Por mucho tiempo se ha creído que el hecho de ser extrovertidos o introvertidos se debe a eventos del pasado, o experiencias psicológicas formativas que han marcado de algún modo u otro tu carácter. Y, aunque sí que es muy probable que desempeñen un papel, una investigación reciente ha señalado que la mayoría de nosotros nace con una predisposición genética de una manera u otra a definirse como un ser introvertido o extrovertido
Dos grandes diferencias entre los cerebros de personas introvertidas y extrovertidas
Los introvertidos no se sienten motivados por la novedad: Así lo señala una teoría de la ciencia cerebral donde se sugiere que todo se reduce a la dopamina. En 2005, investigadores de la Universidad de Amsterdam estudiaron grupos de voluntarios que fueron identificados como introvertidos y extrovertidos a través de un cuestionario de personalidad. Los voluntarios jugaron mientras los investigadores analizaban la actividad en dos regiones de su cerebro: la amígdala y el núcleo accumbens (ambas zonas relacionadas con la producción de dopamina y el sentir emoción).
Los investigadores descubrieron que las personas identificadas como extrovertidos tenían reacciones más fuertes en esas dos regiones mientras jugaban, lo que implica que los extrovertidos pueden tener un sistema cerebral que recompensa actitudes como: conocer gente nueva, probar cosas nuevas y otros rasgos distintivos del comportamiento extrovertido. Por el contrario, los cerebros introvertidos no recompensan tales comportamientos, por lo que los introvertidos podrían encontrar quedarse en casa y ver una serie de televisión o leer un libro, mucho más emocionante que salir de juerga.
Los introvertidos no se preocupan tanto por las caras humanas: Para ser justos, no sólo la dopamina es determinante en la ciencia detrás de personas introvertidas o extrovertidas. No obstante, también hay otro estudio que sugiere que los cerebros introvertidos básicamente no se fijan en las caras humanas, más de lo que se preocupan por las flores. En un estudio de 2010 en el Instituto Salk de Ciencias Biológicas se reunió a un grupo de 28 personas entre los 18 y 40 años que calificaban entre el espectro completo de introvertidos o extrovertidos y sus matices, los más o menos de cada una de las categorías.
En dicha investigación, los expertos monitorizaron las reacciones cerebrales de los sujetos cuando fueron expuestos, primero, a una serie de imágenes de flores y luego a una serie de rostros humanos, buscando analizar la reacción electroencefalográficas. Los calificados como más extrovertidos tenían una mayor reacción en el electroencefalograma cuando veían los rostros humanos mientras que este nivel de estímulo estaba ausente cuando observaban las flores. Por su parte, los introvertidos tuvieron respuestas electroencefalográficas similares tanto a los rostros humanos como a las flores.
Es decir, que los introvertidos tienden a reaccionar de igual forma hacia otros humanos como seres inanimados.
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