Cuando decimos una mentira debemos construir toda una base e historia alrededor de la misma para poder sostenerla y hacerla creíble. Cuando esto ocurre le exigimos a nuestro cerebro trabajar a su máxima capacidad, ¿es favorable esta situación para nuestra inteligencia o no?

¿Mientras más mentiroso más inteligente?

Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de California parece indicar que mientras más mentirosa es una persona también es más inteligente. El tener que crear toda una historia para poder hacer sostenible una mentira hace que el cerebro deba trabajar más para que ningún detalle quede por fuera, y así evitar que el inventor quede expuesto.

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Según esta investigación las personas que suelen mentir con mucha frecuencia tienen una mayor cantidad de materia blanca en el lóbulo frontal del cerebro. Ese aumento en la materia blanca permite que la persona esté en la capacidad de relacionar diferentes ideas y pensamientos que no tienen ninguna relación entre sí con mayor facilidad, lo cual los hace más inteligentes que aquellas personas que no mienten con tanta regularidad o cuyas mentiras no son tan elaboradas.

¿Qué delata a un mentiroso?

Otras investigaciones apuntan hacia los gestos que suelen delatar a las personas mentirosas. Tales como la Universidad de Michigan, cuyos investigadores descubrieron cuáles son las necesidades que surgen en una persona que miente para liberar el estrés.

En este sentido, los investigadores explican que cuando una persona miente comienza a experimentar un profundo estrés, el cual se traduce en un aumento del pulso cardíaco, dilatación de las pupilas y mayor adrenalina. El cerebro del mentiroso activa las defensas del organismo, lo cual hace que todos sus sentidos estén en alerta máxima.

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La disonancia cognitiva también es otro de los factores que experimentan las personas que mienten. Esta disonancia aparece por el choque que existe entre las dos versiones de un hecho, la primera es la verdad y la segunda es la mentira.

La Universidad de Michigan llegó a la conclusión de que cuando alguien miente en voz alta siente la necesidad repentina de cepillarse los dientes. Por otra parte, cuando la persona miente a través de una forma escrita como por ejemplo un correo electrónico, celular o una carta tiene la necesidad urgente de lavarse las manos.

La Universidad de Texas también realizó diversos estudios con respecto a este tema. La conclusión es que existe una íntima relación entre las mentiras y las arritmias gástricas. Además, la temperatura de la persona también cambia, su pulso se acelera y los menos expertos pueden presentar una sudoración excesiva.

¿Qué opinas sobre estos estudios? ¿Crees que existan mentirosos tan expertos que escapen a estos síntomas?

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