En la onda de artículos sobre pioneros de la tecnología, les traemos la supercuriosa historia de este extraordinario ruso.
La infancia de Kostia
Imaginen a un niño de la provincia rusa, durante la segunda mitad del siglo XIX, miembro de una familia numerosa y humilde, que queda sordo de un oído debido a la fiebre escarlatina a los diez años, y que poco después pierde a su madre, lo que a su vez hace que abandone la escuela. Imaginen cuál podría ser el destino de ese niño, y seguramente no acertarán.
Así fueron los comienzos de Konstantin Eduárdovich Tsiolkovski (1857-1935), considerado como el padre de la cosmonáutica rusa y como uno de los tres padres de la cosmonáutica mundial (los otros dos son el estadounidense Robert Goddard y el alemán Hermann Oberth).
Un científico autodidacta
Aunque Kostia (diminutivo de Konstantin) abandonó la escuela, no perdió la sed de conocimientos y la capacidad para inventar aparatos e imaginar máquinas voladoras. Con el apoyo de su padre pudo ir a Moscú y se formó por su cuenta en disciplinas como las matemáticas, física, química, mecánica analítica y astronomía, aunque tampoco desdeñó las lecturas filosóficas y literarias, y será una de estas últimas la que oriente buena parte de su vida. Hablamos de la novela de Julio Verne, De la tierra a la luna, que le hizo pensar en cuáles serían las verdaderas dificultades que habrían de enfrentar los futuros astronautas.
Una mente e inventiva inagotables
Aunque no pudo permanecer en Moscú y pasaría casi el resto de su vida como profesor en Kaluga, no cesó de desarrollar ideas y proyectos que giraban en torno a la aeronáutica y los viajes espaciales.
Con sus propios recursos ideó y construyó el segundo túnel de viento que se hizo en Rusia, y como una manera de difundir sus ideas en torno a la colonización espacial escribió una novela de ciencia ficción, Sueños de la Tierra y el Cielo (1895) en los que imaginó colonias y estaciones espaciales. Al año siguiente publicaría lo que algunos consideran como su obra principal, La investigación del espacio interplanetario por medio de cohetes.

Sus aportes al desarrollo de la cosmonáutica son inmensos, pero aquí quisiéramos destacar especialmente su capacidad para predecir cómo se iban a desarrollar la aviación y los programas espaciales. En 1926 escribió su “Plan de exploración espacial”, allí, en dieciséis puntos propone una serie de pasos que van desde el desarrollo de aviones a reacción hasta la emigración de los humanos del sistema solar debido a la muerte del sol. Lo increíble fue que los seis primeros pasos se cumplieron tal y como lo planteó Tsiolkovski.
Tenía una gran fe en un futuro luminoso y galáctico para la humanidad, como bien puede percibirse en una de sus frases más célebres: “La Tierra es la cuna de la humanidad, pero no se puede vivir en una cuna para siempre”.
¿Qué opinas de este curioso hombre de ciencias? Y para que sigas en el mismo tema, te recomendamos que leas sobre cuatro enigmáticos personajes.