Leonor de Aquitania es, quizá, una de las mujeres peor juzgadas por la historia. Unos la asumen como una reina maquiavélica, conspirando contra todos para no perder su poder; otros, como una frívola mujer a quien sólo interesaba saciar sus impulsos carnales, y que vivía para disfrutar de sus fiestas, donde trovadores cantaban al amor; otros, como una mujer fría y calculadora.
Fue reina de Francia y reina de Inglaterra, y se casó dos veces. Pocas mujeres –tal vez ninguna– lo habrían logrado en su tiempo. Las verdades y mentiras se entretejen por igual, y lo cierto es que Leonor no fue una chica típica del siglo XII europeo.
Leonor de Aquitania, la mujer más fascinante de la Edad Media
Según los registros, Leonor de Aquitania fue una mujer excepcionalmente bella y educada. Su padre, el duque de Aquitania Guillermo X, le procuró una educación completísima, que no sólo significaba leer y escribir, cantar y vestirse bien, sino también cazar, pelear con espada y mandar.
Ya en esto les llevaba ventaja a las mujeres en general, y a la nobleza en particular. Hay discusión en torno a la fecha en que nació, pero la mayoría coincide en que fue hacia 1122, en Poitiers. En 1130 murió su único hermano varón, Guillermo, y eso la convirtió en la heredera; su padre murió en 1137, en una peregrinación a Santiago de Compostela, y a la edad de 15 años tomó posesión de los extensos territorios del ducado de Aquitania –desde el Loira hasta los Pirineos, lo que constituía una mayor cantidad de dominios que los del propio rey de Francia–, incluyendo Gascuña y Guyena.
En la corte de Poitiers, ella gozaba de gran libertad. Acostumbrada como estaba al desenfado y cultura de Aquitania, y a las fiestas extravagantes que se celebraban en su castillo, le fue muy duro adaptarse a la corte de Francia, fría, insoportablemente conservadora y muy ruda. Tuvo que hacerlo, pues a la muerte de su padre, vasallo de Francia, el rey Luis VI El Gordo, vio una excelente oportunidad de anexar a su corona los amplios territorios que heredaba la hermosa Leonor; así, se ordenó el matrimonio entre su hijo Luis (el futuro Luis VII) y ella, celebrado sin más el 4 de julio de 1137.
Ese mismo día se conocieron los jóvenes, ella de 15 y él de 16, y el joven príncipe quedó definitivamente enamorado de la belleza, juventud, inteligencia y fortaleza de la duquesa de Aquitania.
En París no la recibieron muy bien, haciéndole muy conscientes las diferencias que la separaban de la nobleza francesa, comenzando por las lenguas: en París se hablaba la de oil, y Leonor la de oc, que aunque lenguas romances, eran distintas.
Su aplomo y el hecho de no parecer necesitar de nadie generaron un profundo rechazo en el entorno del rey, en donde comenzaron a rumiarse chismes y rumores sobre su reputación, con el fin de desprestigiarla. A esto habría que añadir que con Luis sólo tuvo dos hijas, y que el ansiado heredero nunca llegó.
Claro que a ella no parecieron importarle las habladurías, pero se granjeó la enemistad de la curia eclesiástica por su “comportamiento liberal y emancipado”, sobre todo porque, como reina, apoyó el matrimonio ilegítimo de su hermana Petronila con el conde Raúl de Vermandois (siendo que el conde ya estaba casado).
Leonor, ya reina de Francia, se empeñó en acompañar a Luis a la Segunda Cruzada, en 1147. Claro que esto no era un comportamiento regular, era impensable que una mujer fuese a la guerra, pero a ella no le importó, y como duquesa de Aquitania, y por tanto, la feudataria más grande de Francia, insistió en hacer lo mismo que los otros señores feudales.
Imaginamos que debía ser bastante difícil llevarle la contraria, aun para un rey, y a Luis no le quedó más remedio que aceptar. Ya en Antioquía se encontró con su tío Raimundo de Poitiers, con quien se especula que ya había tenido ciertas relaciones cuando aún ella vivía en Aquitania. Raimundo era algo mayor, y para el momento, príncipe de Antioquía.
