La isla de Hashima es una de las más de 500 islas que pertenecen a la prefectura de Nagasaki, al sur de Japón. Sin embargo, esta isla es completamente distinta al resto que se pueden encontrar en el país del sol naciente, ya que se trata de una isla fantasma que funcionó como una auténtica ciudadela industrial entre los años 1887 y 1974.
Hay que tener en cuenta que Hashima es una isla pequeña en relación a otras islas de Japón. Las dimensiones con las que cuenta son de menos de medio kilómetro de largo y 150 metros de anchura, lo que hace que, durante siglos, hubiera estado deshabitada.
La isla de Hashima: la isla más solitaria de Japón fue un campo de trabajo forzado
La historia de la isla de Hashima comienza en 1887 con el descubrimiento de una gran veta de carbón en el subsuelo marino. Este descubrimiento hizo que la empresa japonesa Mitsubishi decidiera instalarse en la isla y construir una mina para extraer el carbón que, además de ser muy abundante, también era de una gran calidad, gracias a una potencia térmica envidiable.
Hashima o Gunkanjima
Inicialmente, se ganó algo de terreno al mar y también se fortificó con una muralla que rodeaba toda la isla para protegerla de los fuertes temporales y los tifones que azotaban la zona. De hecho, esta protección hizo que la isla de Hashima se ganase el sobrenombre de Gunkanjima, o Isla del Acorazado, ya que el aspecto de la ciudadela era la de un auténtico buque de guerra de poco más de medio kilómetro de eslora.
Los primeros edificios de hormigón armado en Japón
Durante los primeros años de la explotación minera la isla estuvo habitada por poco más de cien personas. Sin embargo, con la mayor demanda de carbón como fuente de energía, la producción se tuvo que acelerar. En consecuencia, entre los años 1916 y 1930, se comenzaron a construir enormes edificios de hormigón que servían para alojar a los trabajadores y a sus familias.
Debido a lo limitado del terreno disponible, la isla de Hashima solo pudo crecer a lo alto, lo que la convirtió en un lugar claustrofóbico y lleno de pasarelas, donde no se llegaba a distinguir bien si era de día o de noche. Tanto era así, que uno de los relatos que solían contar los trabajadores que vivían allí era que, si querías, podías pasarte días enteros sin ver la luz del sol, ya que podías ir desde casa a las zonas comunes y la mina usando las pasarelas y escaleras interiores, completamente aisladas del mundo exterior y donde no llegaba la luz ni el aire del mar.
La isla de Hashima acabó siendo un campo de trabajo forzado
Sin duda, la época de mayor actividad y de mayor sufrimiento de la isla de Hashima coincidió con la Segunda Guerra Mundial, cuando la explotación minera de la isla fue clave en el abastecimiento de carbón para poder mantener los elevados costes energéticos que suponía la guerra. De hecho, debido a que los hombres jóvenes de Japón estaban en el frente, el Gobierno japonés se vio obligado a reclutar a chinos y coreanos para trabajar en la mina. Sin embargo, las condiciones de trabajo, así como las de hacinamiento en las que vivían hizo que Hashima se terminase convirtiendo más bien en un campo de trabajos forzados más que en una explotación minera. La situación era tan dura, que algunos de los trabajadores optaban por saltar desde sus paredes amuralladas con la idea de escapar nadando hacia tierra firme, lo que suponía una muerte segura a causa de la distancia.
El ocaso de Hashima: la era del petróleo
Después de la Segunda Guerra Mundial la producción de carbón de la isla se redujo, así como el número de trabajadores que en ella vivían. Sin embargo, fue a partir de la década de los sesenta cuando, poco a poco, la sustitución del carbón por el petróleo hizo que la isla de Hashima empezara a no ser tan rentable como lo había sido en el pasado. No obstante, la producción se mantuvo hasta el año 1974, año en el que Mitsubishi dona la isla a la prefectura de Nagasaki y la isla es abandonada completamente, pasando a convertirse en una ciudad fantasma en medio del mar. De hecho, el abandono fue tan inmediato que gran parte del mobiliario y los objetos de uso diario de los habitantes de la isla todavía pueden verse en el interior de algunos de los edificios de la isla.
El renacimiento de Hashima como atractivo turístico
La isla de Hashima estuvo abandonada durante décadas, tiempo en el que la naturaleza y el deterioro de los edificios convirtieron la isla en un escenario propio de una película postapocalíptica. Sin embargo, a partir del año 2015, la isla de Hashima fue incluida en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, lo que también le sirvió para convertirse en un reclamo turístico de la zona. De hecho, actualmente diferentes turoperadores realizan viajes en barco desde Nagasaki con su correspondiente visita guiada a la isla, un viaje tan espeluznante como interesante que, si vas a Japón, no deberías perderte.