Al hombre siempre le ha gustado ejercitar su cuerpo, tener una figura más fuerte, atlética, flexible y por supuesto, saludable. No obstante, hemos de decir que las máquinas que a día de hoy relacionamos con el mantenimiento físico, no llegaron con fuerza y relevancia hasta el siglo XX.

A lo largo del siglo XIX, lo que encontrábamos más bien eran dispositivos orientados a la rehabilitación, a ese ejercicio con el cual recuperar la movilidad de las extremidades o mejorar la funcionalidad de alguna parte del cuerpo después de algún accidente traumático.

Las máquinas, tal  y como puedes ver, eran muy rudimentarias, pesadas y exigían del paciente un esfuerzo físico quizá excesivo para su dolencia. No obstante, se obtuvieron interesantes resultados en una buena parte de la población de la época.

Hoy en Supercurioso queremos hablarte de las singulares máquinas de ejercicio del siglo XIX.

Los curiosos equipos de ejercicio del siglo XIX

Gustav Zander fue un ortopedista sueco y médico muy reputado. Gracias a él el campo de la rehabilitación fue abriéndose paso, y en especial, en todo lo relacionado con la terapia del ejercicio y la recuperación de la movilidad.

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Fue a principios de 1800 cuando creó el Instituto Zander en Reino Unido, ahí donde adquirió gran prestigio al desarrollar lo que se conoció como mecanoterapia. ¿Y de qué trataba esta área? Te preguntarás. Estamos hablando de masajes terapéuticos, de estrategias físicas focalizadas en personas con lesiones óseas o musculares que se veían obligadas a utilizar algún mecanismo ortopédico auxiliar.

A pesar de lo cómico de las imágenes, el doctor Zander puso todo su empeño, imaginación y conocimientos en crear máquinas que pudiera servir de ayuda. ¿Adivinas cuantos artilugios mecánicos llegó a crear? 27. Cabe decir que debido al éxito que obtuvieron, con los años, estas criaturas mecánicas tan complejas pero prácticas sirvieron también para que la clase más acomodada las viera con suma curiosidad, y deseara tener alguna en casa.

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Solían decir que la clase más baja de la sociedad, al trabajar en los campos, en las industrias o en cualquier otro contexto de su posición, ya ejercitaba bastante su cuerpo como para necesitar estas máquinas para rehabilitar el cuerpo. Las damas distinguidas, llevaban una vida sedentaria, además de aburrida. Así pues, tener una de estas máquinas era algo muy divertido, incluso excitante. 

Como dato curioso te diremos que si bien es cierto que el doctor Zander fue el precursor en esta área, cuando llegó el siglo XX, fue otro conocido doctor quien le tomó el relevo. Era John Harvey Kellogg, el célebre creador de los famosos cereales, quien empeñado, obsesionado casi en fomentar la buena salud en la población, se valió de la electricidad y de las máquinas de ejercicios para crear por ejemplo, una especie de silla vibradora. ¿Con qué finalidad? Para mejorar el tránsito intestinal, reducir los problemas de espalda y el dolor de cabeza.

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La verdad es que no tuvo mucho éxito, porque quienes la probaban, comentaban que estar ahí más de dos minutos era peor que un potro de tortura. Sin embargo, el caballo «Zander» creado por el Instituto del doctor Gustav Zander, seguía trayendo a la sociedad originales creaciones con las cuales mejorar la tonacidad, la movilidad y el equilibrio en las personas. En este caso, se trataba de una máquina con forma de caballo al que llamaron «Wondercycle Mecanic Exerciculator», que fortalecía los músculos del abdomen, el cuello, la espalda y las piernas a través de su movimiento al trote. Realmente curioso.

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A pesar de que la gente de buena posición las adquirió casi en masa, lo hacían más por modas que por necesidad real. Porque al final, acababan abandonando estas máquinas por resultar incómodas y aparatosas. No obstante, fueron esos predecesores que darían paso a las actuales máquinas que podemos encontrar en cualquier gimnasio.

Datos curiosos de nuestra historia que nunca está de más conocer. Y recuerda, si te ha gustado este artículo conoce también más datos sobre la asombrosa máquina «Enigma».