El mito de Antígona está presente en toda la cultura griega, pero tuvo su repunte final con Sófocles, ya en las últimas etapas del mundo helénico, dentro del auge de la tragedia griega. Pero incluso antes de ser retratada por Sófocles (o, más bien, representada), ya había aparecido con Homero, el gran cronista de los mitos griegos, y su destino era bien conocido por los griegos que frecuentaban el teatro a ver la representación del mito de Antígona de Sófocles. 

Pero, ¿por qué es tan importante el mito de Antígona? ¿Qué lo hace lo suficientemente valiosos como para que, más de dos mil años después, sigamos hablando de él? Antígona, la hija de Edipo, producto del incesto entre Edipo y su madre, Yocasta, ha sido leída más que como un simple personaje de una tragedia: ha sido un símbolo revolucionario, pero no en el sentido político propiamente, sino desde lo ético, desde la moral individual de cada quien, representando ella la figura del hombre honrado, o, mejor dicho, la mujer horada, que prefiere el sufrimiento por lo que es correcto frente a la tranquilidad de lo que está mal.

El mito de Antígona, paradigma de la revolución

Así como en Edipo Rey la búsqueda de la verdad de Edipo lo había condenado, en el mito de Antígona es ella, en su defensa de una verdad superior (moral) la que la condena, es ese el gran ingrediente de la tragedia griega: la condena del hombre terco que busca más allá de lo que los dioses le permiten. Sobre eso versaba, sobre todo, la tragedia griega, estudiada y expuesta por Nietzsche en su primer libro, El Nacimiento de la tragedia, en el cual el filósofo (entonces filólogo) expuso a fondo la estructura y el pensamiento de la tragedia helénica.

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1. Quién fue Antígona y su historia

Antígona, hija de Edipo (quien se arrancó a sí mismo los ojos al descubrir que su concubina era, también, su madre), pertenece a una familia condenada por los dioses. Cuando comienza la representación, los dos hermanos de Antígona han muerto: a uno de ellos le han dado santa sepultura, pero el otro, que murió en traición al rey y, por lo tanto, a la patria, es deshonrado y, por lo tanto, según las leyes griegas, no se le debe dar sepultura, sino que se le deja como carne de carroñeros.

Contra esto es que lucha Antígona: contra la desgracia de su hermano ante los dioses. Pero para luchar por el entierro de su hermano, tiene que ir directamente contra las leyes griegas, y, por lo tanto, contra el rey. En esta lucha se embarca, sin cubrir su rostro, sin esconderse, porque en el fondo Antígona hace lo que ella cree justo: cumple con las leyes de su hogar, busca la salvación de su hermano, aquella que se da después de la muerte. Antígona teme, profundamente, que su hermano vague por el hades con el rostro desfigurado, sin cuerpo, y es por ello que se lanza, para salvar aunque sea en el otro mundo a su familia, ya condenada, y al final el rey acepta, aunque no sin haber puesto reticencias antes. Sí, acepta, pero, como se sabe al principio de toda tragedia, la condena está asegurada, y cuando el rey cede ya es demasiado tarde: la representación tenía que completarse, el mito tenía que cerrar su ciclo, y la suerte de los hombres está echada desde sus primeros pasos. Sin embargo, el mito de Antígona pasó a la historia.

2. La figura de Antígona en la actualidad

No es una cuestión baladí ni baldía: el mito de Antígona hay que leerlo con los ojos bien abiertos, haciendo las extrapolaciones correctas y preguntarnos qué es lo correcto. Este ha sido el argumento de muchas películas norteamericanas, de esas de cowboys renegados que se lanzan a hacer justicia por mano propia, cuando la ley no alcanza o falla. Sí, lo hemos visto muchas veces, y siempre (o casi siempre) nos ponemos del lado del renegado, ¿por qué? ¿Es que acaso no creemos en las leyes? ¿Será que simplemente nos vendieron eso y nosotros lo compramos? ¿O tal vez ahí hay un trasfondo que nos hace sentir empatía? Es la lucha perpetua, como cuando la madre le dice al hijo: «Lo harás porque yo lo diga», y el hijo tiene su propia versión de lo correcto, de su propio deber, y se debate entre el suyo y la ley (lo que dice su madre). Antígona sigue viva, es una figura perenne, porque esa lucha entre la moral y las leyes es perpetua: la misma legislación está cambiando constantemente. Más aún, la noción de lo correcto y lo incorrecto (sobre todo desde el punto de vista más individual, pero también del global) están cambiando constantemente. El aborto es un debate abierto, por ejemplo. O el matrimonio igualitario, pecado mortal en países como Rusia, tan aceptado en otros. Por no decir más: los mismos griegos aplaudían la homosexualidad, la practicaban abiertamente, y luego de los griegos vino la iglesia a cambiar todas las nociones, y cuántos no murieron entonces por tener los mismos fueros de Antígona, y cuántos no siguen muriendo ahora. ¿Ya se entiende por qué Antígona sigue viva?

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