Su nombre era Shoichi Yokoi y fue famoso por dos cosas: la primera, por ser el soldado que tardó 28 años en saber que la Segunda Guerra Mundial había terminado; la segunda, por ser el japonés que jamás se rindió ante los aliados. Su historia, es ya un hito dentro de las anécdotas bélicas. Un hombre menudo pero de gran orgullo que hubo de pasar la mitad de su vida como un náufrago en la selva de Guam, protegiéndose cada día de un enemigo que ya no existía.

Shoichi Yokoi y el ejército japonés

El contingente al que pertenecía Shoichi llegó entre 1941 y febrero del 1943 a la pequeña isla de Guam, en el Pacífico, dispuestos a protegerla. La idea era que poco a poco fueran llegando cada más soldados hasta ser unos 19.000, los suficientes para defender el territorio.

Shoichi era sargento. Llevaba dos años en el ejército después de haber dejado su trabajo como sastre para servir a su país. Sabía que las condiciones eran duras y que el enemigo americano tenía muchos más recursos que el ejército japonés, pero su espíritu patriótico era muy elevado, al igual que el de sus compañeros.

Shoichi Yokoy
Shoichi Yokoy

El enfrentamiento en la isla de Guam no tardó en llegar. Fue un 21 de julio del 44, cuando EE.UU. decidió volver a interesarse por la isla De Guam, en vista de que los japoneses se habían adueñado de ella. Dicho enfrentamiento duró algo menos de un mes, tiempo en el que los norteamericanos masacraron a casi todo el ejército nipón de la isla con facilidad. Hicieron prisioneros a parte de los que quedaban y sólo unos pocos lograron escapar por la espesura de la selva.

El reducido grupo de japoneses que escaparon se escondieron en la isla, sabiendo que si se aventuraban a dar un paso, el enemigo los apresaría o los mataría. Así que, simplemente, decidieron esperar… y esperar. Entre estos temerosos pero aguerridos hombres se encontraba Shoichi Yokoi. Soldados que vieron como la noche sucedía al día y como a la estación de lluvias le seguía a la templada sin que nadie viniese a rescatarlos. Días, semanas, meses… hasta 20 años permanecieron cobijados por el amparo de la selva. Esperando.

28 años en la selva de Guam

Se mantuvieron con vida a base de alimentarse de ratas, frutas, semillas, sapos y todo aquel animal que podían coger. Su salud osciló entre la malaria y el tifus, entre temibles fiebres que, de vez en cuando, se llevaba la vida de alguno de ellos. A pesar de todo, jamás se acercaron a la playa a pescar porque aquello, era sumamente arriesgado. El enemigo podía estar apostado allí y sorprenderlos en el momento más inesperado. Así que nada de peces, nada de aventurarse a dar un paso hacia la costa.

Durante los tres primeros años el grupo se vio reducido a siete personas. Una vida precaria y miserable en la que día a día eran menos. Por ello, con el tiempo, cuando el  año nuevo dio paso al 1964, Shoichi se quedó completamente solo en la isla. Solo frente al peligro, las lluvias, las enfermedades… y ese enemigo invisible, que en cualquier momento podía acecharlo.

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Pero Shoichi no era tonto. Había aprendido a sobrevivir y sabía elaborar trampas para cazar e incluso se atrevía a ir a un riachuelo para pescar anguilas. No hacía tanto que había dejado su oficio de sastre, así que ahora sacaba partido a sus conocimientos confeccionándose  ropa con corteza de árbol. Disponía incluso de un refugio subterráneo donde se escondía cuando presentía algún peligro.

Fue el 24 de enero de 1972, cuando Shoichi fue sorprendido por dos cazadores mientras pescaba en un riachuelo. Tal vez sus sentidos empezaban a fallar, o simplemente, sus ansias por volver a ver vida humana hizo que sus pies no se movieran. Al verlos con el rifle, Shoichi pensó en huir, pero estos hombres lo detuvieron viendo su aspecto deplorable y, sobre todo, ese miedo incomprensible impreso en su rostro.

Había estado allí cerca de 28 años y cuando le dijeron que la guerra había terminado hacía tiempo, Shoichi, simplemente, se echó a llorar. Ya no había enemigos de los que defenderse. Ya no tenía por qué seguir en aquella selva… Era el momento de volver a casa y así lo hizo. El país lo aguardó como a ese héroe de guerra que jamás se rindió ante el enemigo, como esa persona a la que admirar y honrar. Quizá por ello, Shoichi intentó hacerse un hueco en la política. Aunque no lo logró, lo que sí consiguió fue convertirse en una auténtica estrella de la televisión. El hombre que había pasado 28 años en la selva creyendo que la guerra aún seguía con sus motores encendidos se alzó como un héroe de los medios. Hasta que falleció en 1997 con 82 años.

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