En Supercurioso nos encanta investigar las capacidades del ser humano, por ejemplo la inteligencia infantil y de qué forma influyen en esta los genes y el medio ambiente. Esta vez indagamos alrededor de la capacidad de hablar, ¿se trata de una habilidad innata, genética? ¿Por qué las mujeres suelen hablar más?
Hay un gen relacionado con el habla
Los seres humanos tenemos la capacidad innata de hablar. Esa capacidad es lo que se conoce como lenguaje.
En 2001, el doctor Fisher, del Centro Wellcome de Genética Humana de la Universidad de Oxford, lideró una investigación realmente apasionante: la identificación del primer gen relacionado directamente con el habla, gracias al cual se supone que desarrollamos nuestro elaborado sistema de comunicación. El gen en cuestión se llama FOXP2, y durante nuestro desarrollo embrionario, se necesita para formar las regiones cerebrales destinadas al habla. Se encarga de sintetizar una proteína llamada, literalmente, factor de transcripción, unida a otras regiones del ADN.
Lo interesante es que este gen existe en todos los vertebrados, de hecho, los humanos y los chimpancés lo compartimos, pero nuestra versión difiere en dos aminoácidos, que marcan la diferencia e indican la capacidad humana de hablar.
Las mujeres hablan más…
Sí, pero porque tienen mayores niveles basales de proteína FOXP2 que los hombres. Se nota, sobre todo, durante la infancia, pues las niñas presentan, por lo general, un desarrollo mucho mayor de su capacidad lingüística.
Los ratones, como siempre, marcan la pauta en los laboratorios
En 2009, un equipo de científicos del Instituto Max Planck decidió inocular la versión humana de FOSXP2 en un grupo piloto de ratones para estudiar la evolución del lenguaje en los humanos, y los resultados fueron sorprendentes.
Claro que los ratones no hablaron, pero sí modificaron sus patrones de aprendizaje, elaborando llamadas de alarma más complejas y en mayor cantidad, lo que comprobó la relación del gen con el lenguaje.
El FOXP2 alteró el cerebro de los ratones, específicamente la región llamada “striatum” (que está asociada al aprendizaje). Los ratoncitos fueron sometidos a varios experimentos para demostrar su capacidad en los procesos de aprendizaje tanto conscientes como inconscientes: el aprendizaje inconsciente es cuando se aprende a realizar algo de forma automática, y el consciente cuando se necesita de indicaciones visuales o auditivas.
Uno de los experimentos consistía en conseguir comida en un laberinto en forma de T, siendo la comida la propia recompensa. Unas veces la comida estaba en un mismo lado, lo que desarrollaba el aprendizaje automático, y otras en lugares aleatorios, probando el aprendizaje consciente, que obligaba a los roedores a fijarse en otros detalles del camino. El experimento demostró que los ratones modificados resultaron mucho más eficientes y el tiempo de aprendizaje se acortó, es decir, aprendían más rápido.
¿Y qué nos dicen los ratones?
Este experimento puso de manifiesto la relación del aprendizaje consciente e inconsciente en el proceso evolutivo del lenguaje: en un principio se necesita aprender a mover la lengua y los labios para hablar, pero luego estos complejos movimientos se convierten en automáticos.
En los ratones supuso un aumento de su inteligencia, en el sentido de resolver problemas, lo que lleva a afirmar que FOXP2 contribuyó a perfeccionar los procesos del habla hace 200 mil años, y ayudó a asegurar la supervivencia y la comunicación de nuestra especie.
El pensamiento y la palabra van de la mano.
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