Aunque se ha estudiado extensamente, todavía se desconoce mucho sobre el cerebro humano, pero la Universidad de Harvard se tomó la tarea de crear el banco de cerebros más grande del mundo para profundizar nuestro conocimiento sobre este importante órgano. Descúbrelo.
Así funciona el banco de cerebros de Harvard
Nuestros cerebros y las enfermedades que los afectan continúan siendo un misterio para la ciencia. Para esclarecer esto los científicos necesitan un suministro constante de materia gris.
Por este motivo fue creado el banco de cerebros más grande del mundo: el Centro de Recursos de Tejidos Cerebrales de Harvard (HBTRC en inglés).
El banco de cerebros se estableció en el McLean Hospital en Estados Unidos desde 1978, como un recurso centralizado para la recolección y distribución de especímenes de cerebro humano a ser investigados.
Según el sitio web de la institución, los esfuerzos del HBTRC han permitido que surjan estudios genéticos, moleculares y anatómicos sobre el cerebro humano, enfocados en la naturaleza biológica de las enfermedades psiquiátricas y neurológicas severas.
Con los hallazgos de estas investigaciones surge una nueva esperanza para comprender los mecanismos cerebrales subyacentes responsables de varios desórdenes cerebrales altamente debilitantes.
En el banco de cerebros de Harvard se almacenan más de 2,000 muestras de cerebro en filas y filas de estantes. Cada cerebro tiene su propio recipiente o bolsa de plástico, y está congelado o flotando en formalina, dependiendo de cómo se vaya a utilizar.
Esos usos potenciales cubren casi todos los propósitos de investigación, como el estudio de la enfermedad de Alzheimer, la esquizofrenia o el trastorno de estrés postraumático.
Para investigar en detalle las causas de estas enfermedades, el HBTRC necesita cerebros sanos y dañados para poder comparar las diferencias.
El centro depende de las donaciones de órganos, y cuando un donante muere, inicia una carrera continúa para preservar el cerebro de la mejor manera posible.
Los cerebros pueden deteriorarse rápidamente después de que el cuerpo muere, los investigadores tienen 24 horas para completar su misión: obtener permiso de los familiares y encontrar un patólogo que pueda extraer el cerebro y ponerlo en hielo.
Se trata de una operación muy delicada debido a la suavidad del tejido involucrado. Una vez que un nuevo cerebro llega al centro, se pesa y se corta en dos. Una mitad se corta a mano y se congela, lo que es más adecuado para el análisis de ADN. La otra mitad se pone en formalina, que es mejor para el estudio de la forma del tejido y las proteínas.
Con esta labor, el banco de cerebros espera encontrar respuestas a las incógnitas que plagan a la ciencia sobre nuestro cerebro y nuestra mente.
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