Aunque la mayoría de la gente aprende a leer a los seis o siete años, la hay que no tiene tanta suerte. En India, una mujer ha sido noticia porque ha aprendido a hacerlo a la edad de 104 años.

En un país en el que, a pesar de la mejora continuada del índice de alfabetización, un tercio de las mujeres todavía no sabe leer, Kutiyamma nunca tuvo ni el tiempo ni los recursos para aprender, hasta que recientemente empezó a dar clases con una vecina.

La vida de Kutiyamma sin saber leer

Los problemas relacionados con la alfabetización hoy en día no se refieren a si sabemos leer o no, sino a cómo leemos. Los libros en papel están a la sombra de los dispositivos electrónicos: es más fácil ver a un adulto consumiendo contenidos online como reseñas de restaurantes o guías de juego que leyendo un clásico de Charles Dickens.

Para Kutiyamma, sin embargo, incluso los libros tradicionales estuvieron fuera de su alcance durante más de 100 años. Su rutina a lo largo de todo un siglo consistió en cocinar, limpiar y alimentar animales en la aldea de Thiruvanchoor, en Kerala. Esta mujer centenaria procede de una familia de casta baja, lo que en la India significa una vida de pobreza sin apenas educación, en especial para las mujeres.

Como hija de granjeros, la vida de la joven Kutiyamma fue muy dura. Cuidó de sus once hermanos mientras sus padres trabajaban: cocinaba, lavaba la ropa y mantenía el orden en la cabaña familiar. Se casó a los 16 años con un tendero, con quien tuvo cinco hijos. De nuevo, su trabajo consistió en ocuparse de las tareas domésticas mientras su marido trabajaba, por lo que no podía plantearse aprender a leer.

Sin embargo, Kutiyamma siempre tuvo curiosidad por los libros. En una entrevista concedida a The Guardian, explica que intentaba aprender el alfabeto mientras realizaba las tareas del hogar. Su pasión por la lectura se fue cociendo en su interior, hasta que una vecina que había trabajado de profesora la ayudó a sacarla fuera.

Cambio de hábitos gracias a la lectura

Kutiyamma

Los pueblos indios suelen tener comunidades muy unidas en las que los residentes se hacen favores e intercambian bienes y servicios en lugar de usar dinero.

En el caso de Kutiyamma, su amistad con su vecina Rehana John derivó en clases de lectura regulares. Tras meses de esfuerzo, la anciana estudiante se apuntó al examen de alfabetización del estado de Kerala (la mujer más mayor en hacerlo) y lo aprobó con nota.

Su profesora atribuyó su éxito al duro trabajo de la alumna, de la que dijo que «siempre tenía el libro de texto, la libreta y el bolígrafo a punto antes de cada clase». A cambio de las lecciones, Kutiyamma traía manjares que consumían durante la clase. «Es como mi madre», afirma Rehana, que confiesa que ambas comparten una relación de camaradería muy especial.

Kutiyamma se pasa ahora dos horas al día leyendo el periódico local, con el que se pone al día de lo que ocurre a su alrededor. Como un representante político dijo sobre la hazaña de Kutiyamma: la edad no es obstáculo para el conocimiento.

Otros aprendices de edad avanzada

La historia de Kutiyamma debería servir de inspiración para todo aquel que quiera aprender algo a una edad avanzada. De hecho, mucha otra gente ha sido noticia por adquirir habilidades clave con más de 90 años.

En el Reino Unido, ha trascendido que, en 2021, se han sacado el carnet de conducir varias personas con casi un siglo de vida, entre los que destaca un anciano de 99 años que explicó que quería llegar a la centena siendo más independiente.

Y no son solo los aprendizajes de la gente mayor lo que nos sorprende; a veces, sus hazañas tienen que ver con otros hitos. Tomemos como ejemplo a Fauja Singh, que empezó a correr a los 89 años y, meses después, participó en su primera maratón. Cuando cumplió la centena ya había disputado, entre otros, las maratones de Londres, Toronto y Hong Kong. Sus esfuerzos sirvieron de inspiración a mucha gente, hasta el punto de que un escritor decidió crear un libro infantil basado en su figura que desafía los estereotipos sobre la edad.

Tanto si hablamos de leer un libro, de conducir un coche o de correr 42 km, todo se resume a un simple hecho: la edad no es más que un número.