Se tiende a pensar que progreso y evolución son dos conceptos tan estrechamente vinculados entre sí, que sólo a través de esta simbiosis el hombre puede adquirir nuevas y mejores capacidades que le permita un desarrollo más efectivo dentro del entorno que les rodea. ¿Y si en realidad esta simbiosis no mejorase nuestras capacidades? El equipo de Jules Davidoff de la Universidad de Goldsmith, Londres, ha descubierto cómo es posible que sociedades menos tecnológicamente sofisticadas tengan una mejor visión.
La tribu con la mejor visión del mundo.
Los efectos que la vida moderna produce sobre el ser humano son algo que se lleva estudiando desde inicios del siglo XX, por científicos como el antropólogo W.H.R. Rivers, que gracias a los test Müller-Lyer descubrió que las poblaciones de las islas del Estrecho de Torres, situadas entre Australia y Papúa Nueva Guinea, eran menos susceptibles a dejarse engañar por las ilusiones ópticas que las personas que vivían en sociedades más modernas. Impactado por el resultado extendió su estudio a otras poblaciones menos desarrolladas de la India del Sur y del desierto del Kalahari, encontrando siempre el mismo resultado.
Siguiendo esta misma línea investigativa, el equipo de Davidoff se dirige a un asentamiento seminómada situado al noroeste de Nabimia, los Himba, una tribu que vive principalmente de la cría de ganado, con el que se desplazan en busca de pastos, por lo que el contacto con la sociedad moderna y sus artilugios como el ordenadores, smartphones, tabletas, etc. son totalmente nulos y aún así no tuvieron dificultad alguna a adaptarse para poder realizar las pruebas pertinentes.
Las pruebas realizadas a los Himba se centraron en un principio en la Ilusión de Ebbinghaus, en la que los occidentales tienden a señalar la segunda figura como la que contiene el círculo más grande, cuando en realidad son iguales. A diferencia de los Himba que sí notan inmediatamente que son idénticas.
Visto el sorprendente resultado se les propuso otro tipo de prueba llamada Figura de Navon donde se forman dibujos más grandes a partir de la unión de otros dibujos más pequeños, en los que se deben reconocer la figura más pequeña con las que se ha compuesto la forma global.
En los que nuevamente esta etnia obtenía mejores resultados que las personas de ciudad. Lo que demuestra que las personas que viven en lugares menos desarrollados no sólo tienen una visión más aguda, sino que tienen una mayor capacidad de concentración, como concluye el psicólogo Richard Nisbett.
Esto se debe principalmente a que en los entornos desarrollados la atención del hombre es más difusa, pues contiene mayores estímulos, en cambio en un ambiente más natural favorece a la concentración porque carece de distracciones.
Pero estas no han sido las únicas conclusiones obtenidas pues el estudio ha revelado también que a cerebro humano le basta un mínimo de exposición al caos ciudadano para alterar esa capacidad de concentración. Impresionante, ¿no crees?
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Imágenes: Wikipedia, Hans Stieglitz, ResearchGate,