En una ocasión te hablamos de Alicia en el País de las Maravillas, una historia que muchos han relacionado con el consumo de sustancias alucinógenas. En este sentido, esta vez, queremos fijarnos en la historia y el estudio de una de ellas el LSD. ¿Nos acompañas en esta delirante travesía?
Viajando con LSD por los países socialistas
Podría ser el argumento de una novela de Milan Kundera: un médico de la Checoslovaquia socialista de principios de los sesenta, con entrenamiento en psicoanálisis, entra en contacto casi por casualidad con una sustancia alucinógena producida por los laboratorios suizos Sandoz, para ser probada en pacientes de hospitales psiquiátricos.
Él mismo se ofrece como conejillo de indias y esta experiencia con el LSD lo afectará profundamente tanto en lo profesional como en lo personal.
Stanislav Grof, así se llama nuestro médico checo nacido en 1930, estaba convencido de que esta nueva droga podía “cerrar la brecha entre el brillo teórico del psicoanálisis y su falta de efectividad terapéutica”.
Por este motivo, comenzó a estudiar sus efectos en pacientes con distintos trastornos: en otros médicos, en artistas y en él mismo.
Un viaje más allá de la cortina de hierro
Esta investigación lo llevará eventualmente a los Estados Unidos, un par de años antes de que los rusos sofocasen con sus tanques la “Primavera de Praga”, y a ser uno de los miembros fundadores de la Psicología Transpersonal.
LSD y la experiencia religiosa
Grof observó que algunos estados y vivencias producidos por el uso del LSD eran muy similares a otros narrados por místicos o descritos en textos sagrados de diversas religiones de todo el mundo (y éste será uno de los caminos que lo llevará a la psicología transpersonal).
Por otro lado, la reiteración de algunas fases del “viaje” con el LSD, lo llevó a elaborar un “mapa del inconsciente”, donde había una tendencia a volver sobre las vivencias en torno al nacimiento, que ya Grof había estudiado anteriormente a través del discípulo de Sigmund Freud, Otto Rank y su Teoría del Trauma del Nacimiento.
De la cuna a la tumba
A mediados de los setenta el cosmólogo y difusor científico Carl Sagan se apoyó en la teoría de Grof para explicar las frecuentes experiencias cercanas a la muerte, como la llamada “luz al final del túnel”.
Para Sagan, el cerebro de una persona colocada en este trance sufre una especie de reinicio o regresión, y revive la experiencia del nacimiento: el proceso de salida, la luz externa y nuestros seres queridos esperando para recibirnos al final.
Esta teoría ha sido fuertemente cuestionada, aunque sin duda hay cierta poesía en el hecho de que el nacimiento y la muerte sean experiencias similares.
Un viaje a través de la respiración
Stanislav Grof debió reemplazar el ácido lisérgico, cuyo uso fue declarado ilegal en los setenta, por técnicas de respiración holotrópica (hiperventilación combinada con música de meditación), con las que pueden alcanzarse planos semejantes a los producidos por el LSD.
En una ocasión declaró:
«No somos simplemente máquinas biológicas y animales muy evolucionados, sino también campos de conciencia sin límites que trascienden el tiempo y el espacio. En dicho contexto, la espiritualidad es una dimensión importante de la existencia, y ser consciente de este hecho es algo deseable en la vida humana.»
Sin duda, los efectos de plantas alucinógenas, como el peyote o la ayahuasca, también se han usado para explorar nuestras profundidades espirituales. Estas “ayudas” externas (naturales o preparadas en laboratorios, como el LSD) contribuirían a sanar nuestras maltrechas psiques, afectadas desde siempre por el trauma del nacimiento y la inevitable muerte.
Si te gustó el tema, quizá quieras leer sobre el cannabis y sus propiedades medicinales.