Se llama peregrinar al hecho de ir a un lugar sagrado, generalmente caminando y por motivos religiosos. Durante la Edad Media, emprender un peregrinaje era algo bastante común. Con esta práctica se cumplían promesas hechas a cambio de favores o se conseguía perdón para los pecados e incluso en algunos lugares indulgencia plenaria. Los lugares a los que más se peregrinó durante la Edad Media fueron Tierra Santa, Roma y especialmente Santiago de Compostela. Emprende el Camino con nosotros y averigua 5 cosas que podrían ocurrirte si fueras un Peregrino de la Edad Media.
Un Peregrino de la Edad Media, ¿qué podía encontrar?
La palabra peregrino viene del latín «peregrinus», que significa extranjero, aunque se utilizaba realmente para designar a los habitantes del Imperio Romano que no habitaban en la propia Roma y que viajaban a ella. Es interesante conocer los tres tipos principales de peregrinos medievales: si te dirigías a Roma, eras un Romero, si te encaminabas a Jerusalén un Palmero y únicamente los que iban a Santiago de Compostela eran llamados propiamente Peregrinos. Debido a lo largas y extenuantes que eran las peregrinaciones muchos viajeros perdían la vida en el trayecto. Así que la primera cosa que debías pensar es que fácilmente podría ocurrirte que murieras en el camino.
1. Podrías encontrar una lengua que, como hoy el inglés, conocía mucha gente. La lengua para comunicarte a través de los países y lugares extranjeros que fueras cruzando era el latín, que actuaba como una «lingua franca».
2. Podrían ocurrirte muchas desgracias y encontrarte muchas dificultades. Los peligros del camino más comunes eran los bandoleros, las guerras, los puentes rotos, las nevadas y otras inclemencias del tiempo, accidentes y enfermedades como la peste.
3. Podría ocurrirte que acabaras caminando descalzo o encontrando a mucha gente andando sin zapatos. El motivo no era la penitencia, sino que el calzado de la época no aguantaba las caminatas largas y muchos peregrinos optaban por caminar sin calzar mientras fuera posible.
4. Podías encontrar a muchos peregrinos robando reliquias al llegar a su destino. Después de un viaje tan largo, el peregrino deseaba conservar como prueba algo tangible que mostrar a sus familiares y vecinos al volver a su lugar de origen. Además, muchas de estas reliquias se consideraban milagrosas. Uno de los casos más sonados implicó a San Hugo, obispo de Lincoln. Cuenta la leyenda que en 1190 visitó la abadía de Fécamp en Francia, donde se hallaba el supuesto brazo de María Magdalena. Hugo de Lincoln intentó coger un dedo para llevárselo de vuelta a su tierra y al no conseguirlo, parece ser que se lo arrancó con los dientes.
5. Podrías encontrarte en tu camino criminales sentenciados a peregrinar como parte de su condena. Era común que los asesinos llevaran colgado al cuello durante el peregrinaje el arma con el que habían cometido el crimen, y los condenados por herejía lucían en su ropa sendas cruces amarillas, una delante y otra detrás. El condenado debía recoger firmas en todos los santuarios por los que pasaba para, al volver a su tierra, poder demostrar que había hecho el camino marcado como penitencia.
Gracias a las peregrinaciones se inició un importantísimo intercambio cultural, económico y artístico y, entre otras muchas cosas, se pusieron los fundamentos de lo que luego serían los hospitales. También se crearon hospederías para atender a los peregrinos y mejoraron los caminos y las comunicaciones por toda Europa. Si te ha interesado este artículo sobre el peregrino de la Edad Media, quizá quieras leer: