Hacer ejercicio al ritmo de un pop animado… bailar con energía al son del merengue y la salsa… entonar las notas altas de una buena ranchera… o bailar un bolero abrazado a tu pareja… Sea cual sea tu género favorito, sin duda los efectos de la música en el cuerpo y el cerebro son verdaderamente extraordinarios. Las melodías tienen el potencial de activarnos y recargarnos de energía, de despertar nuestro espíritu romántico o de llevarnos a lugares de melancolía, de felicidad o incluso de reflexión. En Supercurioso somos amantes de la música en sus más diversos géneros. Desde el rock hasta la clásica, cada expresión artística musical tiene una magia que la convierte en la banda sonora perfecta de nuestros momentos. Pero, ¿Alguna vez te has preguntado por qué nos gusta la música? ¿Por qué nos sentimos irremediablemente seducidos ante una melodía en particular? Pues, en las próximas líneas, te lo contamos. ¡Acompáñanos!
¿Por qué nos gusta la música? La escucha antes del verbo
Existe una hipótesis muy interesante que busca explicar por qué nos gusta la música desde los orígenes mismos de la raza humana, la cual está marcada por una simpleza absoluta: los seres humanos primero aprendemos a escuchar y después a hablar. Esto implica que nuestro sentido del oído experimenta un desarrollo desde los inicios de la vida. Al igual que desde ese entonces es capaz de recibir infinidad de estímulos. El desarrollo de nuestro sentido auditivo es tan vital que una de las recomendaciones más usuales para las mujeres embarazadas es que expongan a su bebé a sonidos de música clásica e incluso a sus propios cantos desde que están en el vientre.
Ahora bien, cuando hablamos de música, no necesariamente nos referimos a una composición en particular, ni menos al último hit del verano. Más bien, es algo mucho más simple: una sucesión de sonidos agradables que despiertan emociones en el ser humano. La música y nuestro gusto por ella son tan antiguos que, incluso, existe una teoría que defiende que el hombre aprendió a andar sincronizando sus piernas al ritmo de la música. El hallazgo del primer instrumento musical de la historia y de otros rudimentarios instrumentos, que coinciden con los fósiles humanos más antiguos, parecen dar fe de esta versión.
La música y el placer cerebral
Más allá del origen de la atracción natural que sentimos todos los seres humanos por las melodías, sea cual sea el género que prefiramos, existe una explicación científica a por qué nos gusta la música. Según el Instituto Neurológico de Montreal, nuestro cerebro dispone de unas regiones implicadas directamente con el placer de escuchar música. Estas regiones y estructuras son las mismas que se activan cuando disfrutamos de realizar otras actividades como comer, beber y practicar sexo. Se trata de un sistema de recompensa, situado en el llamado núcleo accumbens, uno de los núcleos basales que también está implicado en el movimiento.
El placer que nos aporta escuchar música se debe también a la secreción de un neurotransmisor muy conocido: la serotonina. Esta secreción también está implicada en todas las funciones esenciales para las personas. Todo esto nos hace pensar que la razón de porque nos gusta la música es muy simple: se trata de una dimensión básica y natural para nosotros, al igual que lo es el alimentarnos o practicar sexo.
Otro dato curioso que nos ha revelado este estudio es que la dopamina, también conocida como la hormona del amor y la felicidad, está implicada. Según los expertos, la dopamina se libera en un momento preciso de la canción o la melodía, en un instante (o punto) culmen que toda pieza musical parece tener y que, por alguna razón, nos es significativa.
Entonces, la secreción de este neurotransmisor sería ese escalofrío de placer que todos hemos sentido en un instante específico al escuchar la música que más nos gusta. Curiosamente, esta sensación se produce en las mismas regiones neuronales que cuando, por ejemplo, un adicto a la cocaína recibe esa dosis de euforia exógena y letal. ¡Realmente sobrecogedor!
