A día de hoy, la mayoría de faros son automáticos. Las nuevas tecnologías y los avances técnicos han dejado a un lado el noble y solitario oficio de esos hombres e incluso familias, dedicadas a alumbrar al océano con la luz de los faros, a ofrecer apoyo y guía a esos navíos que avanzaban en la soledad de la noche por las  aguas en ocasiones llenas de peligros, de escollos, de tormentas…

Los faros tienen algo, un encanto antiguo, algo de magia, algo de embrujo y también de misterio contenido si tenemos en cuenta que incluso los fantasmas, parecen tener cierto apego a estos majestuosos dioses costeros ahora casi olvidados por el tiempo.

¿Te gustaría conocer tres historias asociadas a faros embrujados? Acompáñanos en este inquietante paseo salpicado por brisa marina y olor a salitre.

1. El faro de Owls Head, en Maine

Nos vamos a Maine, al noroeste de Estados Unidos y lindando con Canadá, un estado donde Stephen King suele ambientar la mayoría de sus obras, y a pesar de que esta historia no ha sido arrancada de su prolífica imaginación, tiene algún que otro matiz que nos recuerda bastante a su estilo.

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La protagonista es una niña, una niña que tiene un «amigo imaginario». Todo sería de lo más ordinario si esta criatura de poco más de 3 años fuera la hija de los guarderos de un faro, acostumbrados a que la pequeña les hablara, desde que tenía uso de razón, de un viejo marinero que se pasea por las inmediaciones de Owls Head. Se trata de un hombre que sólo ella ve y el cual suele avisarla por las noches de la necesidad de que le indique a su padre que debe poner la «alarma de niebla».

Se sospecha que este fantasma fue un viejo marinero que falleció en las cercanías de esta costa e incluso se cuenta su historia en Rockland, el Museo del Faro de Maine. A día de hoy esta niña ya ha crecido y ya no reside aquí. No obstante, a medida que se hizo mayor fue viendo cada vez menos a ese viejo marinero que le avisaba de ciertos aspectos importantes relacionados con el faro.

2.  El faro de St. Simons Island, en Georgia

Este faro tienen una escalera circular con 129 escalones. Si tienes animo y eres una persona valiente, entonces no tendrás miedo alguno a subir hasta arriba sabiendo que es aquí, donde suele aparecerse el fantasma de John Stevens.

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Este joven asistente falleció en 1880 al pie de las escaleras. ¿La causa de la muerte? Un disparo mortal a manos del encargado del faro para quien trabajaba. Fue una noche, cuando una discusión entre ambos llevó a Frederick Osborne a usar su arma y dispararle directamente al corazón. Jamás fue inculpado por el crimen, de ahí que a día de hoy, el joven John Stevens siga apareciéndose envuelto en sombras, en lamentos, subiendo y bajando esos 129 escalones demandando justicia.

3. El faro de White River, Whitehall, Michigan

Este es un elegante faro que se alza en los Grandes lagos de Michigan. A pesar de estar en desuso desde 1960, la torre, de piedra caliza, se puede visitar y es, sin duda, una atracción para todo amante de los misterios. ¿La razón? Aquí reside un fantasma obsesionado con la limpieza, puesto que la lente del faro, jamás presenta ni una mota de polvo.

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El capitán William Robinson fue el encargado de cuidar el faro a lo largo de 47 años. Era un hombre muy escrupuloso, metódico y obsesionado con la limpieza y el orden. Así lo recuerda al menos su esposa Sarah. Los encargados del museo, suelen cambiar de lugar un trapo que usaba el viejo William para limpiar la lente, comprobando que al día siguiente, este trapo vuelve a su lugar original y la lente, luce siempre sin una mota de polvo. ¿Será verdad? Para comprobarlo, no tienes más que acudir a este faro de Whitehall.

Y ahora dinos, ¿conoces alguna historia parecida? ¿Te apasionan los faros? Si es así, descubre también la historia de los faros nucleares abandonados.