Los niños que nacen con el llamado «mal del dolor naranja», son repudiados socialmente. No solo son una carga para muchas familias sin apenas medios económicos, además, se alzan como ejemplo de ese estigma que arrastran desde un pasado aún muy reciente: la guerra del Vietnam.

Lo ocurrido a día de hoy en muchas de las aldeas de Vietnam no es muy conocido, ni aún menos aceptado por la administración estadounidense, quien se niega todavía a ofrecer una indemnización o una ayuda a todas las víctimas, que en estos días, arrastran aquellos crímenes cometidos en los años 60.

Hoy en nuestro espacio queremos hablarte del «mal naranja».

Las secuelas de la operación «Ranch Hand»

Estamos en 1961, y para el presidente Kennedy y toda la élite militar, lo que se estaba desencadenando en Vietnam requería nuevas medidas. Aquellas guerillas contra la insurgencia comunista era ya poco más que un problema que se alargaba demasiado.

Quizá por ello no dudaron en poner en marcha la llamada operación Ranch Hand. ¿De qué se trataba? De algo ciertamente siniestro: era una campaña de bombardeos continuos y selectivos mediante un tipo herbicida defoliante desarrollado por el Departamento de Defensa: el agente naranja. La finalidad era clara: aniquilar o enfermar a la población, producir un impacto social y moral, y destruir aldeas enteras.

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El primer vuelo se llevó a cabo el 10 de agosto de 1961 en la provincia de Kontom. Los siguientes fueron periódicos y a lo largo de 10 años. ¿Imaginas los resultados? Se bombardeó cerca del 10% de la superficie de todo Vietnam, vertiendo cerca de 49,3 millones de agente naranja sobre un sin fin de poblaciones y aldeas. Terrible.

Puede que te preguntes cómo actuaba este veneno, este asesino silencioso. Advertimos que no es algo fácil de aceptar, y que nos duele solo con imaginarlo: tras el vertido aéreo del supuesto pesticida, toda la superficie quedaba envuelta por un humo anaranjado muy denso. Después, los árboles quedaban desnudos de hojas.

Organizaciones como la «American Public Health Association», nos indican que en aquellos años quedaron expuestas cerca de 4,8 millones de personas. De hecho, solo con 10 gramos de este elemento, se pueden matar a un millón de personas. No obstante, el contacto con el humo, además de la muerte según la exposición más o menos directa, ocasionaba lo siguiente:

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  • Tumores y cáncer.
  • Diabetes.
  • Malformaciones congénitas que alcanzan a varias generaciones.
  • A día de hoy, la leche de muchas mujeres sigue teniendo esta toxina.
  • El medio ambiente quedó seriamente «herido». Los sedimentos de los ríos siguen infectados.
  • Esta dioxina del agente naranja, es uno de los tóxicos más virulentos que existen. Sus efectos alteran el sistema endocrino humano, heredándose de padres a hijos.

Al poco de terminar la guerra, empezaron a conocerse casos terribles de bebés nacidos sin extremidades, sin ojos o sin cerebro. ¿Y qué respuesta se dio desde la Casablanca? Que era «propaganda comunista». De hecho, aún se siguieron cometiendo ataques esporádicos con agente naranja hasta 1971. Un año después de que científicos americanos pidieran la prohibición de dichos actos al demostrar sus terribles efectos. No obstante, también hemos de recordar que fueron muchos los soldados americanos afectados por este gas.

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A día de hoy, siguen naciendo niños con graves malformaciones. De hecho, según la «Cruz roja» se han contabilizado cerca de 150.000 criaturas afectadas con terribles enfermedades. No obstante, son solo los censados, los que reciben una atención más o menos digna. Del resto, apenas sabemos nada. Toda una llamada de auxilio ante un mundo que vuelve los ojos a una realidad terrible, al eco de un acto imperdonable sucedido en el pasado y que nadie ha juzgado aún.

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