Si algún día te acercas al «War Museum» de Londres de la calle Lambeth, es muy posible que el objeto que más te llame la atención sea un viejo armario.

Lo primero que se nos pasa por la cabeza al verlo, es el claro deseo de abrirlo para tocar sus paredes y descubrir qué hay dentro. Como si de algún modo, pudiéramos cruzarlo y llegar a Narnia. No obstante, si esto fuera posible, el lugar a que nos transportaría sería a un periodo muy oscuro de nuestro pasado: a la Primera Guerra Mundial

Además, seríamos testigos de la dura vivencia de un hombre, de un soldado llamado Patrick Fowler. La suya es una historia de valentía, resistencia y un inmenso valor que fue reconocido por su país, y que hoy, deseamos traerte en nuestro espacio.

Porque lejos de lo que pensemos al leer el título del presente artículo: este soldado del regimiento de los Húsares, nunca fue un cobarde.

Estamos seguros de que este «pedacito» de historia te va a resultar interesante.

Patrick Fowler, el soldado que pasó cuatro años en un armario

Estamos en 1914, y Patrick Fowler tiene 38 años y 19 de brillante carrera en el ejército. Había servido ya en múltiples servicios a lo largo de todo el mundo y estaba, por así decirlo, curtido en mil batallas y en mil trincheras. No dudó en unirse a su regimiento rumbo a suelo francés, donde llegó en agosto de ese mismo año.

Su bautismo de fuego en la Primera Gran Guerra, fue en la batalla de «Le Cateau», la cual, se establece también como el primer enfrentamiento entre fuerzas expedicionarias británicas y tropas alemanas, donde el empuje brutal de este último, obligó a los ingleses a retirarse. Los medios de los que disponían los alemanes eran patentes, y la velocidad de marcha de ambos ejércitos fue impresionante, se sabe que llegaban a hacer hasta 30 kilómetros en un día.

PATRICK_FOWLER
Patrick Fowler

Fue aquí donde se inició el triste periplo del soldado Patrick Fowler. En medio de la batalla y de la retirada de su regimiento, muchos de dispersaron, y él, acabó perdido por unas tierras que no conocía. Vagó por los bosques durante semanas, esquivando a las patrullas alemanas y malviviendo de lo que podía cazar y recolectar.

Cuando un leñador francés dio con él, pensaba que era un soldado fallecido. Uno más, pero Fowler seguía resistiendo, agarrándose con fuerza a la vida. El leñador lo llevó con él al pueblo de Bertry, una zona situada muy por detrás de las líneas alemanas. Era una región más o menos segura

Tal y como diría el propio Patrick Fowler después: «Las buenas personas existen y existirán siempre, y gracias a ellas, salvó la vida». Ya en el pueblo, fue una viuda y su joven hija las que se ofrecieron a dar cobijo al soldado británico: disponían de una casa bastante grande. Durante unas semanas pudo descansar y recuperarse, pero al poco, el avance alemán llegó también a esa pequeña población. No tenía salida, no tenía escapatoria, así que su única opción para seguir vivo era esconderse.

primera guerra mundial

Marie Belmont-Gobert y su hija Angele, le propusieron una idea: entrar en el armario de la casa. Era un mueble resistente que medía poco más de metro y medio de altura y medio de profundidad. Suficiente para esconder a un hombre. Patrick Fowler aceptó, se introdujo poco a poco en el armario encorvando la espalda y pegando las rodillas contra su cuerpo. Tal vez no lo supiera ese primer día en que se vio obligado a entrar a ese reducido espacio, pero este soldado del regimiento británico de los húsares, pasó 4 años en dicho espacio.

primera guerra mundial

La razón de ello, la razón por la cual nuestro valiente soldado no pudo librarse de ese singular escondite fue la siguiente: a la casa de la señora Golbert y su hija, llegaron 8 soldados alemanes que se instalaron con total libertad y orgullo en aquella propiedad privada para hacerla suya, obligando a la viuda a su hija a servirles.

No nos cuesta demasiado imaginar aquella temible situación: el miedo, la falta de aire, los calambres, el salir poco a poco por la noche para estirarse y comer algo… Se sabe que la viuda francesa hizo siempre todo lo posible para dirigir la atención de los alemanes fuera de aquel rincón de la casa: del armario. Cuando éste crujía, comentaba al instante que eran «los ratones».

Lo creamos o no pasó cerca de 4 años de este modo. Había días en que dejaba el armario y se refugiaba en el granero, hasta que en octubre de 1918, las tropas británicas llegaron hasta allí trayendo ya los ecos de una guerra ganada. La familia de Fowler ya lo había dado por fallecido, pero cuando el regimiento inglés lo halló, apenas lo reconocían: iba vestido de mujer y era poco más que un esqueleto envejecido y con el cabello cano.

Armario actualmente expuesto en el Museo de Guerra de Londres
Armario actualmente expuesto en el Museo de Guerra de Londres

A día de hoy este mismo armario reside en el museo de la guerra de Londres, una proeza curiosa que llena de admiración y que, aún hoy, es símbolo de orgullo británico y francés. De hecho, te gustará saber que la viuda, Marie Belmont-Gobert fue distinguida con la Orden del Imperio Británico.

¿Hay alguna historia similar en tu país? No dudes en dejarnos tus comentarios mientras recuerdas nuestro artículo sobre la leyenda del perro infernal de la primera Guerra Mundial.

Imagen: International War Museum (London, England)