El 26 de abril de 1986 ocurrió el peor accidente nuclear en un reactor para uso pacífico de toda la historia. Ese día, en la planta Vladimir Ilich Lenin, en Ucrania, se realizó una prueba de corte eléctrico que se salió de control y condujo al sobre calentamiento del núcleo de un reactor y a una explosión de hidrógeno que lanzó a la atmósfera una gran cantidad de materiales tóxicos y radiactivos.
La noticia inicial tuvo que ver con el incendio y la nube radiactiva que empezó a moverse encima de Europa, pero internamente, en los reactores, continuaron otros procesos que generaron cosas tan letales como la Pata de Elefante de Chernóbil.
La LETAL Pata de Elefante de Chernóbil
En diciembre de ese mismo año, un grupo de científicos rusos realizó una inspección del interior del reactor Nº 4, donde se inició el desastre; descendieron hasta una cámara subterránea, donde se toparon con una especie de lava oscura y altamente radiactiva, a la que denominaron, por su forma, pata de elefante.
La Pata de Elefante de Chernóbil resultó estar conformada por restos de las barras de uranio fundidas en el accidente, mezcladas con el concreto de las paredes y otros residuos, que han recibido el nombre por parte de algunos científicos de “chernobilita”. Otros investigadores han dado a esta especie de lodo radiactivo el nombre de corium. La Pata de Elefante seguía caliente y emitía una radiación tan alta que podía matar a cualquiera frente a ella con apenas 5 minutos de exposición.
La Pata de Elefante de Chernóbil ha continuado siendo evaluada desde entonces y aún hoy día, 30 años después, continúa emitiendo calor y radiación, aunque en menor cantidad.
Después del accidente, el reactor Nº 4 fue cubierto con un sarcófago de cemento cuyo techo cedió debido a los efectos de la radiación, el calor y la corrosión. La construcción de un nuevo sarcófago se inició en 2012, pero las secuelas de este accidente no han terminado.
Las fotos de la Pata de Elefante de Chernóbil fueron tomadas 10 años después, y algunos investigadores afirman que el hombre tan letalmente expuesto sería Artur Korneyev, un inspector nuclear kazajo que realizó varias inspecciones al reactor en los años posteriores al accidente y, al menos hasta el año 2014, continuaba vivo para contarlo, a pesar de las altas dosis de radiación a las que estuvo expuesto.
Precisamente en 2014, Henry Fountain, reportero científico del New York Times, entrevistó a Korneyev en Slavutich, Ucrania, una ciudad construida para alojar a los trabajadores y sus familias que fueron evacuados después del accidente. Korneyev, de unos 60 años, con cataratas y otros achaques, ya no puede volver a Chernóbil, donde estuvo colaborando hasta hace poco en la construcción del nuevo sarcófago.
No deja de ser increíble que Korneyev continúe vivo, pero es más increíble aún que el ser humano, después de este desastre y del de Fukushima, continúe jugando con la idea de construir más centrales nucleares.
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