A ver… Aunque digamos que no nos gusta, la realidad es que todos hemos caído alguna vez en el peculiar placer del cotilleo. Desde charlar sobre las novedades de los últimos romances en la familia, los ascensos y novedades de la oficina o los últimos cotilleos de famosos, parece que los seres humanos tenemos una especie de adicción a la información, que nos lleva a ser amantes (muchas veces no declarados o incluso negados) del cotilleo. Pero más allá de ese gusto culposo que asociamos a nuestras abuelas, la ciencia tiene estudios y teorías que hablan sobre el origen cotilleo, y se aventuran a dar explicaciones sobre por qué nos gusta tanto.

¿Alguna vez has participado en algún cotilleo de oficina? ¿O en esos que se arman después de asistir a una fiesta? ¿Te has sorprendido conociendo hasta las intimidades más insólitas de los famosos, los juegos de sus hijos, los nombres de sus mascotas o los precios de sus casas? Pues, no te preocupes. Al parecer el cotilleo es una práctica que ha sobrevivido desde hace milenios, profundamente arraigada en nuestras costumbres sociales, y con una explicación científica. Acompáñanos a conocer las verdaderas razones por las que nos gusta tanto cotillear.

El origen ancestral del cotilleo

razones científicas del cotilleo

Desde hace miles, millones de años, la interacción social forma parte de nuestra supervivencia como especie. Y en este sentido, la aparición del lenguaje vino a sumar en las relaciones. En la vida tribal, los hombres y mujeres de la antigüedad debían encontrar una forma de comunicar asuntos básicos. Temas como las zonas para cazar, la ubicación de los frutos silvestres o incluso si una posible pareja estaba libre. La aparición del lenguaje y los intercambios que éste permitía, fueron alimentando los lazos sociales.

Luego las funciones se fueron ampliando y modificando. En la actualidad existen estudios que refieren que el cotilleo tiene un papel importante a escala social, especialmente a la hora de transmitir normas sociales y castigar a los miembros del grupo que no las cumplan. Al parecer, el ritual del cotilleo implica una muestra de interacción social que favorece nuestra supervivencia e incluso la reproducción. Pero si nos vamos al ejercicio actual de los entretenidos chismorreos, parecen tener una explicación científica particular y muy vigente.

Lo que dice la ciencia sobre el cotilleo

Por qué nos gusta cotillear

Cuando hablamos del tradicional cotilleo de oficina, de aquellos pequeños chismes de las familias, los vecinos, o incluso de las vidas de los famosos, generalmente pensamos en una actividad un tanto hueca. Pero la realidad es que todos caemos en ella y esto tiene una explicación a escala científica. Investigadores de las Universidades de Harvard y Temple descubrieron que el archivo de datos recabados sobre cada una de las personas que conocemos se encuentra en el lóbulo anterior temporal de nuestro cerebro. Esto implica que es ésta parte de nuestro organismo la que se activa cuando nos preguntan por una persona. Se ponen entonces a disposición de nuestra memoria todos los datos que tenemos: su nombre, aspecto, biografía, estatus, entre otros. Pero lo interesante de esto, es que el cotilleo funciona de manera muy estimulante en diferentes sentidos.

La información como recompensa

Por una parte, la información ejerce en nuestro cerebro un atractivo, tal como si de una recompensa se tratase. Diversos estudios hablan de que cuando nos dicen algo que no sabíamos, se activa la producción de dopamina, la conocida hormona de la felicidad. Esto implica que reaccionamos a la información, sin importar que tan importante o intrascendente sea, tal como si estuviésemos ante nuestro postre favorito. Es decir, que conocer quién es el nuevo novio de tu prima, o cuánto costó la nueva mansión de JLo, podría generarte tanto placer como ese postre de tiramisú por el que deliras.

La información como vicio

Otra de las teorías científicas que pretenden explicar por qué nos gusta tanto el cotilleo, es la resultante de una investigación desarrollada por la Universidad de California. En ella, se concluye que la información puede representar para el cerebro humano una especie de vicio, tal como el dinero o la comida. Entonces, podríamos desarrollar una especie de adicción a los chismorreos y a mantenernos bien enterados de todo cuanto pase a nuestro alrededor. Esto en la era digital se hace mucho más fácil y expedito. Desde tener acceso a los perfiles de tu ex novio de la primaria, hasta meterte en la intimidad del hogar de los famosos.

Al parecer, más allá de que seas un reconocido amante del cotilleo o que te niegues a caer bajo su control, se trata de una actividad humana, natural y normal. Siempre que la usemos para divertirnos, sin afectar la reputación o el bienestar de los demás, un poquito de chismorreo no hace daño. Y si no, ¡pregúntale a esa tía que no se pierde los programas de espectáculos!