En Supercurioso te hablamos una vez sobre el peligro de llevar bigote durante la Primera Guerra Mundial, en esta ocasión seguimos fijándonos en este conflicto bélico.
La guerra de trincheras
A principios de 1917 la Gran Guerra, también conocida como Guerra Europea y, posteriormente, como Primera Guerra Mundial, se encontraba enzarzada en una lucha de trincheras que parecía no llevar a ninguna parte ni inclinarse por ninguno de los bandos enfrentados. Pero en el transcurso de este año las cosas iban a cambiar drásticamente y a preparar el camino hacia el desenlace por todos conocido: la rendición dos años después de Alemania y el fin de los imperios rusos, otomano y austro-húngaro.
Estados Unidos, una potencia dormida
A pesar de sus simpatías por Inglaterra y Francia, Estados Unidos se mantuvo desde 1914, al iniciarse la guerra, neutral y se referían a esta guerra como la guerra europea. A pesar de haber perdido algunos barcos que viajaban de América a Europa debido al ataque de submarinos alemanes, los aliados no habían logrado convencer ni al presidente Woodrow Wilson ni al Congreso de enviar tropas estadounidenses a este conflicto, que había ido más allá de las fronteras europeas y se había propagado por África y Asia, dejando sólo a las Américas fuera del campo de batalla. Desde su posición neutral, apoyada por la mayoría del pueblo norteamericano, el presidente Wilson creía posible convencer a las potencias en guerra de alcanzar un armisticio, y se hubiera mantenido en esta posición de no haber sido por un simple telegrama. Tal vez no tan simple.
El telegrama Zimmermann
El 17 de enero de 1917 el Servicio de Inteligencia Naval británico interceptó uno de tantos telegramas en clave enviados por los alemanes, que desconocían que los ingleses desde hacía un par de años habían logrado descifrar su sistema de códigos, papel asignado a un equipo bajo el nombre de Sala 40, y al que le tocó descifrar este texto que cambiaría la guerra.
El autor del telegrama era Arthur Zimmermann, Secretario de Asuntos Exteriores de Alemania, y el destinatario era el embajador alemán en México. El texto no podía haber sido más inoportuno.
El texto
He aquí las líneas que provocaron la entrada de Estados Unidos en la guerra:
«Proponemos comenzar la guerra submarina sin reservas a partir del primero de febrero. A pesar de lo cual procuraremos mantener la neutralidad de Estados Unidos. En el caso de que así no fuese. Le ofrecemos una alianza a México sobre las siguientes bases: estar unidos en la guerra, generosa ayuda económica y la cognición por nuestra parte de que México debe recuperar sus territorios perdidos en Texas, Nuevo México y Arizona. Los detalles concretos quedan en sus manos.
Comunique esta información al Presidente (de México) en el máximo secreto en el momento en que exista una certeza con relación a la entrada de Estados Unidos en guerra y añada la sugerencia de que, por su propia iniciativa, invite inmediatamente a Japón a unirse a ellos y al mismo tiempo actúe como intermediario entre Japón y Alemania.
Le ruego llame la atención del Presidente sobre el hecho de que el uso sin reservas de los submarinos ofrece la perspectiva de obligar a Inglaterra a firmar la paz en pocos meses. Acuse recibo. Zimmermann.»
Las consecuencias
Una vez descifrado, los ingleses hicieron llegar este telegrama a los estadounidenses y la respuesta por parte de Wilson, el Congreso y el pueblo norteamericano no fue otra que declarar la guerra a Alemania.
¿La historia hubiera sido otra de no haber sido interceptado el telegrama? Probablemente no. Debido a la muerte de ciudadanos norteamericanos en barcos hundidos por submarinos alemanes, la entrada de este país en la guerra era inminente y los alemanes lo sabían, como bien refleja el texto de Zimmermann; por otra parte, México se encontraba demasiado débil a causa de su revolución, que seguía convulsionando al país, y el imperio japonés no estaba listo para enfrentar al coloso norteamericano. Sin embargo, el papel jugado por este telegrama es innegable, sobre todo a la hora de cambiar la actitud de muchos norteamericanos que abogaban por la neutralidad.
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