En 2016, Serguéi Bulat, jefe del laboratorio de criobiología de la Universidad de Física Nuclear de San Petersburgo, anunció el descubrimiento de una nueva forma de vida en la Antártida: una bacteria hallada en un lago subglacial al que pudo accederse luego de perforar cuatro kilómetros de hielo.
¡Una nueva forma de vida en la Antártida!
Con 14 millones de kilómetros cuadrados, en los que la superficie de España cabría unas 28 veces, y el 10% de la superficie terrestre, cubierta por el 90% del agua dulce del planeta, mayormente congelada, y grandes áreas todavía sin explorar, no debería ser una novedad el descubrimiento de una nueva forma de vida en forma de bacteria; pues además, aún existen centenares, quizás miles de especies microscópicas sin identificar o clasificar, en otros rincones menos desolados y extremos de la Tierra.
Sin embargo, hay un par de detalles que hacen especial a w123-10, como bautizaron a esta nueva integrante del catálogo de la vida terrestre: la primera es que sólo un 86% de su genoma es similar al resto de los organismos conocidos, el porcentaje restante es nuevo para la ciencia. Este hecho hace a esta nueva bacteria un ser extremadamente interesante para los genetistas. La segunda singularidad es el lugar donde se encontró: el lago Vostok.
Entre 1959 y 1964 los soviéticos realizaron varias expediciones científicas a la Antártida en la que realizaron sondeos geológicos. No hay que olvidar que la mayor parte del continente está cubierta por una capa de hielo con un grosor promedio de 2.500 metros, aunque en algunas regiones puede duplicar esta medida. Fue a partir de los datos recogidos entonces que el geógrafo ruso Andréi Kapitsa sugirió la posible existencia de un lago a unos 4 kilómetros de profundidad, pero no sería hasta 1994 cuando la existencia de un lago de agua líquida bajo una capa de 4.000 metros de profundidad pudo determinarse con certeza, y bautizarse con el nombre de lago Vostok (el Vostok fue uno de los dos barcos rusos que descubrió y exploró el continente antártico en 1820).
En 2012 los científicos rusos iniciaron una perforación y alcanzaron a tomar muestras de agua en la que de inmediato encontraron vida. La nueva forma de vida se encontró en la superficie del taladro cuando se realizaba una segunda perforación, debido a que la primera se había congelado.
Este lago subterráneo sería el único ejemplo en la Tierra de lagos u océanos similares en satélites de Júpiter (Europa, Calisto y Ganímedes) y Saturno (Encelado), y apoyaría las teorías que apuntan a la posible existencia de vida en estos espacios aparentemente hostiles.
El descubrimiento de w123-10 es otro motivo para continuar promoviendo el estudio y la investigación de este lugar tan extremo de la Tierra, capaz de proporcionarnos información, y hasta esperanza, de hallar vida en otros lugares del sistema solar.
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