Los refranes y dichos populares son expresión cultural de los diversos pueblos que habitan el mundo. En numerosas ocasiones, Supercurioso ha tocado el origen de ciertos dichos, como por qué echamos un polvo, o de dónde viene la victoria pírrica.
Siguiendo esa línea, hoy traemos también los orígenes curiosos de ciertos refranes españoles que han traspasado los límites oceánicos y se han establecido en América, como parte de ese gran conglomerado que supone el mundo hispanohablante.
¿Andas “de capa caída”?
Andar de capa caída alude actualmente al ánimo decaído que sufre una persona por estar triste, angustiado o preocupado. Sus orígenes se remontan a la época romana, específicamente a la expresión del derecho «capitis diminutio» (capital disminuido) que señalaba la pérdida total o parcial de los derechos al propio capital por haber contraído deudas, generalmente por juego o enfermedad.
La tradición la convirtió en capa caída, ya más tarde, haciendo referencia a la prenda de vestir estilada durante varios siglos y que era una seña visible de la condición social de la gente. Así, pues, la forma en que los hidalgos llevaban la capa (especialmente los empobrecidos) revelaba su estado de ánimo: al perder los favores de la corte, o sufrir mal de amores, o tener deudas de juego que no podían pagar, llevaban la capa arrastrada por el piso, ya que no sentían el menor interés en cuidar su imagen.
“¡Vete al carajo!”
¿Adivinas? Pues sí, su origen es claramente marítimo. El carajo es la cesta o canasta situada en el palo mayor de las embarcaciones (llamado también verga) donde se ubicaba el vigía para tener un mejor panorama del horizonte. Este sitio era el menos deseado por los marineros, pues la cesta era bastante estrecha, difícil de subir y el oleaje se sentía especialmente fuerte.
Desde el carajo avistó Rodrigo de Triana el Nuevo Mundo y desde el carajo gritó la primera palabra en español en suelo americano: “¡Tierra!”.
Hoy se usa para mandar a alguien a un lugar lejano y nada agradable.
“Pondría las manos en el fuego por ti”
¿Qué es “poner las manos en el fuego”? Su origen tal vez se halla en las Ordalías o Juicios de Dios, en donde era corriente determinar la inocencia o culpabilidad de alguien sometiéndolo a pruebas generalmente asociadas al fuego: poner las manos dentro de una hoguera, o coger brasas ardientes, o permanecer un tiempo considerable bajo el agua; si el enjuiciado salía más o menos ileso, era comprensible que Dios lo consideraba inocente, y entonces no debería sufrir ningún castigo.
Estas prácticas provenían de los pueblos germánicos y el origen de este rito era, claro, pagano. Los casos en que los sospechosos salían indemnes eran sobradamente raros, por lo cual el juicio derivó en farsa ya que siempre el imputado resultaba culpable.
Hoy se dice «poner las manos al fuego» para indicar la confianza total y absoluta en alguien o en algo, la adhesión y la fe ciega en una idea, que incluso a riesgo de quemarse las manos se está dispuesto a meterlas al fuego.
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