Los Flagelantes no son unos personajes extraños para aquellos que hayan crecido con una formación cristiana, pues aun sin ser católicos saben que ésta es una forma colectiva de penitencia, asociada, en países como España, Italia o del Nuevo Mundo, a la cuaresma y la Semana Santa.
Lo que tal vez no sepas es que en la Edad Media los Flagelantes fueron un movimiento de numerosos seguidores y que oscilaron entre la devoción y la herejía, y entre la sumisión y la rebelión social.
El Movimiento de los Flagelantes: más personajes oscuros del medievo
Los siglos XIII y XIV de nuestra era en Europa fueron extremadamente agitados y violentos en casi todos los campos del quehacer humano: guerras entre reinos y países, luchas religiosas, levantamientos sociales en las nacientes ciudades y entre los campesinos y siervos, acompañados por epidemias devastadoras y un creciente desprestigio de la iglesia católica, afectada por la corrupción moral y material.
En ese contexto, a mediados del siglo XIII, surge el movimiento de los Flagelantes inicialmente en Italia, en la ciudad de Perugia, donde un ermitaño, Raniero Fasani, generó una especie de histeria religiosa que combinaba la mezcla de oraciones y cantos con la mortificación y castigos físicos del propio cuerpo, que se extendió rápidamente entre todos los habitantes de la ciudad, y de ahí fue pasando a otras ciudades de Italia. Dos años antes, en 1258, la peste había comenzado a atacar en las ciudades italianas, y además la guerra entre güelfos y gibelinos tenía a la península sumida en la miseria, el hambre y el miedo; a lo que habría que agregar otro fenómeno de la época, el milenarismo, la creencia de que el fin de los tiempos estaba cerca.
Los Flagelantes se fueron extendiendo por las ciudades italianas, Austria y Alemania, creándose procesiones de hasta 10.000 personas, a veces encabezadas por sacerdotes de origen humilde, aunque en la mayoría de los casos se trataba de movimientos espontáneos. Se volvió común ver grupos de desarrapados yendo de una ciudad a otra, con grandes cirios, cargando pesadas cruces y azotándose hasta sangrar.
En los siguientes 200 años hubo brotes de flagelantes también en Francia e Inglaterra, y la iglesia comenzó a verlos como una fuerza peligrosa y hasta herética. En 1349 el papa Clemente VI declaró heréticos a los Flagelantes, pero no serán condenados de forma tajante y definitiva hasta el Concilio de Constanza (1414-1418). Durante el siglo XIV también se harán sospechosos de ser portadores de la peste negra (que entre los siglos XIII y XIV acabó con un tercio de la población europea), por lo que se les prohibía el acceso a las ciudades. En Alemania los príncipes se unirán a la iglesia para perseguir a los Flagelantes, sospechosos de actuar contra la iglesia católica y de esconder una posible revuelta social. De hecho, hay testimonios de ataques de flagelantes a clérigos e interrupciones de actos religiosos, así como robos a la propiedad eclesiástica, que entonces era escandalosamente enorme.
La represión por parte de la iglesia no se hizo esperar, y el movimiento fue sofocado a través de la inquisición y quemando en hogueras a los dirigentes de las mayores procesiones de los Flagelantes. Las cifras más terribles se dieron en Alemania comenzando el siglo XV: entre 1414 y 1416 fueron quemados más de 400 flagelantes. Sin embargo, siguieron registrándose procesiones de esta clase hasta 1480.
En América, en fechas más tardías, hubo un movimiento semi clandestino conocido como los Hermanos Penitentes, que se flagelaban en Nuevo México y Colorado. Y hoy en día, como mencionamos al principio, la práctica ha sobrevivido bajo el control de la iglesia católica y sólo en determinadas épocas y fechas del año, como aún se hace en Filipinas.
Para finalizar, hay que decir que la flagelación, el castigo del cuerpo por razones religiosas, no es patrimonio exclusivo de la iglesia católica, prácticas similares existieron en cultos de Egipto, Grecia y Roma, y hoy en día pueden encontrarse entre los chiítas (que de este modo conmemoran el martirio de Husein Ibn Ali, el yerno de Mahoma), y entre los seguidores de la wicca.
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