Escribimos hace un tiempo un artículo donde se trataba el tema de la infancia, de cuando nuestra sociedad occidental comenzó a ver a los niños como “niños”, y no como adultos pequeños. Aquí tocamos muy tangencialmente el tema de los hospicios, orfanatos u orfelinatos, donde abandonaban a los chiquillos para no exponerlos a destinos aún peores, como la mendicidad o la muerte.

Pero estos sitios de posible salvación se convirtieron, eventualmente, en lugares de abuso casi impune hacia la infancia abandonada, ciertamente uno de los sectores más vulnerables de cualquier sociedad.

Acompáñanos en este recorrido histórico lleno de sobresaltos y tragedias, pero también de algunas esperanzas.

Una panorámica histórica

Los orfanatos, orfelinatos u hospicios son casas, generalmente públicas, donde se les da asilo a los niños abandonados. Hay una diferencia entre los dos primeros (orfanatos y orfelinatos) y el tercero (el hospicio) y radica en que en este último, además de aceptar niños huérfanos, se los formaba a expensas del estado o de la caridad pública. Y los primeros tradicionalmente han sido manejados por instituciones religiosas.

Antiguo orfanato en Livorno, Italia, hoy abandonado
Antiguo orfanato en Livorno, Italia, hoy abandonado

La historia nos señala que ya el emperador Trajano había instituido un hospicio, adonde llevaban a los niños para que fuesen instruidos por cuenta del estado; y Adriano fundó otro igual.

Además, los hospicios muchas veces funcionaban como hospitales (de allí el origen del nombre) y no sólo para niños sino para gentes de todas las edades.

Hospicio francés
Hospicio francés

Ya para el siglo XVI comienzan a aparecer estas primeras casas, hacia el norte de Europa, erigidas como una solución a la pobreza extrema, la escasez de alimentos, las guerras y la cantidad de niños abandonados en las calles. Las primeras ciudades donde aparecieron los orfanatos fueron Lubecca, Augsburgo (o Augusta) y Espira, todas en la actual Alemania.

Era tal la cifra de niños huérfanos y abandonados que los príncipes y gobernantes se vieron precisados a intervenir, siendo para el momento una solución viable. Aunque ya en siglos anteriores existieron instituciones similares para los mismos problemas, que sirvieron como un recurso de orden público y control social.

Niños expósitos en las inclusas

Así se les llamaba a los niños entregados o abandonados por sus padres en orfanatos o inclusas. El expósito es el bebé “expuesto”, sometido a exposición y dejado en las puertas de estos lugares. Estos niños solían ser producto de relaciones extramatrimoniales, de los que por lo general la familia se desentendía por completo, o huérfanos de padre y con una madre en extrema pobreza. Hasta mediados de los 50, en España y otros países de América todavía había «niños expósitos» o «incluseros» (es decir, que se les daba ese nombre).

Para evitar los infanticidios se crearon estos sitios, por lo que admitían a todas las criaturas nacidas ilegítimas o, como mencionamos, de madres absolutamente pobres.

escalinatas

Para preservar el honor de las madres y asegurarles el anonimato, las inclusas contaban con pequeños tornos o puertas giratorias con una apertura hacia la calle; dentro, había una persona que recibía a los pequeños, y debía estar siempre cerca, en la pieza inmediata al torno, para acudir con presteza al sonido de la campanilla, señal de que un niño había sido abandonado allí.

Ninguna persona que trabajara en las inclusas podía hacer preguntas de ningún tipo sobre los niños abandonados, y sólo se permitía aceptar la ropa o el dinero que los padres quisieran incluir. Si alguien quería ahondar en el tema debía hablar con el director del establecimiento, pero esas gestiones muchas veces eran infructuosas.

Quien recibía al niño anotaba la hora y lo llevaba al sitio destinado a los bautizos. Luego de ser bañado y vestido, se colocaba en una cuna y recibía un collar identificativo donde estaban anotados el año y la hora de entrada a la inclusa.

literas

A los huérfanos se les enseñaban oficios y se les daba instrucción básica, y la vida transcurría en un sistema disciplinario bastante parecido al monacal. O militar. O de prisión.

Orfanatos, también espacio para la maldad

Si bien en sus comienzos estos sitios surgieron para evitar que matasen a los infantes, y es innegable la gran labor social que cumplieron, estos establecimientos casi nunca eran supervisados.

Aunque no podemos generalizar, las inclusas, hospicios u orfanatos se convirtieron en sitios de abusos y humillaciones por parte de quienes los manejaban, dejando a los desgraciados niños aún más abandonados y con marcas emocionales difícilmente superables.

Tal es el caso recientemente aireado de un orfanato en Dublín, administrado por monjas católicas, donde una de las chicas, hoy mujer ya madura, se atrevió a hablar y a contar los horrores a los que ella y todas las demás fueron sometidas cotidianamente.

O lo acontecido en los orfanatos de Quebec, en Canadá, y los huérfanos de Duplessis, durante los años 30 del siglo pasado, donde se practicaban lobotomías y sesiones de electroshock a niños sanos, de todo lo cual te hablamos en un artículo dedicado a este tema…

Eran espacios sin control gubernamental o social, donde hombres y mujeres, escudados tras sotanas y hábitos, hacían de las suyas y maltrataban de maneras indecibles a la parte más débil, vulnerable y delicada de la sociedad, los niños.

Claro que no todos eran así (recordemos a la madre Teresa y a su extraordinaria labor con los huérfanos).

La madre Teresa de Calcuta
La madre Teresa de Calcuta

Y no sólo los regentados por monjas o religiosas. Existen actualmente casas-hogar donde reciben a niños que no tienen familia, y están por lo general adscritas a dependencias gubernamentales y laicas, donde también se han registrado abusos y ultrajes infantiles.

En todos, los testimonios de tales maltratos son alarmantemente altos y constituyen un grito ensordecedor que nos obliga a replantearnos la funcionalidad de estos establecimientos. O en todo caso la necesidad de vigilar más estrechamente a quienes se siguen encargando de “cuidar” a los huérfanos.

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