La cultura popular, las leyendas y más recientemente el cine han contribuido a crear una imagen sobre los Vikingos y su sociedad como una especie de sedientos y hambrientos bárbaros, crueles, que saqueaban las ciudades en busca de riquezas no sólo en forma de metales preciosos sino también de víveres muy escasos en sus tierras debido a las difíciles condiciones meteorológicas. Pero, ¿eran realmente estos los únicos motivos por los que los vikingos saqueaban otras tierras?
¿Los vikingos saqueaban otros pueblos porque no quedaban mujeres casaderas?
Los vikingos eran hábiles marineros y durante la Era Vikinga, siglos 789 – 1100, los guerrero escandinavos sembraron el terror en toda Europa con numerosas y sangrientas incursiones, con las que se ganaron a pulso una terrible reputación que les ha precedido hasta nuestros días. A España llegaron una primera vez en el 840 y saquearon una aldea de Asturias pero fueron derrotados por el ejército del rey Ramiro I. Poco después volvieron y esta vez arrasaron Gijón, siguieron por toda la costa atlántica hasta llegar a Cádiz y remontaron el Guadalquivir, consiguiendo llegar a Sevilla, donde saquearon la ciudad y destruyeron la mezquita, llevándose consigo un rico botín y numerosos prisioneros sevillanos. ¿O serían sevillanas?
Una pregunta que no resulta del todo descabellada si seguimos las nuevas hipótesis propuestas por los investigadores y arqueólogos. Según éstos, los continuos saqueos de la época fueron motivados por la escasez de mujeres jóvenes casaderas. Por extraño que pueda parecer, en las sociedades vikingas se practicaba la poligamia, los hombres poderosos tendían a poseer varias esposas y tener concubinas, lo que hizo disminuir considerablemente el número de féminas disponibles en los poblados. Si a esto le sumamos el infanticidio selectivo, una práctica consentida en aquella época que hizo disminuir más aún el número de mujeres, pues en muchas ocasiones eran las niñas las que venían sacrificadas -tal y como han demostrado los numerosos restos encontrados a las afueras de las granjas de bebés de sexo femenino-.
De esta forma a los jóvenes vikingos no les quedaba otra que hacerse a la mar en busca de riquezas que le permitiese crear y mantener su propia familia y una esposa con la que poder formarla. Así, cuando llegaban a nuevos territorios el saqueo no se limitaba a los bienes materiales sino que también se llevaban a las mujeres un botín tan precioso como el oro, no sólo por la escasez, sino también por el importante papel que tenían dentro de su cultura: ellas procreaban, transmitían los conocimientos a los hijos, dirigían, gestionaban y aprovisionaban los víveres en la granja.
Un descubrimiento que algunos consideran que hace más «romántica» la imagen del bárbaro, aunque evidentemente no lo fuera para las pobres mujeres secuestradas y arrastradas al Norte, lejos de sus familias.
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