Ángel Nieto ganó 12+1 campeonatos del mundo de motociclismo, nunca 13, un número maldito para los más supersticiosos. Si buscas la fila 13 de un avión difícilmente la encontrarás, ya que las aerolíneas prescindieron de ellas, aunque en países como Italia hay quien cree que el 13 trae surte. Pero si nos vamos a Japón, el 13 es un número más. Allí, el 4 y el 9 son los números malditos, hasta el punto que en ningún hospital japonés existen las plantas 4 y 9.

La razón es simple: en japonés, el número 4 y la palabra “muerte” se pronuncian de una manera muy parecida, así que no es de extrañar que en los hospitales se intente evitar esta homofonía que en algún caso incluso puede inducir al error. Una explicación parecida tenemos con el noveno piso, ya que el número 9 y “dolor” también se pronuncian de forma similar. Si estar ingresado en el hospital es desagradable, no es de extrañar que en Japón intenten hacer la estancia más llevadera suprimiendo estos dos pisos.

42

Pero el rastro de la superstición en los hospitales japoneses va más allá de la ausencia de los pisos 4 y 9. Si buscas la habitación 42 no la encontrarás. Este número se pronuncia shi-ni, que se podría traducir como “prepararse para morir”, así que mejor pasar de la 41 a la 43. Aunque si estás en maternidad tampoco encontrarás la 43, un número prohibido en esta sección del hospital. 42 se pronuncia shi-zan, y suena parecido a “parto muerto”.

Una superstición más allá de los hospitales

El rechazo a estos dos números también se nota en el mercado inmobiliario. Si un particular decide poner su piso a la venta y este está en el cuarto o el noveno piso del edificio no solo tardará mucho más en venderlo que si el piso estuviese en cualquier otra planta del edificio, también lo venderá más barato de lo que lo harían sus vecinos de arriba o de abajo.

9

Pese a la fobia que los japoneses le tienen al 4 y al 9, la gran mayoría de ellos asegura que no son nada supersticiosos. Quizá así se explique que el cuarto hijo varón se llame Shirō. En la sociedad nipona acostumbran a llamar a sus hijos por números según el orden en el que nacen, pero un hijo es un hijo y aquí no hay superstición ni número maldito que haga cambiar de opinión a las madres.