Desde hace varias décadas el tratamiento del autismo se ha topado con una barrera que lo hace ver como una condición inevitable e irreversible, pero esto podría estar a punto de cambiar gracias a nuevas, aunque tal vez polémicas, orientaciones en la investigación de esta enfermedad.

¿Conocías el curioso caso de los monos autistas?

En 2010 un equipo de investigadores de la Academia China de Ciencias del Instituto de Neurociencias de Shanghai introdujo con éxito un gen humano, el MECP2, en óvulos de monos macacos cangrejeros (macaca fascicularis). Los óvulos fueron fecundados y colocados en hembras que posteriormente dieron a luz 8 monitos genéticamente modificados.

Desde hace algunos años hay unos 100 genes que se consideran relacionados con el autismo y uno de ellos es precisamente el MECP2, sobre todo cuando se presenta duplicado o con una mutación. El propósito de los investigadores chinos era reproducir estos síntomas de autismo en los monos para así poder estudiar esta enfermedad en animales más cercanos a nosotros que los ratones de laboratorio.

Esta primera generación de macacos mutantes no convenció del todo al mundo científico, aunque al año de nacidos comenzaron a mostrar síntomas de autismo, como el de moverse sólo en círculos sin prestar atención a los estímulos exteriores, y el mostrar un comportamiento asocial. A pesar de estos indicadores una propuesta de publicación sobre este experimento fue rechazada en 2013, lo que en el mundo académico implica que no hay confianza en los resultados.

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El equipo de investigadores sin embargo no se desanimó y repitió la prueba con una nueva generación de monos creada en tiempo récord (acelerando la maduración sexual de los monos) y volvieron a conseguir comportamientos asociados al autismo en macacos de 11 meses.

Zilong Quiu, biólogo molecular y coautor de los experimentos, cree que el uso de MECP2 en monos permitirá ubicar con mayor precisión qué parte del cerebro es afectada por el gen y plantear nuevos tratamientos para en un futuro cercano atenuar los efectos de esta enfermedad.

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Otros investigadores, en cambio, no son tan optimistas, como Huda Zoghbi, del Baylor College of Medicine de Houston, Texas, y un pionero en la inoculación y estudio del MECP2 en ratones. Zoghbi cree que los resultados no son concluyentes, sobre todo porque los monos inoculados no mostraron otros síntomas asociados a este gen, como el de las convulsiones y el de presentar problemas cognitivos severos.

Aunque China y Japón continúan realizando experimentos con primates para aumentar nuestro conocimiento del cerebro humano, su uso en Occidente sigue causando polémica, aunque no hay que olvidar el caso de los chimpancés que fueron infectados con el retrovirus del HIV.

Sin duda, utilizar animales para la investigación resulta muy controvertido, sobre todo por el sufrimiento que se les puede causar a seres completamente inocentes, aunque también es inevitable pensar que muchos de los descubrimientos y avances en los tratamientos de numerosas enfermedades han salido de estas investigaciones. ¿Qué piensas tú? ¿Conocías el caso de los monos autistas?

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