Tres décadas atrás, los habitantes de Prípiat, una ciudad al norte de Ucrania en la región de Kiev, fueron evacuados 36 horas después de que la planta de energía atómica de Chernóbil sufriera la catástrofe nuclear más grave de la historia, el 26 de abril de 1986.
La contaminación radiactiva era inminente y los residentes de zonas aledañas a la central, bajo órdenes del Ejército Rojo de la Unión Soviética Rusa, abandonaron sus hogares con muy poca ropa en sus valijas, algo de dinero, documentos… lo esencial para mantenerse unos días fuera de casa, muchos de ellos sin saber que jamás regresarían; a excepción de los samosely: las personas que se negaron a abandonar Chernobil.
Los samosely: las personas que nunca abandonaron Chernóbil
Alrededor de unas 116 mil personas fueron confinadas en campos de refugiados, donde la realidad era desoladora. Vivían austeramente, con alimentos y recursos limitados, esto, mientras conseguían restablecerse en otro lugar. Les invadía la tristeza al contemlar como la Prípiat próspera, de suelos fértiles que los alimentaba con buenas cosechas durante todo el año, se convirtía en una ciudad fantasma a la que no podían retornar, pues allí -tal y como les alertaban- hallarían la muerte.
Se estima que unas 20 mil personas murieron por el efecto de la alta exposición a la radiación. La mayoría desarrolló distintas formas de cáncer y otros sufrieron de envejecimiento prematuro, enfermándose severamente. Aún así, los samosely decidieron arriesgarse a convertirse en los residentes ilegales de la zona y quizá también en los últimos habitantes del lugar.
Los samosely, o “auto colonos” como se traduce al español, son casi en su totalidad personas mayores, de unos 60 a 80 años de edad, que regresaron a escondidas para huir de la pobreza. Se calcula que todavía existen 158 de ellos viviendo en zonas cercanas a la central nuclear. En los últimos 25 años, se han registrado 900 muertes entre este grupo, sin embargo, para sorpresa de los científicos, los samosely han sobrepasado la esperanza de vida de quienes se exponen a tales condiciones, alcanzando los 80 años de edad, en perfecto estado de salud.
Liudmilla, una samosely de 78 años, asegura que ha estado alí los últimos 30 años, bebiendo del agua radioactiva, comiendo del suelo, alimentándose de animales de granja y que se encuentra saludable. La ayuda de las autoridades es precaria. De vez en cuando reciben alimentos del «mundo exterior» y algunos productos de higiene… pero no lo suficiente para mantenerse, así que sobreviven por sus propios medios.
“Hay mucha gente sana aquí, y aunque no estuviésemos sanos, estamos en nuestro hogar y esto significa mucho más para nosotros.”
La última generación de la ciudad fantasma podría ser María, una bebé que nació en Prípiat en 1999. Sus padres, Lida Savenko y Mikhail Vedernikov, tomaron precauciones con su alimentación para evitar cualquier riesgo de enfermedad. Todo era testado con un contador Geiger, aunque la niña jugaba en un entorno nuclear, donde no existían otros niños. María ahora reside fuera del área y visita a sus padres a menudo.
El gobierno de Ucrania no ha legalizado su estadía en Prípiat, por lo que sus residentes han recibido varios avisos para que se trasladen a lugares más seguros, especialmente los más jóvenes. Pero la voluntad de los samosely de vivir hasta el último día de sus vidas en la desolada zona, motivados por un profundo sentimiento de pertenencia, es poderosa.
Parte de la localidad está en ruinas por el paso del tiempo. No hay electricidad ni servicios propios de este siglo. Varios edificios han sido recuperados por la naturaleza y algunos animales salvajes habitan en ellos. No obstante, los samosely firmemente dicen que, esta ciudad construida en 1970 para los trabajadores de la planta de Chernobil, y arrasada por la misma, es el lugar al que pertenecen.
¿Te gustó el artículo? Como un dato extra, los samosely, además de vivir de la tierra, han trabajado en los últimos años como guías turísticos para los osados visitantes que deciden explorar por sí mismos la ciudad abandonada. En este artículo de Supercurioso te hablamos de ella: 5 Lugares del mundo que no podrás creer que existen III