Hay libros por los que vale la pena llorar, querer o reír; inyectarse una intravenosa de sueños o también, por qué no, de realidad. Pero, ¿habrá libros por los que valga la pena matar? Por si las dudas, ponga a salvo sus mejores ejemplares y acompáñeme a conocer la respuesta.
La vida de Fray Vicens en el claustro
Entregado por Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, a un grupo de monjes bernardos en 1149, el Monasterio de Poblet se erige en la comarca de la Cuenca de Barberá en Tarragona, España. La construcción, con varios siglos de existencia, ha cumplido otros roles además de la vida clerical. Fue cementerio real de la Casa de Aragón y también albergó una maravillosa biblioteca, producto de las donaciones del rey Pedro III que, entre ejemplares inéditos y joyas literarias, entregó más de cinco mil títulos a los monjes.
Fue precisamente ahí, entre muros y libros, donde Fray Vicens debió pasar sus años mozos. Poco se sabe sobre este fraile, pero si alguna característica ha logrado sobrevivir el paso de los años, es su intensa bibliomanía. Vicens, además de ser un profundo lector, era un obseso de los libros. ¿Qué mejor regalo para un bibliómano que tener a su alcance la biblioteca de un antiguo rey?
Se desconoce cómo y cuándo llegó al monasterio, lo que sí se sabe, casi con certeza, es que lo abandonó en 1822, cuando el recinto fue puesto en venta debido a la crisis política del siglo XIX en España y los monjes fueron expulsados por un grupo de liberales. Durante los dos años siguientes el monasterio sufrirá toda clase de saqueos e incendios.
La librería de Fray Vicens
Si usted pensó que el romance entre los libros y Fray Vicens había llegado a su fin con la expulsión del monasterio, está equivocado. Una vez fuera del claustro, nuestro monje se asienta en Barcelona y busca la manera de sobrevivir en la gran ciudad. Debe haber pensado en todo, desde buscar un nuevo monasterio, hasta abandonar el hábito. Por lo visto, la crisis no duró mucho y en cuestión de meses, Vicens, abrió una librería.
¿Cómo obtuvo el capital? Todavía es un misterio, algunas voces aseguran que pudo rescatar varios ejemplares de la biblioteca real. El hecho es que la librería de Fray Vicens logró convertirse en la más importante de su tiempo y ser destino obligado de cualquier coleccionista ambicioso. Además de la atmósfera rústica y sobria (se cree que la librería era un cuarto modesto y oscuro) la sapiencia y cultura del monje hacían que nadie saliera sin gastar una fortuna.
Los asesinatos
Fue en septiembre de 1836 cuando los cadáveres comenzaron a aparecer, uno por uno, en distintos rincones de Barcelona. ¿El rasgo común? Hombres acaudalados, con un acervo cultural amplio y, ¿lo adivinan? Clientes de Fray Vicens. Se sabe que las víctimas fueron doce y que murieron por diferentes causas, algunos acuchillados, otros estrangulados y uno, incluso, calcinado.
La población estaba aterrada: un bachiller alemán, un joven aristócrata, un afamado poeta y un librero, entre otros, habían sido asesinados de manera misteriosa. Como ocurre siempre que las víctimas son pudientes, la policía no soportó la presión social y trazó una investigación con sus mejores hombres.
La confesión de las causas
Las babuchas del magistrado pisando las baldosas, debieron sorprender al fraile que, primero preguntó qué tipo de libro estaba buscando y después, al no recibir respuesta, ofreció aquellos ejemplares que estuvieran al alcance de tan distinguido caballero. El magistrado completó el recorrido por la modesta cueva y observó sobre un estante un ejemplar del Fuero de Valencia. Apenas escucharon el silbido, los policías entraron al lugar y el librero fue arrestado.
Ya en los tribunales, Fray Vicens, que había dejado de ser un monje para convertirse en un anciano poderoso y elegante, no vaciló en confesar sus crímenes. Narró cómo fue que las víctimas llegaban a su librería y ofrecían precios estratosféricos por adquirir ciertas obras. Primero, él se negaba por el profundo amor que lo ligaba a sus libros pero la ambición lo dominaba y cuando el monto parecía irrebasable cedía. Minutos después, arrepentido, perseguía al cliente y suplicaba revertir el trato. Al escuchar la negativa, el fraile sacaba un cuchillo o una cadena y cortaba de tajo la vida del comprador. Luego retiraba el ejemplar y se despedía del cadáver dándole la extremaunción.
La última página
Lejos de su antiguo monasterio y de la rectitud que algún día lo había distinguido, Fray Vicens es condenado a muerte tras ser declarado culpable de los asesinatos. Fue en el garrote vil, un instrumento con el que se aplicaba la pena capital y que consistía en colocar un collar de hierro sobre el sentenciado y después hacerlo girar hasta que el cuello se rompiera, donde el antiguo monje dejó escapar el más valioso de sus libros: la vida.
Cuando la prensa abordó al magistrado para saber qué lo hizo sospechar del fraile, el funcionario habló sobre el Fuero de Valencia, la obra que Vicens escondía en su estante. A días de la investigación, sus hombres descubrieron las pugnas internas entre las víctimas para conseguir el libro y su fallido intento por adquirirlo. Sólo un hombre como Vicens recuperaria el ejemplar sin darle importancia al dinero, diría.
Arriba el telón
El 23 de octubre de 1836, la noticia corre por las calles más importantes de Europa al ser publicada en la Gaceta de los Tribunales de París y, una semana más tarde, se readapta por un pasquín llamado “El ladrón” (La Voleur). La nota fue a parar a manos de un joven escritor que, con sólo catorce años, encontraría en el librero asesino, la historia ideal para el que hoy sabemos sería su primer cuento publicado, ¿su nombre? Gustave Flaubert.
La noticia también inspiró a Jules Janin que, al igual que el autor de Madame Bovary, falleció sin saber que la historia del librero asesino de Barcelona era falsa. Sí, aquí es donde todos nos desinflamos y derruimos el terror repentino que comenzábamos a sentir por nuestro librero o bibliotecario de cabecera.
En 1927, el destacado editor R. Miguel I. Planas, expuso las pruebas que delataron a Charles Nodier como el “troll” literario en cuya mente nació Fray Vicens y que publicó la noticia como si fuera un evento real. Nodier, además de un bibliómano empedernido, fue un excelente escritor y se codeaba con autores de la talla de Victor Hugo, Balzac, Dumas y Gautier, entre otros.
En 1827, cien años antes de que su travesura quedara al descubierto, Charles Nodier viajó a Barcelona junto a su familia con el fin de adquirir libros a bajos precios. El colmilludo francés sabía que España atravesaba una crisis política y que los enfrentamientos entre liberales y absolutistas iban a provocar que cientos de libros valiosos fueran a parar a las librerías de viejo. La decepción de Nodier fue magna al no descubrir ni una sola ganga y regresó a Paris con las manos vacías. Años más tarde urdiría su venganza.
Hoy por hoy, sabemos que Fray Vicens nació y murió en el papel, pero una interrogante queda en el tintero, ¿habrá libros por los que valga la pena matar? Entre que son peras o manzanas yo le recomiendo andarse con cuidado y no provocar a ningún bibliómano.
Y usted, ¿qué sería capaz de hacer por sus libros? Si eres un verdadero amante de la literatura, querrás saber por qué nos gusta tanto el olor de los libros.