Cuando hablamos de los chakras, mencionamos que desde el punto de vista estrictamente científico no había evidencias de que existieran, tal vez por su cualidad espiritual. Al igual que con conceptos como alma o espíritu, la ciencia no ha podido demostrar en qué consisten –aunque tampoco ha demostrado lo contrario–. En esta entrada trataremos de explicar qué es el Tercer Ojo.
¿En verdad existe el Tercer Ojo?
Comencemos por definirlo. Obviamente hay que acudir a la mística, pues el Tercer Ojo es como un ojo interno, hipotético, invisible, que nos da la capacidad de la intuición, de la percepción extrasensorial, de ver lo que en la realidad ordinaria no es posible percibir.
En el hinduismo se relaciona con el ajna, el chakra ubicado en el entrecejo, y en la teosofía se asocia a la glándula pineal.
En otras tradiciones (taoísmo, chan, budismo, nueva era) el concepto es el mismo, el ojo de la mente con el cual uno puede sumergirse en visiones internas, en la clarividencia, o el despertar de la conciencia (que podríamos equiparar con el autoconocimiento), inclusive con experiencias extracorpóreas.
Es uno de los principales centros de energía del cuerpo, y forma parte del meridiano principal de la línea que divide los hemisferios cerebrales. Hasta en el cristianismo, a través del fraile franciscano norteamericano Richard Rohr (fundador de la Comunidad Nueva Jerusalén y de la Escuela de Vida para la Acción y la Contemplación) se ha tratado de explicar esta posibilidad de ver más allá; para Rohr, el tercer ojo es una metáfora del pensamiento no dualista, es sencillamente la forma en que los místicos pueden ver.
Quienes siguen los lineamientos teosóficos sugieren que el tercer ojo está en la glándula pineal, y para ello aducen que varios tipos de vertebrados, como reptiles y anfibios, perciben la luz a través de un tercer ojo parietal, estructura asociada a la pineal, para regular sus ritmos circadianos y en consecuencia para orientarse.
En este sentido, resulta interesante poner de relieve la correlación con esta glándula endocrina; produce melatonina, hormona derivada de la serotonina que afecta los patrones del sueño y los ritmos circadianos y estacionales. Se ubica en el epitálamo y su forma recuerda un pequeño cono de pino (y por eso su nombre).
Para algunos biólogos evolucionistas, esta glándula representa un tipo de fotorreceptor atrofiado, y que en ciertos vertebrados es un vestigio de un órgano que la evolución abandonó.
Hasta para René Descartes (sí, el mismo que dijo “pienso, luego existo”), la glándula pineal fue muy importante para establecer parte de su filosofía, pues la consideró el asiento principal del alma y el sitio donde se forman los pensamientos, incluso especuló que era la causa de los movimientos corporales. Sin embargo, estos supuestos anatómicos en los que se basaba estaban equivocados, tanto para la ciencia moderna como para los estándares de su época.
Lo cierto es que este Tercer Ojo –que todos tenemos y todos podemos “abrir” o estimular– siempre se relaciona con conceptos espirituales, y muchas religiones coinciden en decir que allí se encuentra la conciencia y el punto de unión con el espíritu. Es la trascendencia de lo físico y lo mundano para entrar al reino espiritual.
Claro que si eres ateo o excesivamente científico es probable que no te convenzan ninguno de estos argumentos, y por eso entonces te recomendamos que leas si la ciencia puede explicar por qué algunas personas ven espíritus.