Si bien el escabroso mundo de las brujas ha sido frecuentado en múltiples ocasiones a través del cine, la televisión, la literatura o el teatro, los datos certeros sobre los hechos históricos —como entonces— son objeto de supersticiones e inexactitudes. Los restos de lo que en algún momento fue el terror de ciertos pueblos, caben ahora en un par de nombres enigmáticos, Salem es uno de ellos. Tome sus debidas precauciones y sígame en este pequeño recorrido hacia la cuna de las brujas: pase lo que pase, no se separe del grupo.

La verdad sobre las brujas de Salem

Debido a su estratégica situación portuaria, el pueblo de Salem —ubicado a menos de 30 kilómetros de Boston, en Massachusetts— fue la desembocadura en la que convergieron los más variados intereses económicos y políticos. A finales del siglo XVII, cuando los casos de brujería estaban a punto de surgir, la ciudad era habitada por cerca de 350 personas, en su mayoría puritanos. El control religioso y por ende político, recaía en dos grandes familias: los Porter y los Putnam. Pese a que desde su fundación (1623-1626)  Salem fue un pueblo pesquero, la venta de productos de uso común, como las telas y los granos, así como la carne, se volvió cada vez más usual. Este tipo de actividades, permitieron que las dos castas dominantes construyeran un complejo entramado de influencias, en aras de posicionar al pueblo como una “Nueva Jerusalén”.

Casa en Salem
Casa en Salem

No son pocos los historiadores que coinciden en la algidez del panorama previo a los primeros casos de hechicería. Mientras que en Europa la cacería de brujas estaba a punto de llegar a su fin, en América las persecuciones se volvieron masivas. Fue así, en un contexto de intrusión excesiva (los chismes eran comunes debido a la poca población), de fuerte manipulación religiosa y encarnizadas pugnas por el poder, que las terribles brujas llegaron a mover la primera pieza en el tablero.

Samuel Parris, un reconocido hombre de negocios, había dejado todo para convertirse en reverendo. Aunque algunas interpretaciones atribuyen tal decisión a un llamado de fe, las que la conciben como una manera de librarse de la ruina son mucho más numerosas. El hecho es que el reverendo Parris era uno de los hombres más respetados en Salem, debido a su autoridad moral y a los discursos atemorizadores que tanto gustaban a los pobladores. Es por ello que el pueblo entero se conmocionó al saber que las brujas habían dado su primer golpe en la casa del reverendo.

bruja

Una mañana de enero de 1692, la residencia de los Parris pasó de ser un templo de la reflexión teológica a un contenedor de gritos y llantos. Betty Parris, de nueve años y Abigail Williams  de once, —hija y sobrina, respectivamente, del reverendo— fueron atacadas de manera misteriosa por presuntos seres diabólicos. Según John Hale, ministro de Beverly, las niñas eran mordidas y lastimadas por seres invisibles, también recibieron golpes y pinchazos en el cuello, la espalda y los brazos. Ante los gritos desoladores de las niñas y las incesantes súplicas del reverendo, uno de los médicos de la aldea no tuvo otro remedio que afirmar que se trataba de un acto diabólico.

brujas

Apenas un mes después, Ann Putnam, hija de uno de los hombres más poderosos de Salem y Elizabeth Hubbard, hija del médico, sufrieron el mismo tormento por parte de los espíritus diabólicos. Como era de esperarse, el ataque directo a uno de los miembros de la dinastía Putnam, disipó —mágicamente— la incertidumbre y tanto el ministro Hale como los hombres más poderosos de la ciudad acusaron de brujería a Sarah Osborne, Tituba y Sarah Good.

En Salem era bien conocido que las brujas debían encajar con cuatro grandes rasgos: 1) Haber realizado un pacto de sangre con el diablo, 2) Ser capaces de realizar hechizos y/o maleficios, entre los cuales pueden encontrarse el mover objetos o pronunciar conjuros que causaban el mal instantáneo a la víctima, 3) Acudir a los aquelarres (también conocidos como Sabbat) en el que realizaban  tanto “bautizos” como ritos de culto satánico y 4) Presentar marcas físicas del rastro de Satanás, la mayoría de las transcripciones de los juicios apuntan a heridas en las que se alimentaba el familiar, éste último podía ser representado por cualquier animal que obedecía las órdenes de su bruja particular a cambio de sangre.

