El misterio y la leyenda siempre han ensombrecido la historia de una de las órdenes militares más carismáticas de la Historia de Europa. La Orden del Temple fue fundada en el siglo XII, concretamente en el año 1118, con el objeto de dar protección a los peregrinos cristianos que acudían a Tierra Santa. Sus fundadores, Hugo de Payens y Godofredo de Saint-Aldemar, consiguieron numerosos privilegios, financiación, donaciones, así como estar sólo supeditados a la autoridad papal. Entre su fundación y el año 1250, los templarios, con un ejército de unos 30.000 hombres, consiguieron acumular un patrimonio extraordinario compuesto por miles de propiedades, la primera red bancaria internacional y una flota de barcos.
Pero este enorme poder militar y económico fue la clave de su caída en desgracia. Así, el préstamo que en su día efectuaron al rey de Francia, Felipe IV, despertó los recelos del monarca y éste, abrumado por la deuda contraída con los templarios, decidió acusarles de herejía, disolver la orden, quedarse con sus bienes y perseguir a los miembros de la orden. Tras varios años de persecuciones, en 1314 la Orden del Temple quedaba disuelta, se arrestaba a unos 15.000 templarios y el Gran Maestre, Jacques de Molay, era ejecutado en la hoguera en París, justo frente a la catedral de Notre Dame.
¿Llegaron los Templarios a América antes que Cristóbal Colón?
Es justo en ese momento en el que todo comenzaba a desmoronarse para los templarios surge uno de los mayores misterios en torno a ellos. El día 13 de octubre de 1307 partieron del puerto de La Rochelle unos 12 barcos de la flota de la Orden sin que se volviese a saber nada de ellos ni de la Armada de soldados del Temple que huían en ellos. Nunca se supo su destino ni si llegaron a algún lugar. Los Templarios habían adquirido gran pericia y conocimientos de navegación gracias a los viajes que realizan a Tierra Santa desde Europa, así como a las actividades comerciales que desplegaron entre los puertos del Mediterráneo y del Atlántico. Su presencia fue activa en los puertos de La Rochelle, Flandes y puertos de Francia, Portugal, Barcelona, Colliure y Marsella, entre otros, pero no hay constancia clara de hacia qué puerto dirigieron sus naves para escapar de la persecución del rey francés.
Los investigadores han propuesto distintos puntos de destino sin que el misterio se haya conseguido aclarar. Pero este enigma es aún más intrincado, ya que a la incógnita sobre su destino se suma la leyenda de que los barcos cargaban un enorme tesoro y que el Jacques de Molay, el Gran Maestre de la Orden ajusticiado años después, habría acompañado a los flota hasta su destino, retornando finalmente a Francia con el fin de realizar una misión desconocida y de carácter secreto.
La teoría que apunta a que América fue el destino último de la armada de los Templarios casi 100 años antes que Cristóbal Colón es una de las menos creíbles por carecer de pruebas fehacientes, pero sí que resulta llamativa la coincidencia entre este viaje y la leyenda que los nativos de la zona del Yucatán relataron a los conquistadores españoles. Según ésta, los nativos hablaban de que los hombres blancos ya habían estado en sus tierras y conocían el símbolo de la cruz, además de tener la creencia de que algún día llegarían hombres vestidos de metal y ser una de las deidades a las que adoraban, los mayas, el dios Kukulkán, un ser de piel blanca y barba. Unos rasgos fisonómicos por lo menos curiosos dado que los indígenas eran barbilampiños por genética.
Sea como fuere, hay una serie de preguntas que se imponen. Así, si según las estimaciones habrían llegado unos 15.000 templarios a América, ¿no habrían dejado una huella más notable entre los indígenas? Si la llegada de los conquistadores españoles en el siglo XV supuso la entrada de nuevas enfermedades entre los indígenas, ¿este primer contacto con un volumen de europeos tan grande no habría producido un efecto semejante? Y pregunta clave, ¿qué fue de ellos?
Muchas incógnitas que hacen pensar en otros lugares como punto de llegada de los Templarios. Así, los investigadores se inclinan más hacia Portugal, Escocia o Sicilia como destinos más probables.
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