Joseph Goebbels, la mente maestra tras del monstruo propagandístico del Tercer Reich entre 1933 y 1945, no era especialmente conocido por ser un sujeto dócil, de carácter simpático. La severidad que le caracterizaba le brotaba inclusive en el rostro, áspero e impasible la mayor parte del tiempo, captado a sus anchas por fotógrafos durante sus apariciones públicas.
Uno de estos retratos, hecho por el lente de Alfred Eisenstaed, se convirtió en el más famoso. La imagen transmitía como ninguna otra la mirada del desprecio, los ojos del odio de Goebbels, alimentado por el profundo antisemitismo que promovería más tarde en las campañas de Adolf Hitler.
Los ojos del odio de Goebbels
Transcurría el año 1933, en la 15º conferencia de la Liga de las Naciones en Génova, cuando Alfred Eisenstaedt, fotoperiodista designado para cubrir junto a otros corresponsales el encuentro de los líderes nazis, apuntó una cámara sobre Joseph Goebbels, grabando para siempre en su cinta fotográfica el retrato inequívoco del odio visceral, arraigado en el ministro de propaganda de Hitler y en toda su cuadrilla.
El hombre que lo fotografiaba era un judío de origen alemán, dedicado al periodismo fotográfico después de haber renunciado a la carrera militar por haber sufrido graves lesiones en las piernas en la Primera Guerra Mundial. Einsenstaedt, al igual que otra decena de miles de judíos, tuvo que emigrar de la Alemania Nazi hacia Estados Unidos para huir a mediados de la década de los 30’ de la desgracia que bañó de sangre al pueblo judío.
El agudísimo instinto de Goebbels, digno de un acérrimo antisemita, le permitió reconocer de inmediato al enemigo. Según rescató de sus recuerdos el titular de una de las fotografías más famosas de la historia, Goebbels sonreía momentos antes de que advirtiera su presencia en el jardín del hotel donde se encontraban reunidos. Al verlo, las huesudas manos del político alemán enseguida se aferraron con fiereza a la silla donde reposaba, y el lenguaje corporal le cambió con brusquedad.
“Él estaba mirando hacia alguien a mi izquierda, de repente me vio y le fotografié. Su expresión cambió. Ahí tenemos los ojos del odio. ¿Era yo un enemigo? Detrás de él estaba su secretario privado, Walter Naumann, con perilla, y el intérprete de Hitler, el Dr. Paul Schmidt. Me han preguntado cómo me sentí fotografiando a estos hombres. Naturalmente, no muy bien, pero cuando tenía una cámara en la mano, no conocía el miedo.”
La tensión entre ambos se sostuvo por unos momentos, hasta que Goebbels prefirió retomar la conversación con los presentes y Einsenstaedt siguió su camino, sin imaginar que la foto de los ojos del odio de Goebbels se convertiría en una de las tantas imágenes icónicas que reseñan la Segunda Guerra Mundial, a la par de la inolvidable fotografía del beso entre el marinero y la enfermera besándose en el Times Square, realizada por el mismísimo Einsenstaedt, quien falleció en 1995 a la edad de 96 años.
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