Las llamaron las «campanas de la muerte» o las campanillas de los muertos». Bien es cierto que a día de hoy esta curiosa tradición se ha perdido en el eco de los tiempos, en ese pasado enraizado en el miedo y la tradición.

Fueron muy habituales a lo largo de la Edad Media, y según el país en el que nos encontráramos, tenían una finalidad u otra. En Escocia, por ejemplo, era común acompañar el funeral con el sonido de las campanas, para más tarde, instalar una en la propia lápida del difunto, para que el alma del fallecido no fuera enturbiada por presencias y espíritus malignos.

En otros lugares, la finalidad de estas campanillas era algo más práctica e incluso necesaria. ¿Nos acompañas por este breve paseo a través de los cementerios?

«Salvados por la campana»

Estamos seguros de que en más de una ocasión habrás utilizado la expresión «salvados de la campana». Para muchos historiadores esta frase tiene su origen en la Edad Media. Durante esta época, cuando alguien fallecía, era común que el cuerpo estuviera en el hogar de los familiares durante dos días para asegurar que, verdaderamente, la persona estaba muerta. Es lo que todos conocemos como «velatorio».

Pasado ese tiempo, se le llevaba al cementerio. Pero cabe decir que en esta época los cementerios no eran muy amplios, las muertes eran numerosas y se buscaba ante todo ahorrar espacio. Para ello, se extraían los ataúdes y los huesos que pudieran haber en su interior para reemplazar un cuerpo por otro. Seguidamente, si la familia así lo quería, se sujetaba la muñeca del difunto con un hilo que pasaba por un agujero del ataúd hasta el exterior, para finalmente, atarlo a una campanilla que quedaba sobre la tierra.

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Si la campanilla se movía, se procedía rápidamente a desenterrar el cuerpo. Obviamente si se tenía la suerte de que alguien, casualmente, lo viera. Según registros históricos la «campanilla de los muertos» salvó alguna que otra vida, en especial, si el fallecido no había pasado por los dos días de «velatorio». Una idea práctica que fue perdiéndose con el tiempo.

Las campanas de los muertos en Inglaterra y Escocia

La figura de las campanas han tenido siempre una fuerte tradición ligada a lo sobrenatural. El simple hecho de voltearlas nos sirve para ahuyentar a los malos espíritus, a las presencias malignas que osen acercarse a un lugar santo o al cuerpo de una persona que acaba de fallecer.

Según explica la tradición, las brujas tenían como costumbre utilizar un tipo de campanas para invocar al mismísimo diablo. Dependiendo de si éstas habían sido bendecidas o no, podían utilizarse para una finalidad u otra. Para los ingleses y escoceses, era habitual celebrar los funerales agitando las campanas por las calles para así, espantar cualquier presencia maligna o vengativa, sobretodo, si el fallecido había sido un benefactor de la Iglesia.

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Tapiz de Bayeux, cortejo fúnebre donde las campanas eran parte indispensable

También se contrataba a un «campanero» para que fuera por pueblos, granjas y aldeas, anunciando el nombre del muerto. Se le pagaba por kilómetro recorrido, así que, seguramente, le convenía realizar largos trayectos volteando su campana. Algo muy común en el este de Escocia a lo largo de los siglos XVII y XVIII.

Pero esta peregrinación no terminaba aquí. Una vez el cuerpo era enterrado, se instalaba en una esquina de la lápida, una pequeña campanilla. En esta ocasión, la finalidad no era tan práctica, el objetivo seguía siendo espiritual. Cada vez que el viento las agitaba, se aseguraba que el alma del muerto siguiera protegida del ataque de presencias malvadas del más allá.

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A día de hoy ya no es común ver campanillas en los cementerios. Una tradición curiosa y con cierto encanto que siempre vale la pena recordar. Y ahora dinos ¿existe algún tipo de costumbre similar en la historia de tu país? Si te ha gustado este artículo, próximamente volveremos con nuevas informaciones sobre las tradiciones asociadas a los enterramientos.

Mientras, te dejamos que descubras los 5 cementerios más bonitos del mundo.