La pérdida de un ser querido es un dolor que de una u otra forma, lamentablemente, a muchas personas les toca vivir. El duelo es un proceso que se atraviesa con mucho trabajo emocional y, a veces, dificultades.
Al ser una parte esencial e inevitable, muchos de los grandes pensadores e ilustres figuras a lo largo de la historia han tocado el tema en sus obras. Séneca, el famoso filósofo, político y orador de la antigua roma, es uno de ellos pues escribió una emotiva carta dirigida a su madre, una mujer que a lo largo de su vida tuvo que experimentar en carne propia el dolor de la pérdida.
La carta de Séneca sobre el duelo, para su amada madre
Lucius Annaeus Seneca fue un renombrado filósofo, político, escritor y orador romano nacido en el año 4 d.C. Su trabajo lo convirtió en máximo representante del estoicismo y moralismo romano luego de la decadencia de la República.
Además, llegó a ser un senador muy influyente durante los gobiernos de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón, además de ministro, tutor y consejero del emperador Nerón.
A pesar de su posición, o quizás a causa de esta, acumuló una cantidad considerable de enemigos. Por esto, en el año 41, Séneca fue condenado al exilio en la isla mediterránea de Córcega, por un supuesto romance ilícito con la hermana del emperador. En los siguientes dieciocho meses escribió una de sus obras más extraordinarias: una carta de consuelo a su madre, Helvia.
La misiva ha sido considerada como una joya entre el canon de cartas de consolación, en la que realiza una suma elegante de los principios esenciales del estoicismo y de la resiliencia ante las dificultades.
Helvia era una mujer cuya vida había sido marcada por pérdidas inimaginables. Su propia madre había muerto mientras la daba a luz, y sobrevivió a su marido, a un tío cercano y a tres de sus nietos. Veinte días después de que uno de los nietos – el propio hijo de Séneca – muriera en sus brazos, Helvia recibió noticias de que Séneca había sido llevado a Córcega, condenado a una vida en el exilio.
De acuerdo a lo que describe Séneca, este duro golpe fue la gota que derramó el vaso y afectó fuertemente a la anciana, lo que le llevó a escribir Consolación a Helvia, incluida en sus Diálogos y Cartas.
Aunque la pieza pertenece al antiguo género de consolatio, que data del siglo V a.C, una tradición literaria de cartas de ensayos escritas para consolar a los seres queridos, la misiva de Séneca resulta inusual por una particular paradoja: la persona cuya desgracia está siendo afligida es también la consoladora del afligido.
«Querida madre: a menudo he tenido el deseo de consolarte y con frecuencia lo contenía. Muchas cosas me han animado a aventurarme a hacerlo. Primero, pensé que estaría dejando a un lado todos mis problemas cuando al menos había limpiado tus lágrimas, aunque no pudiera impedir que vinieran. Entonces, no dudé de que tendría más poder para levantarte si me hubiera levantado por primera vez … Arrancando mi propio corte con mi mano, estaba haciendo lo mejor que podía para arrastrarme para arreglar tus heridas», escribió.
Pero lo que impedía a Séneca intervenir en el dolor de su madre era, sobre todo, la conciencia de que el dolor debía ser sentido en lugar de ser tratado inmediatamente como un problema a resolver y eliminar.
En este sentido, expresó:
«Me di cuenta de que su dolor no debía ser entrometido mientras estaba fresco y agonizante, en caso de que los consuelos mismos lo despertaran e inflamaran: para una enfermedad nada es más dañino que el tratamiento prematuro. Así que esperé hasta que su dolor por sí mismo perdiera su fuerza y, siendo suavizado por el tiempo para soportar los remedios, se permitiría ser tocado y manejado[…]»
En esta obra, Séneca mostró una profunda comprensión y empatía hacia el dolor de una tragedia compartida y sus palabras han servido de consuelo para muchas más personas a través de los años.
Muchas veces erramos al querer consolar a las personas demasiado pronto, incluso ahorrarles el duelo, pero como Séneca bien señalaba, hay que respetar el curso de las cosas. No por nuestro deseo de (algo egoísta, a veces) de ayudar, debemos olvidar que cada persona tiene su ritmo y que nuestra intervención demasiado pronta y brusca en el proceso, podría ser dolorosa. Éramos conscientes de que Séneca fue alguien muy sabio, pero ahora no nos cabe la menor duda.
¿Qué te ha parecido esta carta de Séneca a su madre?
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Imágenes: Wikimedia Commons