Examinando a una bruja (Thompkins H. Matteson, 1853)
Examinando a una bruja (Thompkins H. Matteson, 1853)

Eso en cuanto a lo místico, en cuanto al imaginario de la sociedad en Salem, las características de las brujas eran distintas. Sarah Good, por ejemplo, fue una de las tres primeras acusadas y era rotundamente pobre en el momento de su juicio. El padre de Sarah se quitó la vida veinte años atrás y le heredó un considerable patrimonio, producto de su trabajo como mesonero. Sarah, sin embargo, dejó ir hasta la última moneda al pagar las cuantiosas deudas de su difunto marido. De tal manera, acabó pidiendo limosna en las calles de Salem. Otra de las acusadas, Sarah Osborne, era familiar político del poderoso John Putnam, pese a ello, a la muerte de su esposo, Osborne comenzó a tener aventuras con un capataz. Su “inmoral” romance, así como algunos pleitos con los Putnam, debido a la herencia de su marido, le generaron la imagen de mujer sucia e interesada que la llevó a un paso de la ruina. La última, Tituba, era sirvienta del reverendo Parris y se estima que llegó a Salem en 1688, proveniente de las Antillas. Además de las labores domésticas, Tituba fungió como esclava sexual de los hombres más ricos de la aldea y el manejo de sus ganancias corría a cargo de su amo, el reverendo Parris.

Tras las acusaciones de febrero de 1692, las tres presuntas brujas fueron llevadas a juicio. Allí se les interrogó e incluso fueron acusadas por las víctimas de lanzar conjuros mentales en pleno tribunal. Esto último tuvo un peso decisivo debido a los gritos de las niñas y el espanto de los pobladores. Horas más tarde, en el templo de la aldea y frente al Concejo, las mujeres rompieron el silencio. Sarah Good trató de salvar su vida culpando a Sarah Osborne, mientras que Tituba fue separada del resto para ser interrogada. De las tres, sólo Good sufrió la horca, Osborne moriría tres meses después en prisión y Tituba sería puesta en libertad al confesar su pertenencia al aquelarre y ofrecer su ayuda para destruirlo.

Litografía de los Juicios de Salem (1892)
Litografía de los Juicios de Salem (1892)

En tan solo ocho semanas 200 personas fueron acusadas de brujería. La histeria y el pánico de ser acusados, llevó a los pobladores a apuntar el dedo hacia sus propios vecinos. Uno de los hechos que detonó esta situación, fue el juicio a Rebecca Nurse, una anciana respetada por la aldea, que no logró evadir su similitud física con la de una bruja y fue quemada en la hoguera.

Representación de Rebecca Nurse en los Juicios de Salem ( John R. Musick, 1893)
Representación de Rebecca Nurse en los Juicios de Salem ( John R. Musick, 1893)

De tal manera, las cárceles se poblaron de manera desmesurada y los hombres selectos (los ricos y los fundadores) urdieron todo tipo de argucias para determinar quiénes sí y quiénes no eran culpables.

Las noticias de que la “Nueva Jerusalén” se había convertido en una prominente Sodoma, llegaron a oídos del Gobernador Phips. El experimentado político delegó a varios de sus hombres para evitar que la paranoia desembocará en más muertes. Uno de estos hombres fue Increase Mather, quien junto a su hijo Cotton, se postulaba como una de las mentes más prodigiosas en la lucha contra espíritus diabólicos. Apenas llegó, Increase puso en tela de juicio las principales “pruebas” que se habían presentado en contra de los prisioneros y acordó con el Concejo que sólo fueran condenados a muerte aquellos acusados que confesaran  su relación con Satanás. Así, en la lista de sentencia figuraban los nombres de trece mujeres y en especial el de un hombre, George Borroughs, antiguo reverendo de Salem. Borroughs fue acusado por Tituba de ser el líder del aquelarre y dar órdenes explícitas a las brujas de la aldea.

hoguera

En abril del año siguiente, con la muerte de Borroughs, el terror llegó a su fin.  En total fueron 19 las ejecuciones por el crimen de brujería  y más de 150 los juicios realizados ante la presencia del Concejo. Trece años después, en 1703, Ann Putman (hija de John Putman y la primera presunta víctima de brujería) ofreció una disculpa pública por haber causado la muerte de personas inocentes. Sus palabras, que son citadas a continuación, resonaron durante largo tiempo en la memoria de Salem y con ellas la impresión de que las verdaderas brujas aún vivían en libertad.

 “Yo deseo ser humillada delante de Dios por la triste y humillante providencia que sacudió a la familia de mi padre en el año ´92; año en que yo, entonces una niña, por la providencia de Dios, fui el instrumento para que varias personas fueran acusadas de cometer un grave crimen y condenadas a muerte posteriormente. Hoy tengo buenas razones para creer que eran inocentes; y que todo fue un gran engaño que Satanás me tendió en aquella triste época. Con lo cual me temo que fui un instrumento, junto a otros, que sin saberlo trajimos a esta tierra —y a nosotros mismos— la culpa de haber derramado sangre inocente.” (Declaración recuperada por  Frances Hill en 2002)

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