Aquel reencuentro no fue bien visto ni por Luis ni por su corte, que enseguida empezó a murmurar. La relación entre ambos se agrió y el rey la obligó a volver a Francia. Aquí hay información contradictoria, porque según algunos historiadores, el rey Luis VII solicitó al Papa la anulación matrimonial alegando consanguinidad (a pesar de haber recibido en su momento la dispensa papal); y según otros, fue ella. Lo cierto es que se divorciaron, y el precio que ella puso fue conservar sus territorios.
Cuentan las malas lenguas que ya había conocido a Enrique de Plantagenet, y que todo lo anterior fue simplemente una estrategia para casarse con él, porque se había enamorado locamente de este caballero. Sea como sea, contrajeron matrimonio apenas dos meses después del divorcio. Enrique de Plantagenet era hijo del duque de Normandía, y sería proclamado rey de Inglaterra dos años luego de su matrimonio.
Ella era siete años mayor que él, y aún conservaba toda su belleza. Para él, según algunas fuentes, su hermosura fue un plus en el acuerdo político, que le dejaría un gran territorio. Si bien fue un matrimonio por amor, el carácter galante del rey inglés lo impulsó a la infidelidad, cosa que molestó muchísimo a nuestra reina.
Cuenta una leyenda que Enrique, enamorado de Rosamunda Clifford, le mandó a hacer un hermoso laberinto en un bosque, en cuyo centro se alzaría una gran casa para su amante. Hay tres versiones de la muerte de Rosamunda: una, Leonor habría mandado matar a la joven con dos brujas; otra, le dio dos opciones a la chica: o se suicidaba con veneno o con un puñal; y la tercera, que Rosamunda murió de angustia, por la humillación y las amenazas que Leonor le dirigió.
En todo caso, esta infidelidad mayúscula de Enrique provocó que Leonor dejara de amarlo y se convirtiera en su peor enemiga, además de haber tratado de apoderarse de los territorios de Aquitania. Madre de varios hijos –entre ellos, Ricardo Corazón de León, su hijo favorito, Godofredo y Juan Sin Tierra–, decidió promover la rebelión de éstos contra su padre. Pero Enrique logró reprimirla, y encarceló a Leonor en Chinon, primero, y después en Salisbury, donde permanecería por largos 16 años.
A la muerte de Enrique, en 1189, Ricardo fue coronado rey de Inglaterra, y lo primero que hizo fue liberar a su madre. Cuando Ricardo parte a la Tercera Cruzada, Leonor asume la regencia del reino, y como regente se vio en la dura tarea de mantener a raya algunas intentonas de nobles ingleses, y hasta el levantamiento de su hijo menor, Juan Sin Tierra.
Como Ricardo no tenía descendencia, hubo conflictos por quién sería el heredero al trono; al final, la reina medió para que fuese Juan, quien efectivamente reinaría a la muerte del Corazón de León.
Más conocida por ser mecenas de juglares y trovadores, en su corte se celebraba el “amor cortés”, pues los matrimonios de la época eran siempre arreglados, y las mujeres no tenían oportunidad de enamorarse; sin embargo, hoy en día se pone en duda que aquellas cortes realmente existieran.
Leonor vivió algo más de 80 años, cosa nada común para el siglo XII; murió el 1 de abril de 1204 y su cuerpo reposa en la abadía de Fontevraud, junto a Enrique y Ricardo.
Lo que no podemos dejar de observar es la gran fortaleza de esta mujer, a quien nunca le importaron las opiniones ajenas y vivió –casi siempre– según sus reglas. Otro dato interesante de su carácter es que permitió que los hijos ilegítimos de Enrique se criaran junto a los suyos en la Guardería Real, sin hacer diferencias. Eso dice mucho de su talante.
Si te interesa saber más de ella, hay un libro escrito por Jean Flori, considerado como el mejor biógrafo de esta reina: Leonor de Aquitania, la reina rebelde. También nos gustaría que leyeras sobre la guapa Catalina de Aragón.