En Supercurioso nos encantan los monumentos y la historia –oculta, ignorada, curiosa– que se encuentra detrás de ellos. Esta vez te invitamos a realizar un paseo por las ruinas de un pasado de hace apenas 30 años, en Bulgaria.
El ovni sobre la montaña
En 1981 los comunistas búlgaros construyeron sobre un pico de 1.441 metros este edificio futurista, rodeado de miles de kilómetros de nada. El inmenso espacio abierto donde se enclava la construcción otorga ahora, a la luz de la caída ideológica de la izquierda, un aura todavía más profunda de abandono.
Las montañas de los Balcanes eran el escenario perfecto para esta representación de un futuro grandioso y esperado, el futuro del comunismo mundial. Pero pocos años después, en 1989, el Muro de Berlín cayó, metafórica y literalmente, y con él la Unión Soviética, arrastrando consigo a todas las naciones que otrora pertenecieran al bloque socialista.
La historia de un olvido
Este gigantesco pabellón circular fue construido como sala de eventos y lugar de encuentro para congresos, reuniones, conferencias del partido comunista. En 1971 los líderes búlgaros de turno eligieron esta montaña, pues fue aquí en donde el partido socialista búlgaro se fundó a finales del siglo XIX, naturalmente, de forma clandestina. Decidieron erigir este gran monumento en conmemoración del hecho y como homenaje.
El arquitecto Gueorguy Stoilov fue el encargado de su diseño y construcción. Tomó nada menos que siete largos años y 6.000 trabajadores (casi todos pagados por el pueblo búlgaro). El enorme complejo consta de una torre de 70 metros de alto, una nave con forma de ovni y un espectacular corredor con inmensos ventanales desde donde se puede observar el paisaje ora nevado, ora cubierto de verde, pero siempre solitario y grandioso.
En su momento, los mejores y más famosos artistas búlgaros de la época (pintores y escultores) realizaron sobre los techos y las paredes verdaderas obras de arte en mosaicos, donde mezclaron el realismo socialista con una estética “espacial”, futurista, muy a lo Solaris, del cineasta ruso Andréi Tarkovski. Estos mosaicos representaban los temas centrales de la propaganda soviética: la revolución, la lucha de clases entre pobres y ricos, la guerra contra el capitalismo, la familia…
Aún hoy pueden verse la hoz y el martillo esculpidos en lo alto del techo de la nave central, agujereado por la intemperie y el descuido, y quedan restos de los mosaicos con figuras emblemáticas de la izquierda, y de los líderes fundadores del partido socialista búlgaro.
En este lugar, la caída del comunismo fue verdaderamente estrepitosa.
Abandono total
Si bien Bulgaria podría explotarlo como atracción turística, a nadie parece interesarle mantener esta mole. Cerraron sus puertas al público oficialmente, pero cuando no merodean “los amigos de los comunistas” (personas que limpian y tratan de conservar el Buzludzha), uno puede colarse por algunos agujeros de sus paredes. Lo que contemplas es una imagen apocalíptica de destrucción y un espectacular juego de luces provocado por los grandes huecos del techo, a través de los cuales se puede contemplar el azul cielo de Bulgaria.
Los costes de mantenimiento ascienden a unos cuantos millones de euros, cantidad que el gobierno no tiene o no quiere invertir.
Leyenda de misterio y ciencia ficción
La atmósfera que te rodea cuando entras es casi religiosa, como si estuvieras en un templo. Y en cierta forma lo estás, en un templo comunista. Esta sensación está potenciada por la soledad del lugar, pues no es común encontrar personas vivas recorriendo junto a ti los vastos espacios. Si eres una persona con cierta sensibilidad, hasta podrías sentir los fantasmas de los soldados soviéticos caminar por sus pasillos y sentarse en el anfiteatro.
Una leyenda de cuando se construyó ha corrido desde entonces acerca de este lugar: se dice que en la estructura de hormigón de Buzludzha enterraron una “cápsula de tiempo” donde hay una explicación para las generaciones futuras del por qué se hizo este monumento. Nada hay que establezca la veracidad de esta leyenda.
De lo que sí hay huellas es del apetito voraz de los chatarreros que, día a día, saquean su esqueleto metálico y lo dejan cada vez más vulnerable y desnudo.
Hoy en día está rodeado de molinos de viento para obtener energía eólica. Es un paisaje verdaderamente inolvidable.
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