Recientemente el siquiatra e investigador en neurociencias de la Universidad de Yale, Daniel Barron, publicó un artículo en la revista Scientific American que bien podría ser la trama de una novela de ciencia y política ficción, pues involucra a un neurólogo vasco, guerrilleros colombianos, un técnico hospitalario estadounidense y más neurólogos. Una historia que comienza con Mike Brennan, un hombre que podía escribir pero no leer.

Mike Brennan, el hombre que podía escribir pero no leer

Mike Brennan no es el verdadero nombre de un técnico en cardiología, que una mañana de 2010, encontrándose en el hospital donde trabajaba, abrió el periódico y se dio cuenta de que no podía descifrar las palabras que tenía enfrente. Gracias a que estaba al tanto de sus antecedentes –era hipertenso–, y probablemente también a su ambiente laboral, supo de inmediato que debía estar sufriendo alguna clase de accidente cerebrovascular, así que abandonó su oficina y se dirigió directamente a la sala de urgencias, donde fue evaluado y pudo determinarse que tenía un pequeño derrame cerebral.

Mike no podía reconocer las letras y palabras, pero curiosamente su capacidad para escribir permaneció intacta. Gracias a una resonancia magnética se pudo determinar que había sufrido un derrame del tamaño de un guisante en la corteza lóbulo-occipital inferior izquierda (un punto detrás de la oreja izquierda), y se le diagnosticó una alexia pura, la incapacidad para reconocer letras y palabras sin que exista alguna lesión en el nervio óptico.

Mike Brennan, el hombre que podía escribir pero no leer

Más allá de lo interesante que pueda ser el hecho de poder escribir pero no leer lo que escribes, lo que generó repercusión y movilizó a los neurólogos fue que el derrame de Mike Brennan podía poner fin a un debate que tenía varios años, en torno a la ubicación de algunas funciones del cerebro, como las que nos permiten reconocer letras y palabras.

Aunque ya había sospechas desde 1990 de que la habilidad para leer se encontraba en el área que afectó el derrame, no existían certezas, pues el cerebro tiene sistemas redundantes (dos o más áreas que cumplen la misma función) y la alexia se presentaba combinada con otros síntomas.

Una de las pistas sobre el área cerebral que procesa los signos escritos provino de un lugar y una situación inesperada. A principios del nuevo milenio, un grupo de guerrilleros colombianos abandonó la lucha armada, y parte de ellos, que habían llegado a la adultez sin saber leer ni escribir, se incorporaron a un plan de alfabetización, que a su vez también permitió la realización de un experimento con resultados sorprendentes.

Un equipo conformado por neurocientíficos británicos, españoles y colombianos, coordinado por el neurólogo español Manuel Carreiras, del Centro Vasco de Cognición, y por Catherine Price, del University College de Londres, evaluó a 20 exguerrilleros que estaban aprendiendo a leer, usando resonancias magnéticas, y contrastaron los cambios en sus cerebros con el de otros 20 voluntarios que seguían analfabetos.

Los neurocientíficos descubrieron que a medida que aprendían a leer había cambios funcionales y estructurales en el cerebro: crecimiento de la materia gris en determinadas áreas, y también especialización de regiones como la que afectó el derrame de Mike Brennan. Esta región, en el caso de los que no habían aprendido a leer, funcionaba para identificar rostros y otras figuras, pero una vez que se iniciaba el aprendizaje se especializaba en reconocer letras y palabras.

Mike Brennan, el hombre que podía escribir pero no leer

La alexia pura de Mike Brennan vendría a confirmar algunas conclusiones de Carreiras y Price, y que en su momento fueron motivo de debate en la comunidad científica. La lesión permitió confirmar que hay regiones del cerebro que no actúan como si fueran un sistema de ensamblaje, sino como solistas, responsables de una sola actividad, que en este caso sería el reconocimiento visual de los contornos de las letras y palabras.

Con una buena terapia y gracias a la notable capacidad del cerebro para recuperarse de los accidentes cardiovasculares, Mike Brennan pudo volver a leer y a llevar una vida normal, probablemente con una nueva visión y comprensión de esa maravilla que es la lectura.

Para que tengas una idea, lee lo que pasa en el cerebro cuando escribimos.