Las Bombas que EE.UU. lanzó sobre Hiroshima y Nagasaki pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial en el el Pacífico. Entre ambas ciudades fallecieron en el acto cerca de 120.000 personas y antes de acabar 1945 habían muerto 125.000 más como consecuencia de los bombardeos. Los heridos en un primer momento superaron los 130.000 y muchas personas fallecieron en años sucesivos como consecuencia de la radiación. Entre los afectados un grupo de chicas conocidas como las Doncellas de Hiroshima padecieron importantes secuelas.
En Supercurioso te hemos hablado ya de otras historias relacionadas con este trágico acontecimiento, como la de Sadako Sasaki, pero hoy queremos profundizar en la impactante historia de 25 jóvenes japonesas afectadas por la bomba de Hiroshima. Acompáñanos a descubrirla.
Las Doncellas de Hiroshima
El 6 agosto de 2020 se cumplirán 75 años del lanzamiento de la Bomba Atómica sobre la ciudad de Hiroshima. Los muertos se contaron por miles y los heridos también. Hiroshima era una ciudad que el comité encargado de elegir el destino de las bombas describió como «…un importante depósito de armas y un puerto de embarque en el centro de un área urbana industrial. Es un buen objetivo en el radar y tiene el tamaño suficiente para que gran parte de la ciudad pueda ser exhaustivamente dañada.» Pero Hiroshima era más que un objetivo, el 6 de agosto de 1945 era el hogar de aproximadamente 255.000 personas que vivían y trabajaban mayoritariamente en casas y talleres de madera.
Cuando la bomba atómica, a las 8 de la mañana, impactó sobre la ciudad, mató e hirió no solo a adultos, sino también a niños y adolescentes. Las llamadas Doncellas de Hiroshima eran un grupo de 25 chicas japonesas que padecieron los efectos de la bomba atómica cuando eran niñas y adolescentes. Como resultado de ello y debido al destello térmico quedaron seriamente desfiguradas. Su caso fue mundialmente conocido y diez años después de sufrir el bombardeo atómico, viajaron a los EE.UU. para someterse a una cirugía reconstructiva que les permitiera hacer una vida más o menos «normal».
Las jóvenes formaban parte de la legión de Hibakushas que significa «persona bombardeada» que además de padecer física y psíquicamente los resultados del bombardeo, fueron repudiados por sus propio paisanos que creían que sus enfermedades resultado de la radiación eran contagiosas y no fueron apoyados económicamente para tratarse. En el caso de las Doncellas de Hiroshima las quemaduras cicatrizaron como «queloides» y desfiguraron sus rostros y dejaron sus manos prácticamente inmóviles en forma de garras. Los queloides se forman cuando el tejido cicatrizal de la piel crece de una forma exagerada en el lugar donde hay una lesión cutánea. Otras cicatrices hipertróficas con el tiempo se aplanan e incluso casi desaparecen, pero los queloides no.
En 1945 y en años posteriores, en Japón, las mujeres tenían aún pocas posibilidades de salir adelante más allá del matrimonio. Las niñas y jóvenes que la bomba desfiguró perdieron esa posibilidad. Además de los efectos psicológicos tuvieron que enfrentarse al rechazo social. Sus padres las escondían, la gente las miraba por la calle y no conseguían ningún trabajo. A algunas las quemaduras de la bomba las había dejado sin nariz, sin ojos o con grandes quemaduras por todo su rostro y cuerpo.
Un ministro metodista llamado Kiyoshi Tanimoto que era él mismo superviviente de la bomba atómica, reunía en su parroquia grupos de afectados por la explosión. Viendo que había varias jóvenes en una situación parecida, propicio la creación de un grupo de apoyo en el que compartían sus experiencias e inquietudes y que más adelante fue conocido como las Doncellas de Hiroshima. El ministro empezó a recaudar fondos para que las jóvenes pudieran acceder a la cirugía estética con el fin de procurarles un futuro mejor. La cirugía reconstructiva se centraba en el rostro y especialmente en las manos.
Algunas de ellas fueron operadas en Japón, pero la cirugía estética en ese país no estaba tan avanzada como en los EE.UU. por lo que recabó la ayuda de un periodista y editor estadounidense llamado Norman Cousins y en 1953 empezaron a recaudar fondos para llevar a las Hiroshima Maidens a EE.UU. 25 de ellas se desplazaron y fueron operadas en el Hospital Mount Sinai de Nueva York. Cousins aprovechó esta circunstancia para publicitar la visita de las chicas y trabajar en favor del desarme nuclear del que era un acérrimo defensor.
Fueron un total de 138 operaciones a 25 mujeres que estuvieron en EE.UU. más de 18 meses. Cuando regresaron a su país pudieron de alguna manera reconstruir sus vidas. Algunas se casaron y otras se dedicaron a labores sociales, en su viaje a EE.UU. demostraron su agradecimiento y abogaron por el desarme nuclear. En ningún momento el gobierno estadounidense pidió perdón, ni que fuera a título personal, por las terribles circunstancias que vivieron las Doncellas de Hiroshima. Otras muchas personas, jóvenes y mayores, no tuvieron la suerte de las Doncellas y vivieron durante decenios víctimas del rechazo social. ¿Habías oído hablar de las Doncellas de Hiroshima? ¿Conoces otras historias sobre supervivientes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki? ¡Compártelas con nosotros! Estaremos encantados de leerlas.