Los Dukha o los Tsaatan son conocidos como el pueblo «Reno». Son un aliento entre la bruma de la modernidad destinados a desaparecer en muy poco tiempo, un pueblo de costumbres arcaicas cuya maravillosa estampa y modo de vida, nos sigue fascinando.
Son nómadas, y pasan la mayor parte del tiempo montados a lomos de sus Renos, unas criaturas fuertes y fascinantes que hacen frente al duro invierno con una gran nobleza.
El propio Marco Polo ya quedó admirado con los tsaatan y por la maravillosa tierra donde habitan: en un territorio remoto y de difícil acceso, sumergidos en un bosque boreal, entre el norte de Mongolia y el sur de Siberia.
Hoy en nuestro espacio queremos hablarte del pueblo de los renos, una cultura en extinción que antropólogos como Hamid Sardar-Afkhami intentan seguir para guardar cada retazo, cada gesto de su gente y sus animales para que no caigan en el olvido.
Conoce al maravilloso pueblo «Reno» de Mongolia
Cuando acampan, los tsaatan alzan una especie de tippys llamados chums que tienen forma de cono. Cuando uno los acompaña a lo largo de unas semanas en sus viajes, es inevitable no recordar a los nativos americanos. A pesar de que estén separados por la distancia y el tiempo, conservan muchos vestigios antropológicos que parecen unirlos.
Viven en grupos y se trasladan hasta ocho veces al año en busca de pastos para su ganado, para los renos. Es un ciclo que no termina nunca: en invierno van hacia las laderas boscosas de las montañas, muy cerca de la nieve. Cuando llega el buen tiempo (que por lo general no dura demasiado) vuelven a los bosques para evitar las plagas de insectos y mosquitos.
Te interesará saber que cada familia tiene entre 40 y 50 renos, y que gracias a ellos elaboran desde riquísimos yogures, mantequillas y cremas de un sabor muy intenso y característico. Son su fuente de alimento y de transporte, y ello, requiere ante todo prestarles la máxima atención y cuidado.
Las mujeres los acompañan a pastar, mientras los hombres, preparados con sus ballestas y unos viejos fusiles que datan de la Segunda Guerra Mundial, protegen a los animales del ataque de lobos y osos, algo muy frecuente. Los niños, por su parte, aprenden desde muy pequeños a montarlos y a cuidarlos. Son gente amable, curtida en esas tierras áridas donde la Naturaleza, les ofrece esa sabiduría de la que muchos de nosotros no llegamos casi ni atisbar dada su dureza, y su mágico magnetismo.
El invierno aquí es durísimo, alcanzan los 50 bajo cero y es muy difícil acceder hasta los tsaatan en esta época, no obstante, de hacerlo, cabe decir que son gente amable, hospitalaria y que nos ofrecerán su atención, sus mantas y su comida para que nos sintamos cómodos. Son maravillosos y uno no puede evitar admirarse también por la belleza de sus rostros: una mezcla entre siberianos y mongoles que les dan una apariencia singular y exótica.
Algo a tener en cuenta sobre los tsaatan es que durante la época soviética lo pasaron muy mal, se vieron sometidos a la colectivización, les sacrificaron sus renos (cerca de 7 millones) y les dieron un salario para trabajar la tierra. Muchos de ellos prefirieron quitarse la vida antes que someterse a esa política: era el fin a su modo de vida.
Afortunadamente, la caída de la URSS les devolvió la libertad: volvieron a sus tierras, a su mundo, a sus bosques, su soledad, sus renos… Y a su religión basada en el chamanismo.
El pueblo de los Renos está destinado a desaparecer por varias razones: la primera es que muchos bosques están desapareciendo ya en estas zonas. La segunda, tiene como origen su salud y su fuerte consanguinidad. Muchos niños nacen ya con malformaciones y graves problemas de salud dada la fuerte endogamia (se celebran enlaces entre hermanos).
Estaremos atentos pues a todos los informes que nos aporten los antropólogos, esperando que exista algún tipo de solución para que el «pueblo de los renos» no sea un vestigio más que recordar solo a través de fotografías y artículos como este que hemos querido compartir contigo.
No olvides dejarnos tu comentario y recordar el misterio de los niños rubios de las islas Salomon.
Imagen: Jason Roberts