Ahora bien, ese placer de escuchar música ha sido profundamente investigado por la comunidad científica, evaluando sus efectos en el embarazo, a la hora de ejercitarnos o de estudiar y concentrarnos. Incluso, existe una hipótesis denominada el Efecto Mozart, según la cual las personas que escuchan cierta sinfonía con regularidad, aumentan su coeficiente intelectual.
¿Cuánto pagarías por el placer de una canción?
Cuando hablamos de por qué nos gusta la música, lo asociamos a la experimentación de placer o de ciertos estados de ánimo que las melodías nos potencian. ¿Pero, te has preguntado cuánto estarías dispuesto a pagar por una canción? Pues, hace poco, La revista Science nos sorprendió con una investigación increíble. En ella se explicaba que un grupo de científicos había logrado predecir cuánto estaríamos dispuestos a pagar por una melodía que acabáramos de escuchar. ¿Pero, cómo? Te preguntarás.
Para lograrlo, los expertos estuvieron controlando y midiendo la actividad de aquella estructura neuronal antes referenciada; el núcleo accumbens. Ahora bien, para medir su grado de respuesta ante la música, se realiza una resonancia magnética funcional. Los resultados dictaminaban que: a mayor actividad, mayor placer y mayor necesidad por volverla a escuchar. Igualmente, cuanto más gusta la melodía, más activo está el núcleo accumbens.
Cabe aclarar que esta estructura no es la que nos aporta placer, sino que es la que integra todos los estímulos de las otras regiones cerebrales, cargándose de electricidad, para estimular, a su vez, el cerebro. Esto, con el fin de que segregue dopamina, siendo ella la verdadera hada del placer. Midiendo el nivel de actividad del núcleo accumbens se puede saber cuánto nos ha impactado una pieza musical en concreto. Y, en función de ello, cuánto estaríamos dispuestos a desembolsillar para poder escucharla una y mil veces más.
¿Cómo se almacena la música en nuestro cerebro?
Ya hemos visto que la explicación a por qué nos gusta la música obedece a un instinto originario del ser humano y que se asocia con la experimentación de placer. Pero, hay otro dato curioso que bien vale la pena comentar y es la extraordinaria capacidad que tenemos las personas para almacenar música en el disco duro de nuestro cerebro. En este sentido, las investigaciones científicas arrojan que el sistema cerebral de almacenamiento de música es uno de los más interactivos del ser humano.
En efecto, este sistema vive en una constante retroalimentación, que nosotros promovemos a través de la música que escuchamos y que va constituyendo nuestra propia identidad musical. Si somos de aquellos que permanecemos fieles a un artista o un género, y poco nos salimos de ese espacio, nuestra identidad musical se irá haciendo cada vez más específica. Pero, si más bien apostamos a experimentar desde la música clásica, pasando por el rock, la balada y las rancheras hasta llegar a géneros muy localistas como el vallenato o la cumbia, nuestra identidad musical irá ampliando sus fronteras.
Tan importante es el arraigo que tenemos las personas con la música que, incluso para las personas que padecen de Alzheimer, los recuerdos musicales son los que más logran permanecer en sus mentes. Y es justo por eso que muchos tratamientos están enfocados a hacer de la música una aliada para la salud. Y es que, más allá de saber por qué nos gusta la música, habremos de reconocer que los beneficios de la música son notables. Nos ayuda a activarnos y rendir más en los deportes, a reducir el estrés, a relajarnos y tranquilizar nuestra mente, a reflexionar sobre asuntos de nuestra vida. ¡Y mucho más!
En definitiva, cada canción que escogemos, que escuchamos hasta el cansancio y cantamos a todo pulmón, forma parte de nuestra historia como especie y como individuos. ¿Qué te ha parecido nuestro artículo? Déjanoslo saber en los comentarios y, cuéntanos ¿Cuál es tu música favorita? Además, si te ha gustado este tema y buscas un poco más de inspiración melódica, no te pierdas nuestra selección de las mejores frases sobre la música.