¿Un científico quemado 2 veces? ¿Es eso posible? Conoce la historia de Miguel Servet, un científico y pensador español que vivió y murió en el siglo XVI.
El científico quemado 2 veces en la hoguera por la Inquisición. ¿Qué hizo?
Ubicar la época de este interesantísimo hombre ya nos da una idea de lo que pudo haber hecho: contrariar a la iglesia en algún tema religioso. Y sí, lo hizo reiteradas veces, con mucho valor además.
Nació en Huesca, España, en 1509, en una familia que descendía por el lado materno de judeoconversos. De notables dotes, y conocedor del griego, el latín y el hebreo, abandonó pronto su casa para ampliar sus estudios. Fue un hombre de insaciable curiosidad y de gran inteligencia, que se interesó por temas tan diversos como astronomía, meteorología, geografía, teología, jurisprudencia, física, matemáticas, anatomía y medicina, y el estudio de la Biblia, que le valieron la condena y la muerte en la hoguera.
En sus comienzos el fray Juan de Quintana –quien llegaría a ser confesor de Carlos I– lo aceptó como pupilo, y a partir de allí viaja con el fraile a Italia y Alemania y entra en contacto con personas próximas a la Reforma, lo cual para él será de suma importancia.
Superada la etapa de Juan de Quintana, inicia un viaje por algunas ciudades del centro de Europa, que eran más proclives al incipiente protestantismo, y establece vínculos cada vez más fuertes, y sobre todo polémicos, con ciertos líderes de la Reforma, como Juan Ecolampadio de Basilea, así como con anabaptistas y herejes perseguidos por rechazar el bautismo infantil.
Cuando tiene tan sólo 20 años, en 1531, escribe su primer libro, De los errores acerca de la Trinidad, en donde argumenta que el dogma de la Trinidad no se halla en las Escrituras sino en elucubraciones posteriores de filósofos y teólogos, y basándose en innumerables citas bíblicas, Servet llega a la conclusión de que Jesús es humano en tanto nacido de mujer, pero también es hijo de Dios en tanto que su fecundación fue hecha por el “Logos divino”, negando así que el Hijo sea eterno, aunque sea divino por gracia del Padre. Dice de la Trinidad que es “tres fantasmas”, o un “perro cerbero de tres cabezas”, y que el Espíritu Santo no es una tercera persona sino la manifestación del espíritu de Dios en el mundo, a través de los hombres…
Palabras tan fuertes no podían pasar desapercibidas en aquella época, y tanto católicos como protestantes prohibieron su libro. La relación con Ecolampadio dio paso a una gran enemistad y éste lo denuncia, por lo que Servet huye a Estrasburgo. La inquisición española lo persigue y emite una orden de busca y captura en Toulouse; decide cambiar de rumbo y va a París, donde se hizo con una falsa identidad y comenzó a llamarse Michel de Villeneuve (o Michael Vilanovanus), un supuesto navarro de Tudela.
Aquí es profesor de matemáticas –que incluía astronomía, astrología y geografía– y conoce en 1534 a Juan Calvino, el célebre reformador francés. Después, como necesitaba dinero, viaja a Lyon y publica una edición de la Geografía de Ptolomeo; conoce al médico Sinforiano Champier y decide hacerse médico también, por lo que regresa a París y entra en contacto con Andrés Vesalio, el padre de la anatomía moderna; ambos diseccionan cadáveres bajo la tutela de Johan Ghünter.
Por sus clases de astrología es amonestado por las autoridades de París, y así decide huir de nuevo a Lyon, pero uno de sus alumnos le ofrece el cargo de médico personal, que le permitió a nuestro científico quemado dos veces disfrutar de un largo período de 12 años en completa tranquilidad. Pero eso no impidió que escribiese Restitución del Cristianismo en secreto, un libro considerado extremadamente herético, que publicará el mismo año de su muerte, 1553, del que se editarían 800 ejemplares. Aquí hablará sobre sus ideas contrarias al papel del papado y de la iglesia sobre la salvación, y además describe por primera vez la circulación menor, la que ocurre entre el corazón y los pulmones para oxigenar la sangre.
Al mismo tiempo, se carteaba con Calvino pero guardando el anonimato. Ya para entonces, Calvino había instaurado en Ginebra un gobierno teocrático e intolerante, y su doctrina había tenido cierto éxito en Francia y los Países Bajos. Servet, fiel a sus principios, critica las tesis calvinistas, y Calvino le envía un ejemplar de su libro, Institución de la religión cristiana, que Servet le devuelve con incontables observaciones junto a un ejemplar de su Restitución…
Ante esto, y enfurecido, Calvino interrumpe las cartas, pero ha descubierto que el autor es Michel de Villeneuve, por lo que lo denuncia y es detenido por la inquisición francesa. Pero ayudado por sus contactos (el arzobispo de Viena, entre otros) organiza una fuga y logra huir.
El alboroto es tal que Servet es condenado en ausencia a pagar una multa de 1.000 libras de oro y a morir en la hoguera a fuego lento… en efigie, junto con su obra. He aquí la primera vez.
Cuatro meses después, y quién sabe por qué, vuelve a Ginebra, donde Calvino lo apresa. El proceso durará dos meses, se le niega abogado y lo religioso se transforma en político. Aquí, Servet logra que su argumento más importante triunfe: “que ninguna autoridad eclesiástica o civil tiene derecho a imponer sus creencias ni a limitar la libertad de cada uno a tener y exponer las propias”, pero sus opiniones y obra sobre el bautismo –que él pensaba debía ser decidido por cada persona y no impuesto desde el nacimiento– y sobre la Trinidad lo perdieron.
Le amarraron a la estaca de la hoguera y lo rodearon de todos sus libros y de leña verde, para que ardiera más despacio. Durante una hora ardió Servet sufriendo hasta el último instante, convirtiéndose en el científico quemado 2 veces.
Una muerte en la hoguera, durante el siglo XVI, podría no haber repercutido, pero no fue así con Miguel Servet. A un año de su muerte, en 1554, el humanista Sebastián Castellio escribió: “Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre”.
La muerte de Servet, el científico quemado 2 veces, escandalizó a muchísimos humanistas, y gracias a disidentes e intelectuales de los siglos posteriores, sus ideas acerca de la libertad individual de pensamiento fructificaron hasta plasmarse en la democracia moderna.
Nuestra idea de la libertad de conciencia como derecho humano nos viene de él. Si te ha interesado este tema, no te pierdas ¿La democracia moderna nació en León, España? Al parecer sí.