El siglo XIX en Inglaterra fue muy prolífico en descubrimientos, en modas e incluso en los peinados; hasta las profesiones de la Era Victoriana fueron extravagantes, tanto, que te presentamos estas 5, a ver qué te parecen.
5 extrañas profesiones de la Era Victoriana que no sabías que existieron
1. Barrendero de travesías
A ver, suena bastante extraño, pues no se trataba nada más de barrer las calles. Aparentemente, los aristócratas ingleses no soportaban la suciedad de las calles que se les adhería a sus ropas, y para resolver ese problema se creó este puesto de trabajo, que consistía en que una persona, generalmente niños o ancianos, barriera un determinado cruce de calles.
Cada vez que un aristócrata o rico se acercaba, el barrendero debía limpiar la travesía de modo que ningún vestido se ensuciara. Fue un trabajo bastante común entre personas inválidas, pues no requería de ninguna preparación, y el esfuerzo físico era casi nulo. Este barrendero limpiaría el camino por donde los ricos pasaran hasta que éstos llegaran a su “territorio”, y entonces recibiría una módica suma –verdaderamente módica, casi mísera–, y a continuación sería sustituido por otro barrendero del vecindario.
Claro que con el tiempo se formaron bandas para resguardar las calles de otros barrenderos rivales; a veces la policía protegía a barrenderos de cruces particularmente lucrativos, para mantener el nivel de ciertas calles.
No a todos los ricos les gustaba la existencia de ese trabajo, pero dada la suciedad de las vías londinenses, esta profesión no desapareció sino a finales del siglo XIX.
2. Recolector de sanguijuelas
Podría parecer una de las profesiones de la Era Victoriana menos glamorosa, y en efecto así era. Durante el siglo XIX, las sanguijuelas eran ampliamente utilizadas por todos los médicos para tratar casi cualquier enfermedad, por lo que se necesitaba una gran cantidad de ellas.
Para ello, el recolector (o recolectora, porque por lo general era una mujer) debía introducirse durante horas en estanques llenos de estos animales, hasta tener las piernas y brazos cubiertos por completo. Muy frecuentemente presentaban heridas por meses y sufrían de pérdida de sangre, y por eso optaban por usar caballos viejos para lo mismo.
Más de 42 millones de Hirudo medicinalis fueron exportadas de Inglaterra a Francia, y a mediados del siglo casi desaparecieron.
3. El come-pecados
Existía en Gran Bretaña una creencia, entre la gente común, de que cuando alguien moría otra persona debía comer sobre el pecho del cadáver para absorber los pecados que hubiese cometido en vida.
Hasta mediados del siglo se pensaba que el come-pecados facilitaba el acceso al cielo al fallecido, y podría evitar que el alma de quien muriera repentinamente quedara vagando por los campos.
Naturalmente, los candidatos para este trabajo eran los mendigos, que no rechazarían un plato de comida caliente, aunque fuera sobre el pecho de un cadáver. Por lo general, cada barrio tenía su propio come-pecados, pero progresivamente fueron estigmatizados, pues también se creía que mientras más hacían su trabajo mayor mal acumulaban dentro de sí. Si bien esta costumbre, que entraría dentro de las profesiones de la Era Victoriana, conceptualmente era una tarea religiosa, no estaba avalada por ninguna iglesia, y al respecto la iglesia anglicana se hizo la vista gorda, y prefirió que esta tradición muriese lentamente y de forma natural.
4. Desenrollador de momias
No es un secreto que la egiptomanía surgió en el siglo XIX en Inglaterra, gracias a las numerosas expediciones hechas por ingleses a Egipto, y gracias a los pocos escrúpulos mostrados hacia culturas distintas.
Se creó una curiosa moda, la de los grandes eventos para desenrollar momias. Para eso, compraban momias antiguas egipcias mientras miles veían cómo eran despojadas lenta y sistemáticamente de sus mortajas.
Thomas Pettigrew fue uno de los que se hizo famoso con este tipo de profesiones de la Era Victoriana; compró y exhibió innumerables momias, y en los shows, mientras desenvolvía las momias, daba conferencias sobre la cultura egipcia. Y si alguien estaba interesado en oler 4.000 años de muerte, pasaba muestras de la venda entre el público.
Los arqueólogos modernos han descubierto que muchas de aquellas momias eran falsificaciones.
5. Despertadores o tocadores de aldaba
En una época en donde aún no existían los despertadores a nivel masivo, la clase trabajadora dependía de los tocadores de aldaba para levantarse temprano y llegar a tiempo al trabajo.
Estos tocadores de aldaba recorrían la ciudad despertando a la gente, y dado que muchos obreros vivían en edificios altos, se valían de largos postes con punta de metal para golpear las ventanas de los dormitorios. Al lado de las ventanas, los clientes colocaban losas de pizarra donde escribían la hora en la que querían ser despertados.
Los tocadores de aldaba no se retiraban hasta que la persona ya estaba despierta, y una que otra vez ocurría que el cliente no estaba en su casa sino en un burdel, y así toda la calle se enteraba. Incluso algunas fábricas llegaron a contratar a estos despertadores personales para asegurar que los obreros llegasen a tiempo, pero una vez que los relojes de alarma se impusieron, la profesión dejó de tener sentido.
Como vemos, el auge de las tecnologías, en cualquier época, ha supuesto la apertura de nuevos campos de trabajo, desde que el ser humano comenzó a fabricar herramientas en el Neolítico hasta el día de hoy, en que internet facilita el trabajo en casa.
Por eso, te recomendamos estos trabajos del futuro que aún no existen, y carreras universitarias supercuriosas.