Amy Elizabeth «Betty» Thorpe. era una mujer bella, de una tenacidad y sagacidad impresionante, que consiguió lo impensable con esta suerte de atributos. ¿Quién habría imaginado que los siempre cautos partidarios de Adolf Hitler caerían rendidos, hasta la docilidad, por los encantos de la implacable Betty? De ellos extrajo lo que debían reservarse para sí y engañó a los nazis a su antojo con una poderosa arma: la seducción. Esta es su historia muy poco conocida, hasta ahora…
La cautivadora espía que engañó a los nazis
“Betty” Thorpe fue la viva muestra de que la inteligencia, en conjugación con la belleza y una pizca de malicia, es capaz de cautivar hasta conducir a la locura. Solo bastaba con una mirada fugaz de Amy Elizabeth para que los hombres cayeran rendidos, dispuestos a darle lo que pidiera. Era en definitiva una encantadora de hombres.
Tan intensa era su naturaleza seductora que el Servicio secreto de inteligencia británico (MI5) la reclutó para que hiciera uso de ella, con el objetivo de derrotar a sus enemigos. Thorpe se convirtió en su espía americana, de las más hábiles en la Segunda Guerra Mundial y de la historia.
“Cynthia”, así se hacía llamar en el círculo nazi en el que se integró muy íntimamente sin mucho esfuerzo, ya que la describían como una mujer impresionantemente bella, de esbelta figura y alta estatura, con ojos esmeralda y una sonrisa radiante. La irresistible agente, aunque poco conocida en los registros históricos, nació en Minnesota, Estados Unidos, en 1910. Creció involucrada en el mundo de la diplomacia y la política bajo la influencia de su padre George C. Thorpe, un distinguido oficial del Cuerpo de Marines de EE.UU., y de su madre Cora Wells, hija de un senador del Estado.
En su adolescencia tuvo amoríos con varios diplomáticos extranjeros, la lista de amantes era en realidad extensa. Quienes la conocieron aseveraban que desde los 14 años fue una jovencita bastante promiscua. A los 19 años quedó embarazada sin saberse quién era el padre de la criatura, así que decidió casarse a comienzos de 1930 con Arthur Pack para evadir el escándalo. Él la doblaba en edad y, como sus otros amantes, trabajaba en el mundo político, como segundo secretario de la embajada británica en Washington. Estar inmiscuida en este ámbito, tal vez, de una u otra manera, era su destino.
Pack estaba dispuesto a convertirse en un padre para Tony, el hijo de Elizabeth, sin embargo, ella decidió darlo en adopción. Por desgracia, años más tarde el niño murió en la Guerra de Corea. Que ella entregase a su hijo y otros tantos sucesos condenaron la relación desde un comienzo, hasta el punto de llevar a Pack a la resignación.
A pesar de que era la esposa de un reconocido diplomático británico, esta femme fatale, viviendo en el país de su esposo, tuvo numerosas aventuras que no fueron secretas ni para él ni para sus amigos de la inteligencia británica. Pues el MI5, considerando su prontuario amoroso, durante un viaje de la pareja a Varsovia, la recibió en su equipo a fin de que sostuviera relaciones románticas estratégicas para desvelar eficientemente secretos de los Nazis, entre los que destacaba sacar información clave sobre cómo eran manejados los mensajes cifrados de la máquina Enigma, para que los matemáticos polacos lograran comprenderla.
La espía americana asumió el reto, como una mezcla de trabajo con placer. Así llevó a varios “tontos útiles” a la cama, y ellos, embelesados por sus encantos, hablaron más de la cuenta; lo que sirvió para desmontar algunos ataques de los nazis, conseguir códigos de la Francia de Vichy y de la Italia fascista, asimismo, garantizar la victoria de los Aliados en la toma de África del Norte. Memorizaba lo que escuchaba con tanta pericia, que con toda la información revelada llegó a dibujar mapas con una precisión excepcional para el MI5.
Y ante lo que podría considerarse como una labor escandalosa, Thorpe respondió:
“¿Avergonzada? No, en absoluto. Mis superiores me dijeron que los resultados de mi trabajo salvaron miles de vidas británicas y estadounidenses. Esto me involucró en situaciones en las que mujeres “respetables” se hubieran echado para atrás, pero lo mío era un compromiso total. Las guerras no se ganan con métodos respetables.”
La espía que engañó a los nazis logró salir con vida de sus misiones, aunque sí se encontró de cara con el peligro en varias oportunidades. Murió en 1963 de cáncer en la garganta, y su deceso fue reseñado en la revista Time de una manera ingeniosa: “usó la alcoba como Bond usa una Beretta.”
La historia de esta mujer fatal será contada en The Last Goodnight, por Howard Blum, un libro que expone datos confidenciales sobre las andanzas de Betty, de los que Hollywood está particularmente interesado. La actriz Jennifer Lawrence es la favorita para interpretar el rol de la espía americana, ¿querrías verla?
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