A la mayoría de nosotros nos encantan las leyendas. Esas narraciones, que según la definición se han transmitido de generación en generación ya sea de manera oral o por escrito, combinan elementos naturales y sobrenaturales haciéndolas singulares. Las leyendas se sitúan en un punto intermedio entre los sucesos reales y los míticos ya que asientan sus bases en dos elementos que son familiares a la comunidad en la que nacen: el lugar y el tiempo en que suceden. Entre este tipo de relatos hemos escogido 2 Leyendas cortas de Amor impresionantes para que sientas la pasión y te conmuevas con ellas.
2 Leyendas cortas de Amor
Hemos elegido 2 leyendas cortas de amor muy enraizadas en dos ciudades españolas de rica tradición histórica: Teruel y Toledo. En ambos casos se pueden ver en dichas urbes elementos relacionados con esas leyendas.
Leyendas cortas de Amor: Los amantes de Teruel
La primera de estas leyendas cortas de amor sucedió en la ciudad de Teruel en el siglo XIII. Cuenta la historia que dos jóvenes de distinta posición social se encontraron en el mercado y se enamoraron. Ella, Isabel de Segura, era hija de un rico mercader y él, Diego de Marcilla (en algunas tradiciones se le llama también Juan Martínez de Marcilla) no tenía ni oficio ni beneficio que poder presentar al padre de la chica para solicitar su mano. El joven sabedor de los problemas que representaba la diferente fortuna de ambos para contraer matrimonio, decidió partir para conseguir riquezas. Ambos acordaron darse un plazo de 5 años para que Diego regresara rico y pudiera pedir su mano.
Él se hizo soldado y partió a luchar contra los moros y ella, ante la presión paterna para que contrajera matrimonio, le dijo que había hecho la promesa de mantener su virginidad durante 5 años, hasta cumplir los 20. Transcurrido ese tiempo, se comprometía a casarse según los deseos de su padre. El tiempo fue pasando y por desgracia Isabel no tenía noticias de Diego. No sabía si aún estaba vivo o si por fin había conseguido la fortuna necesaria. Al cumplirse los 5 años, el padre exigió a Isabel que cumpliera su promesa y la casó con un prohombre turolense. El mismo día de la boda, Diego regresó rico a la ciudad, pero ya era demasiado tarde. Debido a una serie de impedimentos no había llegado a tiempo. Por la noche se presentó en la cámara en la que dormía la pareja y le pidió a Isabel un beso diciéndole: «Bésame que me muero». Ella le negó el ósculo por cumplir con los votos conyugales y, a los pies del lecho, Diego expiró.
Isabel despertó a su marido y le contó lo ocurrido. Entre ambos trasladaron el cuerpo de Diego a la casa de su padre para ahorrarse complicaciones, pero Isabel no paraba de pensar en el joven y en lo que la había querido y en todo lo que se había esforzado por conseguir su mano y lamentaba no haberle dado un beso y así haber salvado su vida. Al día siguiente, movida por un impulso, antes de que lo enterraran se dirigió a la iglesia en la que estaba el cuerpo de Diego y se acercó a él besándolo durante un largo rato. Las mujeres que estaban allí, extrañadas de que una joven que no era familia del finado estuviera tanto tiempo sobre él, se acercaron y la encontraron muerta. Al besar a Diego había muerto como su amor. La reconocieron y avisaron a su esposo. Éste explicó su historia de amor con Diego y ambas familias decidieron enterrarlos uno al lado del otro. Juntos para la eternidad.
Esta es una de las leyendas cortas que ha inspirado a más autores para crear obras literarias o artísticas en España y si viajas a Teruel podrás ver el Mausoleo de los amantes en la iglesia de San Pedro.
Leyendas cortas de Amor: El Cristo de la Vega
En la segunda de estas leyendas cortas de amor, nos trasladamos a Toledo a principios del siglo XVII. Cuenta la leyenda que dos jóvenes llamados Inés de Vargas y Diego Martínez se enamoraron y se hicieron amantes. El padre supo que la honra de su hija había quedado mancillada y ella le pidió a Diego que la reparase. Él le dijo que como soldado tenía que partir en breve a Flandes, pero le dio promesa de matrimonio ante el Cristo de la Vega a las afueras de Toledo. En concreto le prometió que se casarían un mes después de regresar. Como vimos en Supercurioso en el artículo Barragana | Una «mujer legítima» según los antiguos fueros y costumbres, este tipo de promesa equivalía a un verdadero matrimonio. Inés estuvo tres años esperando el regreso de Diego sin resultado, hasta que un día lo vio entrar en Toledo con unos caballeros. Corrió hacia su caballo con el corazón henchido de amor, pero él la miró como si no la conociera e hizo girar al caballo en otra dirección. Su posición social había cambiado y ya no estaba interesado en Inés ni recordaba su promesa.
La joven, con las ilusiones rotas, acudió al gobernador de Toledo, don Pedro Ruiz de Alarcón, para que intercediera. Éste le pidió testigos y ella le dijo que sólo había uno: el Cristo de la Vega. El gobernador citó a Inés y a Diego en la ermita, a la que acudieron además numerosos vecinos de Toledo. Se arrodillaron todos ante el Cristo y D. Pedro preguntó a la imagen:
«Jesús, hijo de María,
ante nos esta mañana
citado como testigo
por boca de Inés de Vargas,
¿juráis ser cierto que un día
a vuestras divinas plantas
juró a Inés Diego Martínez
por su mujer desposarla?»
En ese momento se movieron los labios del Cristo y se oyó una voz que decía:
«Sí, juro»
El brazo derecho del Cristo de la Vega se desclavó del madero y quedó en ademán de jurar sobre los autos. La honra de Inés quedó lavada, pero ambos protagonistas impresionados por lo ocurrido, decidieron tomar los hábitos y desde aquel momento dedicar sus vidas al servicio de Dios.
Si queréis conocer íntegra esta segunda de las leyendas cortas de amor que os presentamos, podéis leer en este enlace la versión que hizo de ella José Zorrilla con el título «A buen juez, mejor testigo».
¿Conocías estas dos leyendas cortas de amor? ¿Sabes otras leyendas cortas que quieras que investiguemos y compartamos con los seguidores de Supercurioso? ¡Esperamos tus propuestas!