artificios en la naturaleza? Eso es lo que hizo Christopher McCandless, quien después de haberse graduado en historia y antropología en la Universidad de Emory, pensó que había llegado el momento. Ese instante en que dar respuesta a sus preguntas, en que desafiarse a si mismo, y nutrir todos los vacíos existenciales que siempre había experimentado a lo largo de su vida.
Antes de hacerlo, antes de iniciar su odisea en Alaska, como él mismo lo bautizó, donó todo lo que había ahorrado (unos 24.000 dólares) a una organización benéfica. Emprendió su aventura ligero de equipaje, pero lleno, muy lleno de sueños que cumplir… Aunque no todo fue tan bien como él pensaba.
La aventura de Alexander «Supertramp», McCandless
Este californiano siempre fue un ser especial. Según sus padres, Christopher solía destacar desde muy pequeño por tener voluntad propia para todo, por ir a contracorriente y a la vez, ser ese líder en las reuniones de colegio, pero también un espíritu libre que siempre andaba buscando respuestas a sus muchas e incomprensibles preguntas. Siempre hay personas así, seres que encandilan por su carácter, pero que a la vez, extrañan por sus pensamientos e ideas fuera de lo común.
Fue después de graduarse en la universidad de Emory, en 1990, cuando decidió dejarlo todo. Pensó que era el momento en que debía descalzase de todo lo material, para avanzar en un viaje interno hacia ese lugar que siempre había habitado en sus sueños: Alaska. Y para ello, cruzó primero California y Arizona, sobreviviendo a base de trabajos agrícolas. Se puso el nombre de Alexander «Supertramp», y no fue hasta 1992, cuando finalmente logró llegar haciendo auto-stop, hasta Canadá.
Su relación con el mundo era ocasional. Tenía periodos en que solía bajar a las ciudades, y más tarde, se escondía para pasar largos periodos en soledad. James Gallien fue el hombre que lo llevó hasta Canadá y quien se solía preocupar de que aquel joven tuviera lo mínimo. No obstante, Alexander (o Christopher) no solía aceptar demasiadas cosas de su amigo James Gallien, sólo admitió en un primer momento que le ofreciera unas botas de caucho, dos latas de atún y una bolsa de maíz. Contaba con un carácter tan particular, que muchos decían de él que era algo paranoico, y que presentaba algún matiz de una posible esquizofrenia.
Nunca quedó claro. Lo que sí quedó para el recuerdo fue ese día en que decidió instalarse en un viejo autobús abandonado, ahí donde vivir de la tierra, de lo que la naturaleza le ofrecía, y acompañado únicamente por un rifle Remington semiatomático, un libro de plantas y su diario personal, donde anotaba sus pensamientos, sus experiencias…
Así se mantuvo unos 113 días, mientras su cuerpo, su salud, se iba resintiendo. Perdió mucho peso. Se sabe que solía cazar, pero que en ocasiones, dada la dificultad para conservar la carne, al poco aparecían gusanos. Tampoco era un gran entendido en materia de plantas y semillas, al menos el libro del que disponía no podía darle toda la información que necesitaba. Porque fue precisamente una semilla o el hongo presente en una Rhizoctonia leguminicola, lo que al final, según lo que se especuló en un principio, acabó con la vida del joven Alexander.
En agosto de 1992, unos excursionistas encontraron esta nota en la puerta del autobús donde vivía:
«S.O.S., necesito su ayuda. Estoy herido, cerca de morir, y demasiado débil para hacer una caminata. Estoy completamente solo, no es ningún chiste. En el nombre de Dios, por favor permanezcan aquí para salvarme. Estoy recolectando bayas cerca de aquí y volveré esta tarde. Gracias, Chris McCandless. Agosto.»
No obstante, no fue hasta el 6 de septiembre cuando finalmente, pudo hallarse su cuerpo en el interior de un saco de dormir. Pesaba poco más de 30 kilos. Fue un viaje intenso y peculiar que duró poco más de dos años desde que partió de su California natal, un reto a la supervivencia que no pudo afrontar del modo que hubiera deseado, no obstante, su vida errante pudo seguramente enriquecer su espíritu tal y como él deseaba.
Aunque la debilidad progresiva, el hambre, y una posible parálisis de sus piernas a causa del latirismo, de una alimentación deficiente donde no se puede excluir la ingesta de semillas tóxicas, pudo perfectamente actuar como «un todo» mortal, que se llevó la vida de Chris McCandless, o Alexander Supertramp, como él solía llamarse. Tenía 24 años.
Sean Penn se inspiró en su historia para llevar al cine la interesante película «Into the wild» (2007). Si te ha gustado la historia de este joven, conoce también la triste historia de los enamorados de Auschwitz.